Hace un par de semanas, el ejército ucraniano de la OTAN fingió una operación militar de envergadura en la región de Kherson, en el sur del Donbass, sólo para lanzar un ataque relámpago en el norte, en Kharkov, donde ocupó sin resistencia miles de kilómetros cuadrados de territorio. Luego de que los generales rusos se jactaran de haber defendido con éxito el sur -el último eslabón de territorio que comunica a Rusia con la península de Crimea- , un nuevo asalto de Ucrania-OTAN tomó una parte de la misma Kherson. La anexión de las regiones de Lugansk y Donesk, votada por la Duma rusa, quedó puesta en ridículo. El vocero de prensa de Putin tuvo la ocurrencia de informar que desconocía los límites geográficos de los territorios anexados, que han ido cambiando de mano y que es objeto de una ofensiva fulminante antes de que comience el invierno. La Duma de Putin ha sido incapaz de definir en términos exactos el territorio que pretende anexar.
La OTAN no solamente ha explotado a su favor la extensión de las líneas de suministro del ejército ruso para atacar sus puntos más débiles y romper su cadena logística. El generalato ruso ha respondido a cada ataque de la OTAN con uniforme ucraniano, mediante la retirada. El sueño de Putin se ha hecho realidad: tiene un cuerpo de oficiales de características zaristas. La incompetencia del alto mando del Kremlin es objeto de furiosas críticas en los medios de comunicación de Rusia. En estas condiciones, no debiera sorprender que la convocatoria a nuevos reclutas haya sido respondida con la deserción. La oligarquía de Moscú busca nuevos contingentes en las naciones más pobres de la Federación y entre los sectores empobrecidos, como hacía Nicolás “El Sangriento” en la guerra contra Japón. El colapso político del régimen putiniano se encuentra a la orden del día. Algunos ‘ensayistas’ de Occidente ya aventuran que el desplome de Putin podría iniciar una desintegración nacional de Rusia y una guerra mundial de mayor alcance por la apropiación de sus despojos.
Los reveses de Rusia en Ucrania han puesto en la agenda la posibilidad del inicio de una guerra nuclear; Putin lo ha planteado abiertamente. En la prensa se menta la utilización de bombas atómicas “tácticas”, a usar en el frente de batalla, como si esto no fuera el inicio de una guerra nuclear. El efecto radioactivo de esos artefactos ‘menores’ alcanzaría a gran parte de Europa y, alternativamente, a Rusia. La respuesta de la OTAN a esta amenaza catastrófica ha sido la complicidad. Tanto Biden como su secretario de Estado, Anthony Blinken, advirtieron que Putin estaba ‘bluffeando’ o que recibiría una réplica adecuada a la circunstancia. Los estados mayores de la OTAN están simulando modelos de un eventual uso de armas nucleares. Aunque pareciera obvio que la OTAN pretende el retiro de Rusia de Ucrania, no ha dicho si pretende obtener ese objetivo por medio de un acuerdo político o una rendición. Es decir que sólo admitiría una capitulación de Putin. Esto es alentar que se sucedan ataques nucleares y ulteriormente la capitulación. Entre “un acuerdo de Versalles” (1918), que de todos modos produjo el desangre financiero de Alemania, y la ocupación de Berlín (1946), Biden acaricia esta alternativa, aunque lleva a una guerra nuclear ‘corta’.
Abonan esta estrategia política los atentados sufridos por los gasoductos NordStream 1 y 2, encargados de abastecer de gas a la Unión Europea. Jeffrey Sachs, un alto miembro del establishment norteamericano, acaba de presentar pruebas de que esos ataques terroristas fueron ejecutados por EE. UU. y Polonia. Sachs dirigió el equipo de economistas que planificó la privatización de la propiedad estatal de la Unión Soviética en tiempo record. No es un “outlier” –un ‘rebelde sin causa’ de la élite-. El significado de esos sabotajes es estratégico, porque pone fin a cualquier posibilidad de que un acuerdo de cese de la guerra permita reanudar la provisión de gas a Europa de parte de Rusia. Sin un ancla económica internacional en Europa, Rusia enfrenta la desintegración nacional. China no puede funcionar como un sustituto estratégico de Europa, porque no está en sus planes cortar lazos con la economía mundial. El fracaso de Rusia en Ucrania ya ha producido un distanciamiento con la camarilla de Putin.
