Andrés Piqueras
26/04/2021
Artículo publicado originalmente en www.rebelión.org el 08/04/2021
Para todas aquellas personas que se alegraron de la victoria electoral de Biden, me temo que hay malas noticias. Quienes ya advertimos que con los demócratas el peligro de guerra se dispararía parece que no hemos fallado. Los peores augurios que del discurso del nuevo presidente se pudieron extraer tras su toma de posesión se han ido materializando.
- Ha advertido (amenazado) a Alemania de no seguir adelante con su proyecto de abastecimiento energético (Nord Stream 2), y da marcha atrás en la retirada de tropas del territorio germano, lo que de paso deja claro que sigue siendo un país colonizado (la administración USA, riéndose una vez más del “libre comercio”, acaba de amenazar directamente con represalias a las compañías que participan en la construcción del gaseoducto, detectándose incluso hostigamiento militar al mismo).
- Ha llamado “asesino”a Putin, lo que en términos diplomáticos equivale a solamente medio escalón previo a una declaración abierta de guerra. Presiona cada vez más las fronteras rusas a través de la OTAN, poniendo en alarma tanto al Báltico (e incluso las latitudes polares) como a la Europa oriental, también desestabilizando el Cáucaso.
- Se permite invitar a China a su casa (Alaska) para acto seguido ponerse a insultar a los diplomáticos chinos sobre supuestas violaciones de derechos, sobre todo en territorio uigur (claro, los emisarios norteamericanos se cuidaron mucho de comentar cómo EE.UU. lleva infiltrando desde hace años redes terroristas y paramilitares en ese territorio para desunir China).
- Ha amenazado con sanciones a India si no revierte la compra y despliegue de misiles rusos S-400.
- Quiere renovar la unión contra Irán para doblegar a ese país y cortar el núcleo vital de la Ruta de la Seda china.
- Asedia a la propia China en el mar que la envuelve.
- Amenaza a Corea mediante nuevas maniobras militares navales.
- Frena la retirada de tropas de Asia occidental, y en el caso concreto de Siria (donde ocupa ilegalmente sus pozos petrolíferos), pretende reactivar la guerra con nuevas infiltraciones de paramilitares y yihadistas en el país.
- Está gestando una intervención contra Venezuela a través de tropas irregulares, paramilitares, narco-bandas y grupos delincuentes armados, con la colaboración del ejército colombiano, en la frontera entre ambos países.
- Pero lo más descabelladamente peligroso de todo es que está activando una nueva escalada bélica en Ucrania, de ominosas consecuencias. El ejército ucraniano ha comenzado a desplegar masivamente sus sistemas de cohetes de lanzamiento múltiple en Donbass, para atacar las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, a las que vuelve a hostigar desde hace semanas. Y, más grave aún, ya ha declarado su intención de ir a por Crimea. Todo eso tras recientes conversaciones de alto nivel entre funcionarios estadounidenses y ucranianos. EE.UU. está abasteciendo de armas a Ucrania, al tiempo que despliega algunas de sus más mortíferos aparatos de combate en la zona.
Esto marca un peligro inminente de guerra total, especialmente sobrecogedor para las sociedades europeas, dado que Rusia parece tener superioridad militar sobre la OTAN. De desencadenarse un enfrentamiento podría destruir Europa en breve tiempo. Mientras, EE.UU. quedaría una vez más lejos del escenario bélico.
