Eurasia como eje del siglo XXI

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Alberto Cruz

REBELIÓN | 21/04/2016

El título que se le ha puesto a esta intervención de la XXXIII Semana Galega de Filosofía puede parecer irreal, arriesgado o factible. Es evidente que yo me sitúo en esta última posición. No sólo eso, voy un paso más allá y considero que es algo no ya factible sino que es una realidad que difícilmente se puede negar.

Antes de entrar en materia hay que partir de una premisa también incuestionable: el mundo cambia y Occidente ya no es el actor principal. Han surgido nuevos actores geopolíticos que han hecho que esta decadencia de Occidente sea ya irreversible.

Dado que el tema central de este año es «Filosofía y política», voy a referirme a un filósofo y político que a mí me gusta bastante, Antonio Gramsci, cuando hace ya cien años definió de forma totalmente precisa qué es una crisis. Dijo que la crisis se produce cuando lo viejo no termina de morir y lo nuevo no acaba de nacer, por lo que en ese interregno se generan monstruos. Es evidente que hoy uno de los monstruos es la organización llamada Estado Islámico. Y yo añado algo más: otro de los monstruos es el mismo Occidente, alarmado ante esa pérdida de su hegemonía mundial y que actúa cada vez más como una fiera herida, lo que le hace cada vez más impredecible.

Que Occidente ya no tiene el protagonismo internacional que tenía, que pierde hegemonía casi cada segundo que pasa no es algo que diga yo así, alegremente, sino que es algo que reconoce el propio Occidente. La Unión Europea, en la Conferencia Europea de Seguridad que se celebró en Berlín durante el mes de febrero, dijo, entre otras cosas a las que luego me referiré, que «la alianza entre la UE y EE.UU. es hoy más débil y menos relevante que nunca».

Volviendo a Gramsci, está claro que lo viejo que no termina de morir es Occidente y que lo nuevo que no termina por nacer está aún por definirse en los términos sociales, políticos y económicos, aunque ya se puede indicar que surge con unas premisas que son inconcebibles para Occidente: multipolaridad, no injerencia y diplomacia.

Si hay que establecer una fecha en la que esto pasa de ser factible a real es 2008, cuando como consecuencia de la crisis política, social, económica y moral de Occidente -y ahí está el caso de los refugiados como claro exponente- dos países vieron llegado su momento de ocupar un lugar preponderante en las relaciones internacionales: China y Rusia.

Como es lógico, esto no es algo que surgiese en el 2008 como las setas, por generación espontánea, sino que ya venía fraguándose de forma más o menos silenciosa hasta que en ese año se manifestó de forma abierta.

En el caso de China hay que remontarse a marzo de 1999. Ese año la Asamblea Nacional Popular, el Parlamento chino, adoptó dos resoluciones clave en política exterior: el comienzo de una expansión de su política de alianzas fuera de la zona asiática, incluyendo como zonas preferentes a África y América Latina, y el basamento de que ello tenía que enmarcarse en lo que se conoce como «consenso de Beijing» y que, en síntesis, consiste casi en las mismas líneas de actuación que están poniendo los nuevos actores geopolíticos que están desbancando a Occidente, es decir, la multipolaridad, la no injerencia y la diplomacia. La ANP consideraba que con el desarrollo de esta política en estos continentes llegaría en el año 2027 a la paridad estratégica con EE.UU. en todos los ámbitos, el económico, el político y el militar.

EE.UU. respondió a esta planificación con una acción inusual, pero lógica dentro de su concepción de la política exterior: bombardeó la embajada china en Belgrado. En ese año, en ese mes, estaba en pleno apogeo la guerra contra Serbia. EE.UU. ofreció tres versiones distintas de ese bombardeo, desde el error hasta que albergaba unas antenas desde las que el ejército serbio estaba eludiendo el control de sus comunicaciones por parte de la OTAN. También para evitar que las partes de un supersofisticado avión estadounidense que había sido derribado por los serbios fuesen entregadas a Beijing, como así ocurrió después. Pero con ello EE.UU. propinaba un pescozón a China, algo así como decir, «¿de qué vas? ¿de verdad crees que puedes equipararte a mí?».

Los chinos nunca olvidaron. En 2009, uno de los principales generales del Ejército Popular de Liberación lo reconoció de forma abierta diciendo: «fue una afrenta; entonces no podíamos devolver el golpe, pero ahora sí» (1).