Los sabotajes de EE. UU. y Polonia a los dos gasoductos colocan a la Unión Europea bajo la dependencia de la provisión de gas de ultramar, varias veces más caro que el ruso, y de las gasieras norteamericanas (gas no convencional). La guerra de Estados Unidos contra Rusia apunta a una recolonización de Europa. El imperialismo norteamericano apunta a una capitulación de Putin, no a un retiro de Rusia de Ucrania por medio de un acuerdo con Rusia.
En esta línea extrema de la guerra de la OTAN, la crisis europea no cesa de agravarse. Alemania acaba de establecer un presupuesto de 200.000 millones de euros para subsidiar el precio de gas de hogares y empresas. No sólo es una parva de dinero que no pueden reunir los socios de la UE, sino que satura el mercado internacional de capitales, porque los subsidios se financiarán por medio de deuda. Es lo que intentó hacer Liz Truss, cuando Gran Bretaña no tiene espaldas para tomar deuda internacional de envergadura, acompañada de una reducción de los impuestos a las ganancias y a los ingresos de los grandes capitales, sin recurrir a un aumento severo de la tasa de interés. El gobierno de Biden ha iniciado una política de suba violenta de tasas de interés, para financiar a EE. UU. con más deuda internacional y capturar los excedentes comerciales y el ahorro del resto del mundo. Por primera vez desde 2005, la cuenta de capital en América Latina es negativa, debido a la salida de 70.000 millones de dólares en lo que va de 2022. La guerra imperialista mundial tiene un efecto demoledor sobre las naciones más débiles y sobre la masa de los trabajadores.
La guerra solamente puede terminar mediante la destrucción del imperialismo y la victoria del socialismo. Acuerdo o rendición, el escenario bélico se agravará, a la par de la crisis mundial y de las rivalidades capitalistas. Por primera vez se presenta el riesgo de guerra atómica, en primer lugar porque es un peligro que emerge de la guerra misma que se encuentra en desarrollo; en segundo lugar, por la disposición de Rusia y de la OTAN de dirimir en duelo en este terreno y preparándose para ello. Mientras la anexión de Ucrania por parte de Rusia se desmorona, la anexión de Ucrania de parte de la OTAN está en auge. Estados Unidos gobierna a la OTAN como un monarca a sus vasallos. En Alemania y en la República Checa hay movilizaciones crecientes contra la guerra. En Francia y en Gran Bretaña especialmente hay grandes huelgas contra la carestía, la desvalorización de salarios e incluso el empleo. Lo mismo en Estados Unidos. América Latina es un polvorín.
Es urgente una movilización sistemática contra la guerra. Las consignas: Abajo la guerra imperialista. No a la guerra nuclear –crimen de lesa humanidad. Por la unión internacional de los trabajadores, por un gobierno de trabajadores.
¿Ha humillado EEUU a China? ¿Ha debilitado a Xi Jinping? Aparentemente, sí. En el juego entre realidad y apariencia, los norteamericanos son enormemente creativos. Lo suyo es construir escenarios que a veces se superponen y a veces no. El primero es siempre el de la realidad, los hechos sociales en sentido estricto. El otro gran escenario es el mediático-cognitivo, que consiste en inventar “hechos comunicacionales” que reconfiguran los hechos sociales, los enmarcan y los interpretan según su voluntad política. La clave, al final, es imponer una determinada lectura de esa realidad.