Antes de seguir, dejemos claras unas cuantas cosas:
En un capitalismo globalizado pero carente de una entidad política territorial global (algo así como un Estado mundial), buena parte de las estrategias de mando vienen ejercidas directa o indirectamente por la potencia dominante, un hegemón que se encarga en mayor medida que ningún otro de crear o recrear, organizar y dirigir el conjunto de instituciones mundiales necesarias para la regulación global del sistema. Este sistema, el capitalista, sólo muy casualmente puede procurar “bienestar” y mejoras a las poblaciones del mundo, puesto que su principal fin es la reproducción ampliada de capital a través de altas tasas de beneficio empresarial. EE.UU. como potencia hegemónica, es el principal valedor de esa acumulación de capital y del beneficio privado de la clase capitalista, al coste que sea. Por eso, entre otras muchas cosas, a EE.UU. lo único que le preocuparía de los DD.HH. es que en realidad se cumplieran. De ahí que haya promovido y mantenido dictaduras en todo el planeta, desde las del Cono Sur americano, hasta las monarquías salvajes del Golfo, pasando por la Sudáfrica del “apartheid”. Por eso su principal aliado y destinatario de apoyo financiero-político-estratégico es Israel, el Estado que comete más violaciones de resoluciones de la ONU, que practica un sistemático ‘apartheid’ y limpieza étnica, que se basa en una constitución racista, que practica sistemáticamente el terrorismo y que es un continuo peligro para toda Asia occidental. Por eso tiene como aliado a Turquía, miembro de la OTAN, otro plusmarquista en limpiezas étnicas y en terrorismo contra su propia población y las adyacentes. Por eso su principal receptor de “ayuda” en América es Colombia, campeón del terrorismo de Estado, con matanzas sistemáticas de su población, y causa de un creciente riesgo de desestabilización de toda la región (ver este excelente informe al respecto: https://isrobinson.org/investigaciones/la-construccion-de-una-zona-de-guerra-difusa-en-la-frontera-colombo-venezolana/).
En cuanto al capítulo de invasiones y destrozo de países, estas han sido las intervenciones militares directas de EE.UU. (solo o con la OTAN) tras la caída de la URSS:
Irak (1991): con sanción de la ONU
Somalia (1993): EE.UU. y algunos “aliados”, con sanción de la ONU
Yugoslavia (1995): OTAN, sin sanción de la ONU
Afganistán y Sudán (1998): ataque unilateral de EE.UU.
Yugoslavia (1999): OTAN, sin sanción de la ONU
Afganistán (2001): OTAN, sin sanción de la ONU [dura hasta hoy]
Irak (2003): EE.UU. y algunos “aliados”, sin autorización de la ONU
Pakistán, Yemen, Somalia (2002): ataques con aviones no tripulados, sin autorización de la ONU [dura hasta hoy]
Libia (2011): intervención de la OTAN, con sanción de la ONU
Siria (2014): EE.UU. – OTAN [dura hasta hoy]
Intervenciones que Arthur K. Cebrowski, almirante y director de la Office of Force Transformation in the U.S. Department of Defense, concibió hechas sobre “países desechables” a los que había que destruir sus estructuras estatales.
Fundamentalmente están en el punto de mira del hegemón aquellas formaciones sociales que se encuentran dentro del espacio territorial o la zona de seguridad de lo que fue la URSS y de sus alianzas. También los países susceptibles de consolidar la Ruta de la Seda china.
En cuanto al propio continente americano, recientemente, EE.UU. ha promovido golpes de Estado judiciales, con intervención de fuerzas policíaco-militares, en Paraguay, Brasil, Bolivia y Honduras. Ha destruido casi toda Centroamérica (a la que invadió o dio golpes de Estado en repetidas ocasiones en el siglo XX), con guerra contrainsurgencia, bandas paramilitares, promoción de Estados de terror y bandas de delincuencia armada por doquier, consiguiendo un empobrecimiento brutal de las poblaciones que ahora se le vuelve en forma de “caravanas migrantes”, masas desesperadas huyendo de la miseria y la muerte.
Dentro de esa estrategia de muerte se incluyen las llamadas guerras de cuarta generación o “híbridas”, que combinan el uso de la presión político-económica, los “levantamientos populares” y el terrorismo en sus diferentes expresiones (operaciones subversivas, actuaciones clandestinas y de falsa bandera, guerra por delegación…), incluida la utilización de cuerpos armados irregulares y redes terroristas potenciadas o creadas ad hoc. Se usa también la propaganda mediática, la cibernética y la inteligencia artificial. En buena parte con la inestimable ayuda de Gran Bretaña y su BBC.
Todo esto en un contexto histórico de decadencia capitalista, de crisis estructural sistémica sin perspectivas de recuperación sostenida.
Tenemos, entonces, un capitalismo degenerativo más una potencia hegemónica en declive: una situación perfectamente explosiva. Máxime si consideramos que esa potencia se niega a ser superada y se ha convertido en un monstruo que se revuelve contra todo, incluida su propia población, cada vez más parte de la cual queda ajena los mínimos derechos de ciudadanía [un peligro para el mundo como ya se indicó en EEUU contra el mundo (y contra sí mismo) – Dominio público (publico.es)].