El otro país que esperaba su momento era Rusia. Si no habéis leído el espléndido libro de Naomi Klein «La doctrina del shock», hacedlo; el capítulo referente a Rusia es muy ilustrativo del saqueo a que fue sometido el país tras la desaparición de la URSS. La etapa de Yeltsin fue El Dorado para EE.UU. y, en menor medida, la UE. Hasta que en el 2000 llegó Putin a la presidencia. Entonces hizo dos cosas que supusieron que se convirtiese, hasta hoy, en la bestia negra de EE.UU. y la UE: paralizó las privatizaciones y se enfrentó a la oligarquía. Hay que decir que históricamente en Rusia ha habido dos sectores: los pro-occidentales, euroatlánticos, como se llaman a sí mismos, y los euroasiáticos. Esto ha sido así en la Rusia zarista, en la URSS y en la actualidad. Putin pertenece al sector euroasiático y a quien se enfrentó fue a los pro-occidentales y apoyó, y se apoyó, en la oligarquía euroasiática. Supongo que se recordará la campaña que llevaron a cabo EE.UU. y la UE cuando Rusia encarceló a uno de esos oligarcas pro-occidentales, Jodorjovski, que pretendía hacerse -y casi lo logró- con el control de uno de los recursos básicos de Rusia: el petróleo. Controlar el petróleo, eso pretendía Occidente, dejar sin columna vertebral a Rusia.

Los euroasiáticos lo entendieron a la perfección. Putin lo expresó muy gráficamente cuando dijo: «sólo una Rusia con pleno control de sus recursos energéticos y con la recuperación de sus aliados durante la etapa de la URSS hará posible mantener una Rusia independiente y con voz geopolítica». Así que lo puso en marcha en su zona, sentando las bases para la Unión Económica Euroasiática (que está jurídicamente activa desde el 1 de enero de este año, estimándose en un total de 900.000 millones de dólares el intercambio comercial que moverá y de la que forman parte la propia Rusia, Bielorrusia, Kazajstán. Kirguizistán y Armenia); restaurando los lazos con su aliado tradicional en América Latina, Cuba, a quien condonó la totalidad de la deuda que la isla tenía con la URSS -lo que facilitó que Cuba hiciese de introductor de Rusia en América Latina-, y retomando las relaciones con sus aliados en Oriente Próximo. Pero aquí sólo tenía dos, Irak y Siria. Supongo que no hará falta recordar que lo primero que hizo EE.UU. tras la invasión y ocupación neocolonial de Irak, en 2003, fue no reconocer los acuerdos a los que había llegado el gobierno de Sadam Husein con Rusia y China en materia petrolera. Así que sólo le quedaba uno: Siria. En 2009 y 2010 Rusia y Siria firmaron acuerdos y convenios económicos por valor de 13.000 millones de dólares. Con el antecedente de Irak, los rusos no iban a consentir algo parecido y a lo mejor esto ayuda a entender el por qué del interés de Rusia en este país árabe, además de otros intereses geopolíticos.

La Organización de Cooperación de Shangai

Por lo tanto, China y Rusia estaban recorriendo unos caminos paralelos de claro enfrentamiento con Occidente y al constatarlo, terminaron confluyendo. Compartían intereses geopolíticos y una misma zona, Eurasia. La confluencia era inevitable. En 2001 dos países que llevaban años mirándose de reojo, desde el enfrentamiento ideológico por cómo había que entender el comunismo en los años 60, firmaron el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación. Pero ese año también EE.UU. dio un paso más con la guerra contra Afganistán, por lo que ya se situaba en una zona muy sensible para los dos países. Eso es lo que les incentivó para que, también en 2001, se impulsase la Organización de Cooperación de Shangai que desde que había sido creada, en 1996, languidecía.

La OCS tuvo dos objetivos iniciales: evitar el flujo de drogas desde Afganistán hacia los territorios de los países que la forman y dificultar las mal llamadas «revoluciones de colores» en Asia Central. El tema de las drogas es interesante porque una de las consecuencias desconocidas de la presencia occidental en Afganistán es que el cultivo de opio se ha incrementado hasta cifras desconocidas y que son muy superiores a las que había durante la etapa del gobierno talibán. La ONU lo reconoce así cuando dice que con los talibanes la extensión máxima fue de 94.000 hectáreas y que con los occidentales se llegó a las 193.000 y ahora está en las 224.000 hectáreas. El opio es fundamental para la heroína, y el consumo de heroína ha descendido en Occidente mientras que se ha incrementado en Asia, especialmente en India y en Pakistán.

Esta es una de las razones por las que tanto India como Pakistán, dos enemigos de siempre, decidieron incorporarse a la OCS, siendo admitidos como miembros de pleno derecho el verano pasado. Y por las que el propio Afganistán ha decidido convertirse en país observador dentro de la OCS: ya que Occidente ha sido incapaz de controlar el cultivo de opio, o más bien lo ha fomentado, a ver si quienes lo han combatido le ayudan a reducirlo.

Desde 2001 hasta 2012 la OCS ha ido ampliando su ámbito de intervención y, además de la cooperación militar, tiene competencias en aduanas, agricultura, comercio, tecnología y energía. Incluso ha llegado a hablar de moneda común y de tener su propio banco, que creo ya no seguirá adelante tras la constitución del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras. Si tenemos en cuenta que Irán será aceptado como miembro de pleno derecho de la OCS este verano, tendremos completo el panorama.