El momento del asesinato extrajudicial del jefe de lo que queda de Al Qaeda no es casualidad, acompaña al mensaje que la Administración norteamericana pretenden enviar al hemisferio oriental junto con la Presidenta de la Cámara de los Representantes, la señora Pelosi: EE.UU es un actor determinante del área Asia-Pacífico (ahora hábilmente rebautizada como Indo-Pacifico) y no consentirá que surja una potencia que cuestione su dominio e influencia. El asesinato de Al-Zawahiri es el toque comunicacional, el elemento cinematográfico que refuerza la imagen de suficiencia y de poder: los que se enfrentan a la gran potencia (auto) elegida lo pagan siempre. El brazo largo justiciero del imperio del norte alcanza a todos los enemigos estén donde estén; antes o después.
Es enternecedor como la comunidad internacional ha asumido la “diplomacia de los drones de la muerte” como un modo normalizado de hacer política internacional de las diversas administraciones norteamericanas. El presidente Obama fue un consumado maestro en el uso de este dispositivo punitivo extrajudicial, sobre todo en Pakistán, donde varios miles de personas -mayoritariamente inocentes, niños y niñas incluidos- fueron asesinados para mayor gloria de la justicia norteamericana. No sabemos si estas gestas tuvieron mucho que ver con su designación como Premio Nobel de la Paz en el 2009; desde luego ayudaron a esa imagen de hombre de paz y digno defensor de los derechos humanos, Guantánamo mediante. La Comunidad Internacional es esto, los medios globales nos garantizan su imparcialidad y su delicado equilibrio. Occidente en todo su esplendor y poder.
Se han dado muchas interpretaciones al viaje de Nancy Pelosi a Taiwán; también sobre la respuesta inmediata y a futuro del gobierno chino. Se ha hablado de que la presidenta de la Cámara de los Representantes de EE.UU ha actuado por iniciativa propia buscando rendimientos electorales internos. Sobre la posición de Biden hay diversas interpretaciones. La más creíble viene a decir que, en un primer momento, mostró dudas, pero que rápidamente fue convencido por su equipo de que era un buen momento para enviar una señal de firmeza a China y, en general, a los países asiáticos que mantiene actitudes ambiguas o dubitativas. Pronto se sabrá todo. La reacción de China está siendo muy fuerte. Primero, político militar y, en segundo lugar, económica y comercial. Se nota rabia y un plus de frustración que hay que tener siempre en cuenta y, en el caso de China, mucho más.
Creo que este incidente político diplomático tendrá profundas consecuencias y marcará de forma duradera la política exterior e interior de China. ¿Por qué? La actitud de la Administración norteamericana es rotunda: para defender su control y dominio de la zona está dispuesto a usar todos los instrumentos disponibles, incluidos los militares en un sentido que incluye directamente los dispositivos estratégico-nucleares. Creo que esto es lo que no se entiende y no se quiere entender por las élites políticas e intelectuales europeas. EE.UU va a por todas y no se parará hasta derrotar a aquellas potencias emergentes que cuestionan su hegemonía. Esto lo aprendió Putin hace años y hoy lo está viviendo directamente Xi Jinping.
El debate ahora gira sobre la irresponsabilidad, la falta de experiencia y desconocimiento de la historia del actual equipo dirigente norteamericano. Hay verdad en esto, pero, desgraciadamente, la realidad se impone más allá de las ilusiones y de las buenas intenciones. El incidente de Taiwán clarifica mucho la guerra en Ucrania, a saber, el objetivo real es China y la guerra de la OTAN contra Rusia responde a una estrategia global muy pensada y organizada.
Conforme pase el tiempo las cosas se verán con más perspectiva y las nubes se irán dispersando. A la hora de posicionarse sobre los conflictos del presente se comenten dos errores de grandes dimensiones: a) no tener en cuenta que la correlación de fuerzas a nivel mundial está marcada por el dominio, el control económico y político-militar de EE.UU. Ellos son los que mandan y los que imponen un determinado orden a través de un juego, más o menos explícito, entre un poder blando, un poder estructural y un poder duro, expresado en los benévolos términos de su academia; b) eludir sistemáticamente que existe una fuerte asimetría de poder punitivo-militar entre el imperialismo colectivo de Occidente y el resto del mundo, incluidas las potencias emergentes y una Rusia en reconstrucción. Esto ha sido evidente desde la II Guerra Mundial y se ha hecho determinante después de la disolución del Pacto de Varsovia.
