Eduardo Luque
14/06/2021 | Publicado en El Viejo Topo el 11/06/2021
La victoria militar no se mide únicamente por la carnicería que infliges. No se determina por el número de bajas o los edificios destruidos. Se establece en la relación entre los objetivos propuestos y aquellos que finalmente fueron conseguidos.
El núcleo central de la crisis en Gaza fue el intento de desalojar a los palestinos originarios de la zona del barrio de Sheij Yarrah. El objetivo de la medida era judaizar Al Quds. La espoleta fue la prohibición del paso de los fieles a la mezquita de Al Aqsa durante el mes de Ramadán. La resistencia amenazó con responder a ese atropello y cumplió. Si en 2014 la resistencia palestina, durante los 51 días de la “Operación Margen Protector”, disparó 4.600 misiles y obuses de mortero, ahora ha disparado 4.360 en 11 días, un récord.
Israel evaluó muy mal la situación, creyó que los palestinos se limitarían a emitir unos cuantos comunicados y poco más; Israel pensaba que podría seguir con el proceso de judaización casi impunemente. Hamás decidió que defendería Al Quds y sus habitantes en el corazón del mundo musulmán. Es un salto histórico en el enfrentamiento palestino/israelí. La normalización política que deseaba Israel para dividir aún más el movimiento palestino ha estallado por los aires. Israel está sufriendo una guerra civil en las ciudades de población mixta palestina/judía de los territorios de 1948 y de 1967. Una ola de disturbios que son el resultado de largos años de represión y marginación social. El movimiento popular en el interior de las ciudades hebreas es una variable nueva en esta ecuación. Ha sido una explosión de apoyo a la resistencia con movilizaciones nunca vistas protagonizadas por una nueva generación de jóvenes palestinos.
Irán y Hezbollah, apoyando económica y políticamente a la resistencia, han introducido una nueva ecuación militar en el escenario. Hamás, Hezbollah y los Guardianes de la Revolución iranís crearon un estado mayor conjunto en Líbano para dirigir las operaciones. El suministro de misiles iraníes a la resistencia, vía Damasco, ha sido continuo durante todo el proceso. El 25 de mayo, el líder de Hezbollah, Sayyed Nasralá (una voz que hay que oír con mucha atención) lo dejó claro al anunciar que un ataque a los lugares sagrados musulmanes y cristianos en Jerusalén resultaría en una guerra regional de gran envergadura. Israel no podrá a partir de ahora actuar impunemente sin temer la repetición de una respuesta contundente. Biden, el presidente norteamericano, a pesar del apoyo a Israel en el Consejo de Seguridad de la ONU, ha ofrecido dinero para la reconstrucción al mismo tiempo que presiona a Tel Aviv para que no profundice la crisis en Jerusalén. Arabia Saudita explora sus relaciones con su archienemigo sirio, algo impensable hace unos meses, como consecuencia de su guerra perdida en el Yemen. Hamás se acerca a Siria con Irán y Hezbollah como intermediarios. Teherán fortalece su posición frente a las negociaciones con EEUU sobre el acuerdo nuclear. Israel, a pesar de la propaganda, está sufriendo un enorme daño social, político, económico y militar. Las ecuaciones en Oriente Medio han cambiado. Aunque aún espera un tiempo de sacrificio y dolor.
Victoria o derrota
Si estuviéramos de acuerdo con Carl Von Clausewitz coincidiríamos en que “La guerra es la continuación de la política por otros medios”; para el militar prusiano la guerra: “Constituye un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al adversario a acatar nuestra voluntad”. Desde este punto de vista Israel ha sido derrotado por la resistencia del pueblo palestino y de Hamás (junto a la Jihad Islámica) en la Franja de Gaza. El movimiento de resistencia parece haber aprendido las enseñanzas del militar prusiano, mientras que Israel parece haber provocado una guerra para que Netanyahu, asediado por la justicia hebrea por graves delitos económicos, pudiera escapar de prisión. Una guerra, especialmente si es victoriosa, refuerza su posición política. La derrota militar ha acelerado su caída como primer ministro.