Pero hay también un actor secundario, a la par triste y vil: la UE. Este “supra-Estado” paradigma de la institucionalidad del capitalismo financiarizado, ha decidido seguir sumisamente todos los planes del decadente hegemón, aun a costa de sus intereses vitales. Uno y otros están haciendo de las sanciones político-económicas su principal razón contra países emergentes a los que ya no pueden dominar con el “libre mercado”. Un arma de guerra sucia.
Alegan los líderes y lideresas de la UE que esas sanciones son para hacer respetar los Derechos Humanos. Sería para reír si detrás de eso no hubiera tanta muerte y dolor.
Si quieren sancionar a alguien por no cumplir con los Derechos Humanos, ahí tienen a EE.UU. por las acciones descritas. Si quieren un caso como el de Navalni, pero esta vez cierto, ahí tienen a Assange, perseguido, encarcelado y torturado por denunciar con pruebas los crímenes de EE.UU. (ante el apabullante silencio y complicidad de la mayor parte de la “prensa libre occidental”). Si quieren hablar sobre torturas, ahí tienen Guantánamo (además de las decenas de centros de tormento “clandestinos” que USA mantiene en todo el mundo, a veces a bordo de barcos de guerra). Pero parece que a la servil dirigencia europea no le salen los colores cuando se inventa excusas.
Desesperadas ante el caos sistémico que generan, con debacle económica incluida, y ante su inocultable ineptitud para salvaguardar ni siquiera la salud de sus poblaciones frente a la actual pandemia, las elites del capital global han anunciado en el último Foro Económico Mundial, el Gran Reinicio del capitalismo. Una vuelta de tuerca a la pérdida de democracia, al control poblacional, a la precarización de los mercados laborales, al empobrecimiento generalizado, al deterioro ambiental. Las mismas elites lo anuncian como la convergencia de los sistemas económicos, monetarios, tecnológicos, médicos, genómicos, ambientales, militares y de gobierno. En términos económicos y de política monetaria, el Gran Reinicio implica una consolidación de la riqueza, por un lado, y la probable emisión de una renta básica universal, por otro, para “mantener” a poblaciones sin empleo. Podría incluir el paso a una moneda digital, con una centralización de las cuentas bancarias y de los Bancos, una fiscalidad inmediata en tiempo real, tipos de interés negativos (cobrando cada vez más por tener dinero en el Banco) y una vigilancia y un control centralizados del gasto y la deuda. El Gran Reinicio significa también la emisión de pasaportes médicos, pronto digitalizados, incluyendo la historia médica, la composición genética y los estados de enfermedad. La covid-19 está suponiendo un entrenamiento ideal para que las poblaciones acepten cosas así. El Gran Reinicio acentúa además la guerra como instrumento económico, geoestratégico y de relaciones internacionales, especialmente contra Rusia y China.
Como es obvio, lo que está provocando de momento, por reacción, es un mayor acercamiento entre esos dos países, que intentan tejer también una diplomacia constructiva como contrapeso al caos. China acaba de estrechar lazos estratégicos con Irán; ha propuesto una coordinación con los países árabes, tentando también a Turquía para que se vuelva hacia Asia, y mostrando a India el interés de la Ruta de la Seda, basada en el comercio, la economía productivo-energética y, en definitiva, el beneficio mutuo. Rusia es una potencia energética, fulcro ya insoslayable de Eurasia.
Lamentablemente, todo indica que la UE ha decidido suicidarse al lado del hegemón en decadencia. Irse por el mismo sumidero de la historia que él. Eso quiere decir que la diplomacia “occidental” queda confinada cada vez más a acciones de guerra. Es decir, se niega a sí misma como “diplomacia”. Una loca “estrategia” que acerca precipitadamente al enfrentamiento militar y que pone en riesgo al planeta entero. Una nueva “Guerra Fría” con cada vez más posibilidades de convertirse en caliente y que se ceba en las propias poblaciones europeas como víctimas de otra guerra que acompaña indisociablemente a la anterior: la guerra de clases.