EE.UU es el único país que puede ser calificado de imperial: sus 800 bases militares en más de 80 países; la cualidad y composición de su estructura militar organizada para el dominio de los mares y la pronta disponibilidad de fuerzas expedicionarias capaces de intervenir decisivamente en cualquier lugar del mundo; el enorme poder económico del complejo militar-industrial y tecno-científico; una política de alianzas que, de facto, le sirve para subordinar y dirigir las fuerzas armadas de sus aliados, como la OTAN; las dimensiones enormes de su gasto militar. Se podría continuar. No todos son iguales. Unos mandan y otros se sublevan contra ese dominio.
El eje central de la política exterior norteamericana desde Bush padre ha consistido en impedir que pudiese emerger una potencia económica, política o militar con poder suficiente para cuestionar la hegemonía norteamericana en el mundo y las instituciones internacionales que lo mantienen y reproducen. No tengo ninguna duda de que esto es conocido por la dirección de China y que, de una u otra forma, guía su acción política. Lo que queda claro después de la guerra de Ucrania y del calculado incidente de Taiwán es la férrea determinación norteamericana para impedir la transición hacia un mundo multipolar, cueste lo que cueste, usando todos los instrumentos disponibles desde la guerra económica a la tecnológica, pasando por los conflictos híbridos, las operaciones especiales y el uso a fondo de las nuevas tecnologías basadas en la inteligencia artificial y la colonización del ciberespacio.
La ingenuidad no cabe ya en un mundo que vive un largo y tortuoso interregno entre un viejo orden organizado, dirigido por EE.UU y un nuevo orden que está emergiendo en torno a las grandes potencias orientales, con una Rusia que se vuelve hacia a Eurasia y rompe ataduras con una Unión Europea subalterna, siempre dispuesta a desaparecer como sujeto político a la mayor gloria de los EE.UU. El verdadero debate, el que divide realmente a las fuerzas políticas, tiene que ver con esto: si se está con el viejo orden imperial y colonial o con el nuevo que se está construyendo, como siempre, en condiciones dramáticas. Cuando se ahonda, se ve con mucha claridad que, para una parte sustancial de los partidos europeas, su orden es el orden vigente, la “Pax norteamericana”, la que se está cuestionando en todo el mundo. Dicho de otra forma, las clases dirigentes europeas prefieren cobijarse tras la fuerza de los EE.UU que ser parte autónoma y actor definitorio del muevo mundo que está emergiendo.
Se discute mucho en estos días sobre el fracaso de las sanciones económicas decretadas por la OTAN contra Rusia y sobre sus capacidades militares y tecnológicas. No es el momento para entrar a fondo en esta cuestión. Más adelante lo haré. Me interesa mucho más un asunto al que se han referido con fuerza Pepe Escobar, Michael Hudson y, sobre todo, Alastair Crooke: el poder de los EE.UU ya no es el que era; ya no son capaces de obligar al estricto cumplimiento de sus exigencias al resto del mundo, ni siquiera a aliados más antiguos o modernos. Llegan a donde llegan, es decir, al viejo Occidente imperial y colonial, basado en los protectorados político-militares de Japón, Corea del sur y Alemania/Europa. En palabras de un conocido diplomático de Singapur y antiguo Presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Kishore Mahbubani: “los inflexibles líderes de Occidente deberían repetirse una estadística cada noche antes de irse a dormir, Occidente solo comprende el 12% de la población mundial”. El mundo está cambiando mucho y rápidamente; es más, las sanciones contra Rusia -y en parte contra China- están acelerando su declive en sus dos elementos constitutivos, el dólar y el “Séptimo de Caballería”.