A pesar de su poderío militar y su capacidad destructiva, Israel no se ha impuesto militarmente porque ni siquiera sabe cuáles son los objetivos militares a conquistar. Israel, curiosamente nombró a su ofensiva como “Guardián de los muros”, mientras la resistencia la bautizaba como “Espada de Al Quds”. En los círculos políticos israelíes más cercanos al gobierno se admite, que en la guerra de los 11 días: “la victoria fue para la Resistencia y la derrota para Israel”. Los objetivos de Hamás eran modestos y simples: la operación “Espada de Al Quds” pretendía mantener viva la resistencia, a pesar de los golpes que sufriría, y lo ha logrado. Mientras el ministro de defensa israelí prometía que las famosas defensas antiaéreas de la “Cúpula de hierro” pararían los cohetes, Hamás ha saturado las defensas consiguiendo que casi el 50% de los proyectiles las burlaran, poniendo bajo su objetivo a la mayoría de las ciudades israelitas: se han bombardeado refinerías y oleoductos, campamentos militares e incluso plataformas marítimas de extracción de gas. El mito de la invencibilidad de la “Cúpula de hierro” ha quedado hecho añicos, igual que la defensa de los misiles Patriot de Arabia Saudita, incapaces de parar los ataques de los drones y misiles yemeníes. Israel ha pedido un crédito de 1.000 millones de dólares para reponer los misiles de su sistema antiaéreo y los sistemas de radar destruidos.
Mientras los militares israelitas utilizaban la prensa occidental, que se prestó graciosamente, al intento de que los militantes se refugiaran en los túneles (el “metro de Gaza” los llaman) y así poder aniquilarlos con un ataque masivo, Hamas mostraba imágenes de cómo sus combatientes se movían por túneles que parecían intactos.
El costo económico ha sido muy importante. Nunca, en ninguna de las anteriores agresiones contra Gaza, y ni siquiera durante las Intifadas, se había logrado que las pérdidas de la bolsa de valores de Tel Aviv llegasen al 28%, o que el 26% de las fábricas y empresas del área israelí cercana a Gaza estuvieran completamente cerradas, ni que en el resto del país las empresas y fábricas hayan reducido sus operaciones en un 17%, o que los principales aeropuertos (en Tel Aviv y Eliat) hayan tenido que suspender todos sus vuelos. El diario israelí Yedioth Ahronoth situaba el costo económico de la empresa militar en unos 34 millones de dólares diarios. Israel está perdiendo diariamente lo mismo que perdió en 51 días en la última confrontación hace ahora 7 años. Aluf Benn, editor en jefe del diario israelí Haaretz, describió el ataque israelí a la Franja de Gaza como “la operación más infructuosa”.
El desequilibrio militar entre el régimen de Israel y la resistencia palestina es abismal a favor del Estado hebreo. Pero fiar la derrota del adversario a la potencia de fuego es un enorme error, como ha demostrado una y otra vez la historia. No es necesario ser un genio militar para entender que nadie puede rendirse individualmente a los bombardeos ni a la artillería pesada que dispara a decenas de kilómetros de distancia. Para aniquilar la resistencia había que ir a un combate cercano que es costosísimo en bajas propias, un combate que se debía librar en un escenario preparado por la resistencia. Pero Israel no quiere ni puede controlar a 2,5 millones de habitantes. Ningún líder militar o político israelí es capaz de asumir el desgaste que representan las bajas propias, sobre todo si se multiplican. Israel apostó todo a la tecnología y a su enorme potencia de fuego y ésta no ha cumplido el objetivo que hubiera tenido que asumir la infantería. Aunque el ejército hebreo es muy avanzado tecnológicamente –Netanyahu en mitad de la crisis afirmaba que Israel era una superpotencia– vemos que las fuerzas armadas hebreas están psicológicamente tocadas. Hace pocas semanas los propios diarios israelitas comentaban con enorme preocupación que el 30% de los nuevos reclutas alegan dispensas médicas para no incorporarse al ejército, algo impensable hace 40 años, cuando la fama del ejército hebreo mantenía la moral y la relación frente /retaguardia funcionaba al unísono.