Hoy día la OCS es vital tanto para China como para Rusia, incluso para Irán, y eso preocupa a EE.UU. Tanto que en 2012 elaboró una nueva Estrategia de Seguridad Nacional (3) en la que estableció como prioridad de su política exterior Asia. En esa ESN se decía que «los intereses estadounidenses están inextricablemente ligados a Asia» y que esos intereses estaban amenazados por Rusia, China e Irán. Esto mismo acaba de repetir, casi palabra por palabra, Hilary Clinton en uno de sus mítines a la presidencia. En esa ESN se dice también que «el surgimiento de China como potencia afectará a la economía de EE.UU. y nuestra seguridad». Sin embargo, este giro hacia Asia ha tenido para EE.UU. una consecuencia o no prevista o minusvalorada: ha sido entendida por algunos aliados como Turquía o Arabia Saudita como una retirada de Oriente Próximo, lo que les ha llevado a actuar por su cuenta. También este dato tiene que ayudar a entender lo que está pasando en Siria, entre otros países árabes.

La cooperación estratégica entre China y Rusia

Al conocer la ESN y lo que ello conlleva, tanto China como Rusia dieron un paso más en su relación y afianzaron su acuerdo de cooperación estratégica. Rusia es una potencia militar y energética, como el petróleo y gas, mientras que China es un gran proveedor de productos y con una gran reserva de divisas. No es extraño que ahora los dos países hayan dado pasos espectaculares en cuanto al comercio bilateral, que ha pasado de los 63.000 millones de euros en 2011 a los 95.000 millones de euros en 2014, estimándose que para el 2020 ya habrá alcanzado la cifra de los 150.000 millones de euros.

Rusia ha vendido a China su sofisticado misil S-400, está ayudando a la modernización del ejército chino y está a punto de cerrar la venta de aviones Sujoi, que han tenido un escaparate perfecto en Siria. De hecho, además de los chinos, también India e Indonesia han manifestado interés en la compra de estos aviones.

Si a ello se añade el acuerdo gasístico que los dos países firmaron el año pasado, por el que durante un plazo de 30 años, renovables, Rusia va a convertirse en el proveedor del 30% del gas que necesita China, tendremos un cuadro mucho más claro de lo que este comercio representa y de que va más allá de una cuestión dineraria: es una relación estratégica entre los dos países. Estratégica porque Rusia es ya el principal proveedor de petróleo de China. En agosto del año pasado superó a Arabia Saudita. Esto tiene una explicación. Durante la campaña para agredir a Libia, los sauditas amenazaron -también lo han reconocido los chinos- con cortar el suministro de petróleo si China vetaba la guerra en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta es la razón por la que China se abstuvo, mientras que Rusia lo hizo por las desavenencias entre el entonces presidente, Medvedev, pro-occidental, y Putin.

El caso es que China, al igual que pasó con el bombardeo de su embajada en Belgrado, también aprendió y decidió buscar suministradores alternativos a los sauditas. Hasta ese momento, Arabia Saudita era el principal proveedor, seguido de Angola, de Rusia y de Irán. Ahora se han invertido los términos y aunque hay quien sostiene que los sauditas son el segundo proveedor de China, otros apuntan que ya lo es Irán. En lo que todos coinciden es que el que Rusia haya desbancado a los sauditas como principal proveedor de petróleo de China indica que la cooperación entre los dos países es irreversible.

Con ser esto importante, lo es aún más el hecho de que China y Rusia han acordado que la venta tanto de petróleo como de gas se puede realizar tanto en yuanes como en rublos. Es decir, se inicia de forma clara el proceso de desdolarización de la economía mundial, basada en gran parte en los petrodólares. No hay cifras aún de qué porcentaje del comercio bilateral entre ambos países ha sido en sus monedas, dado que esto se decidió en diciembre de 2014 y las cifras macro de 2015 no se conocerán hasta más o menos el verano de este año, pero las estimaciones apuntan que ha alcanzado el 6% del total y que para este año 2016 puede llegar al 13%. Además, ya hay experiencias piloto en ciudades fronterizas de China y de Rusia en las que se pueden utilizar tanto yuanes como rublos. Como digo, el proceso de desdolarización ya se ha iniciado.

Notas:

(1) Alberto Cruz: «China inicia el cambio en la geopolítica internacional» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article793

(2) http://onudc.org/documents/wdr2015/word_drug_report2015.pdf

(3) Alberto Cruz: «La nueva estrategia de defensa de EE.UU: el último intento por mantener el dominio mundial» http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1355

Esta intervención se realizó en el marco de la XXXIII Semana Galega de Filosofía que con el título de «Filosofía y Política» organizó el Aula Castelao en Pontevedra entre los días 27 y 31 de marzo. Contaba con el apoyo de varios gráficos que se han eliminado dado que el formato de página que utiliza el CEPRID no hace posible su visualización. El autor ha añadido las citas para su publicación.

Fuente: https://rebelion.org/eurasia-como-eje-del-siglo-xxi-i/