La lucha por la paz hay que situarla en esta vertiente entre un orden unipolar en crisis y un mundo multipolar en desarrollo acelerado. Lo decisivo es que esta lucha por la paz debe tener un contenido antiimperialista y contra su instrumento político militar que es la OTAN. ¿Por qué? Hay que subrayarlo de nuevo: lo viejo no acepta la emergencia pacífica de lo nuevo, no acepta el fin del dominio despótico de Occidente. El equipo que dirige hoy EE.UU juega con un supuesto que nos sitúa permanentemente al borde del abismo y es que los “otros” nunca usarán su fuerza nuclear y, por lo tanto, ellos pueden seguir abusando de su clara y nítida superioridad militar. El objetivo de la lucha por la paz es un nuevo orden internacional multipolar, democrático, justo e inclusivo. La apuesta es impedir que la derrota del imperialismo colectivo de Occidente acabe en un invierno nuclear.
Se trata de una victoria más de EE.UU, como la de Irak, Libia o Afganistán. Una clara y nítida victoria pírrica. Se dice que el rey de Epiro, Pirro, después de su victoria sobre los romanos llegó a decir aquello de “otra victoria como esta y volveré solo a casa”. Andrei Martyanov con su áspera ironía lo venía a resumir así: gratitud a la señora Pelosi por unir aún más a la dirección china con sus ciudadanos; gratitud por fortalecer y desarrollar la unidad entre Rusia y China. El mundo no es el que era.
Si alguien ha interpretado el cese del fuego de facto firmado por Rusia, Ucrania y Turquía, para facilitar la salida del grano de Ucrania, como un comienzo de des-escalamiento del conflicto, es porque no ha entendido el carácter irreversible de la guerra incitada por la OTAN y la tendencia a abarcar mayores geografías e intensificar la crisis social internacional.
El acuerdo para desminar el Mar Negro y habilitar corredores marítimos para transportar los cereales del puerto de Odesa a los del Mediterráneo es, bien mirado, una operación bélica. Putin ha aceptado el arreglo para mantener la semi-neutralidad de países como Turquía y Egipto, y varios otros en Asia y África, que dependen de los alimentos de Ucrania y de Rusia. En varios casos, la dependencia es del 70 y el 80%; en casos como China, el beneficio deriva de la caída que este pseudo acuerdo habrá de provocar en los precios del trigo y del maíz, para consumo humano y animal. La salida del cereal y de los fertilizantes de Rusia es todavía más complejo, porque conlleva operaciones financieras que están bloqueadas por las sanciones de la OTAN contra Rusia. Para superar este obstáculo se organizaría un sistema de pagos a la medida de este comercio. Los fertilizantes de Rusia tienen una importancia estratégica para el agro comercial internacional; Bolsonaro ha boicoteado las sanciones contra Rusia para conseguir los insumos que necesita el agronegocio brasileño. El cese del uso de fertilizantes en Sri Lanka provocó, junto con una deuda pública impagable, la rebelión popular de las recientes semanas.
El arreglo para un cese del fuego circunscripto es por 120 días – el tiempo de evacuación de la cosecha ensilada. El proceso portuario y marítimo operará bajo el control de los países firmantes. El costo será superlativo, salvo que la OTAN subsidie a las compañías que deben asegurar las cargas para que el transporte sea viable. Turquía pasa a jugar un rol relevante, porque de ella depende el paso por el Bósforo, que está sujeto a tratados internacionales suscriptos hace cien años. Al día siguiente de aprobar el cese del fuego, misiles de precisión de Rusia destruyeron instalaciones del puerto de Odesa, señaladas como militares. La flota rusa continuó con el bombardeo del territorio bajo control del gobierno oficial de Ucrania, desde el Mar Negro. Más allá de la cuestión alimentaria, en la punta sur de Ucrania se encuentra Crimea y la base naval rusa de Sebastopol. El gobierno de Zelensky ha anunciado la intención de recuperar Crimea y el puerto, y destruir incluso el extendido puente que Putin hizo construir entre Rusia y Crimea. El gobierno ruso advirtió, en términos claros, que cualquiera de esos propósitos sería repelido con armas nucleares. Crimea ha sido objeto de dos guerras en el pasado, con la intervención de la Rusia zarista, del califa otomano y de Gran Bretaña y Francia. La salida de los cereales procurará al Tesoro de Ucrania mil millones de dólares. Serán destinados a sufragar los costos de la guerra que ha emprendido por cuenta de la OTAN. Lejos de la desescalada la guerra se ha intensificado y el número de estados vinculados a ella ha aumentado.