Los objetivos de la guerra de los 11 días
La victoria militar también se libra en el ideario de la población, la propia y la ajena; se libra en la cabeza del combatiente que sobrevive y el impacto que recibe la población civil. En la perspectiva psicológica y a pesar de las desgarradoras imágenes de destrucción gratuita, y posiblemente también gracias a ella, Hamás se ha impuesto en ese aspecto. La muerte de civiles y niños es una imagen poderosa que quita apoyos al Estado de Israel y obliga a países, como Arabia Saudita, antiguo aliado y en proceso de normalización política, a criticar a Tel Aviv. Igual ha pasado con Emiratos Árabes Unidos (EAU), Baréin, Sudán e incluso el propio Marruecos, que habían firmado acuerdos con Israel los últimos meses para normalizar las relaciones diplomáticas. Uno de los objetivos más deseados por el Estado de Israel, la normalización política, ha quedado trastocado.
Hamás no fue el primero en pedir un alto el fuego unilateral y sí el último en mantener la presión militar con sus cohetes, gran parte de ellos artesanos. Las imágenes de los palestinos celebrando el Alto el Fuego chocan con la imagen de un Estado como el de Israel con murales publicitarios en las calles pidiendo continuar los ataques para evitar aparecer como perdedores. Las declaraciones de Netanyahu asegurando la victoria de Israel sólo eran una artimaña publicitaria para asegurar su reelección. Las declaraciones de altos miembros del ejército hebreo, corroborando la idea de una no-victoria, han echado por tierra las baladronadas del premier israelí. Tel Aviv no puede ganar y ni siquiera sueña con ganar, sólo pretende mantener la «imagen de ganador intocable». La sociedad civil israelita ha sufrido un fuerte golpe, el presidente de la Asociación de Ayuda Psicológica confirmaba que el nivel de ansiedad y terror de la sociedad israelita se ha disparado provocando «un aumento sin precedentes en el nivel de terror en la sociedad israelí, ya hemos recibido más de 6.000 solicitudes de ayuda y tratamiento en varias partes del país». A eso hay que añadir que «más de 4.000 israelíes han solicitado una indemnización por daños a sus hogares, muebles, vehículos y propiedades».
La no-victoria militar ha destruido mucho del trabajo realizado durante las últimas siete décadas por parte del Estado hebreo. Israel ha trabajado incansablemente para dividir a los palestinos con el objetivo de desmantelar su capacidad para resistir como pueblo. Nunca como ahora todo el pueblo palestino se había levantado al unísono. Hamás ha salido reforzado al nuclear en torno suyo la resistencia y conseguir un hito histórico desde 1936; la huelga general y multisectorial promovida por Hamás prendió con enorme fuerza por todos los territorios ocupados en Gaza, Cisjordania, en la diáspora. Fue un éxito.
La posición de Hezbollah
El movimiento de resistencia chiíta libanés ha sido reacio a intervenir militarmente, no por temor al poderío israelí, al que como se ha demostrado en múltiples ocasiones puede enfrentarse, sino porque a través de Hamás ha conseguido la victoria buscada. Hezbollah mantiene su estatus y fuerza militar intactas. Hezbollah es un referente político en la zona de forma tal que la diplomacia occidental tiene puestos sus ojos en cualquier declaración que hagan sus dirigentes. El apoyo militar, técnico y político proporcionado por la organización libanesa ha sido reconocido por el Secretario General de esa formación Sayye Nasralá que a su vez ha actuado de mediador desde 2017 entre Hamás y el gobierno de Damasco. La guerra en Gaza ha acelerado las conversaciones que culminarán muy pronto, generando más problemas para el gobierno israelí.
El dirigente libanés ha sido el gran urdidor del “eje de la resistencia”, su intercesión ha posibilitado la unificación de las diferentes facciones palestinas con los palestinos del Interior. Desde Irán hasta Gaza pasando por Damasco los dirigentes palestinos tendrán ahora las mismas referencias ideológicas. Incluso en el momento menos propicio, cuando Hamás luchaba contra el gobierno sirio en el campo de Yarmouk, Nasralá sostuvo el concepto estratégico de buscar la unidad contra el enemigo común que no era otro que Israel. Sus esfuerzos han dado resultado puesto que se ha entrevistado directamente con altos dignatarios rusos e incluso ha conseguido que una delegación de Hamás y Al-Fatah acudan a Moscú. Hezbollah está monitoreando de cerca los detalles más pequeños. Intervendrá en su momento. Pero no ahora.
La posición de Al-Fatah
Circula entre los palestinos la idea de que la crisis era una forma de reforzar al presidente palestino Mahmud Abbas, que sigue sin convocar elecciones (las últimas se hicieron en 2006). La victoria en aquel momento fue para Hamás, consiguiendo 76 de los 132 escaños. En realidad las excusas de los líderes de Al-Fatah no se sostienen, la mal llamada «Autoridad Palestina» no ha movido ni un dedo ante las constantes pretensiones de Israel de expulsar a los residentes árabes de esa ciudad. Su posición es terriblemente débil, su desprestigio se acentúa.
La situación internacional
Los líderes occidentales en general están con Israel, aunque las opiniones públicas de sus países no. El silencio de sus políticos es casi criminal. Porque se toleran de forma tácita las matanzas que inflige Israel
En los países árabes, a pesar de la durísima censura que impera, se filtra el apoyo a la causa palestina, sobre todo en los sectores más jóvenes; es el caso de Omán, Emiratos Árabes Unidos y Marruecos……
El propio gobierno demócrata de EEUU se vio muy presionado para detener la guerra. En el Congreso de EEUU voces como las de Rashida Tlaib o Bernie Sanders –en un artículo en el New York Times– decían que EEUU ya no podía desempeñar “el papel de abogado defensor del gobierno de extrema derecha de Netanyahu y su comportamiento racista” y Sanders declaró que quiere presentar una moción para bloquear la venta de armas a Tel Aviv.
Más patética aún ha sido la posición de la ONU con su clásica inoperancia y su incapacidad para imponer sus propias resoluciones. Uno de los ejemplos más impactantes de cinismo político fue cuando el Secretario General de la ONU, el portugués Antonio Guterres, pidió a Netanyahu que “ejerza la máxima moderación y respete el derecho a la libertad de reunión pacífica”, en lugar de criticar la matanza que estaba realizando.
Las nuevas reglas en la batalla
En conclusión, durante once días y a pesar de la abrumadora superioridad israelí la respuesta no cesó. La resistencia lanzó más de 4.000 cohetes y fue capaz de cambiar y adaptar su estrategia a las circunstancias. Tel Aviv, a 55 km de Gaza, ha sido el blanco predilecto pero otros muchos cohetes alcanzaron las ciudades del norte de Israel, obligando al 75% de la población a tener que refugiarse en los refugios antiaéreos. Hamás varió sus tácticas consiguiendo el lanzamiento de centenares de cohetes en pocos minutos a pesar de los intensos y mortíferos bombardeos israelitas, los cohetes y misiles no se detuvieron ni un solo día. Israel ha de temer en el futuro la sofisticación y el alto rendimiento de los misiles producidos por la resistencia palestina o los proporcionados por sus aliados, Irán, Siria y Hezbollah.
Fuente original: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/los-tiempos-estan-cambiando/