Putin y sus funcionarios han dejado clara la intención de ocupar el conjunto del sureste de Ucrania, el control del Mar Negro y recuperar la conexión terrestre con Crimea. Ha anunciado un referendo separatista en la ciudad sureña de Kherson. El objetivo estratégico, sin embargo, es la ocupación completa de Ucrania en un período de tiempo condicionado. Estados Unidos y la OTAN tienen su propio objetivo estratégico, que fue definido de entrada -la derrota de Moscú y el cambio de régimen en Rusia-, en tiempos también condicionados. Frente a los acontecimientos en el terreno, EE.UU. ha comenzado a enviar a Kiev sistemas de defensa antiaérea, lo que implica una alteración cualitativa en el conflicto. Es que Washington había reiterado que no cruzaría el umbral de otorgar tecnología militar propia de avanzada a Kiev, para evitar que se lo interprete como un involucramiento directo en el terreno. En función de lo que el diario The Wall Street Journal llama “un abordaje consistente”, el Pentágono ha comenzado a enviar a Ucrania aviones de reconocimiento y ubicación de objetivos, y por otro lado drones para atacar las líneas de abastecimiento del ejército ruso y misiles de largo alcance. Ahora discute la provisión de aviones de combate, como los F-15 y F-16, así como también los HIMARS, sistemas de misiles guiados tierra-aire. En base a esto, Zelensky ha anunciado “una contraofensiva” para retomar la ciudad de Kherson. En el norte, desde la ciudad de Kerkhov, este armamento podría golpear territorio ruso. Rusia no le va a la zaga –tiene drones que han sido calificadas de “enormemente” capaces y cohetería de precisión sin par-. El teatro militar de la guerra se ha expandido en forma sustancial.
El involucramiento de Turquía, miembro de la OTAN, en la guerra es significativo. Mientras actúa como mediador del ‘cese del fuego’ cerealero, ha provisto a Ucrania de un arsenal de drones. Ocupa un lugar fundamental por el control que ejerce en los estrechos del Mar Negro al Mediterráneo. Juega estas piezas en distintos escenarios. Por de pronto, ha reafirmado la decisión de avanzar en la ocupación del norte de Siria, contra los territorios kurdos, aprovechando la atención que ocupa la guerra en Ucrania. Desarrolla un juego de extorsiones con Putin, que sostiene al régimen de Bashar al Assad. Con Líbano en estado de disolución podría discutir un protectorado de la región con Israel. La guerra en Ucrania ha cambiado el escenario en el Medio Oriente. De otro lado, Turquía ha ganado a su lado a Azerbaiyán, una ex república soviética musulmana, y una formidable potencia petrolera. Este país constituye una de las alternativas de abastecimiento ante el boicot de la OTAN al petróleo ruso. Ejerce otra extorsión más, pues reclama la cesión de islas de Grecia en el Mar Egeo, otro país de la OTAN, y se prepara para su ocupación militar.
Más importante, sin embargo, es el escenario en el otro bajo vientre de Rusia –el Asia Central-. Kazajistán no ha apoyado la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Ha adherido, sin embargo, a las sanciones de la OTAN contra Rusia y procura incrementar las exportaciones de petróleo (es un gran productor) por vías alternativas. No ha reconocido a las regiones separatistas ocupadas por el ejército ruso. Aunque adhiere con las otras ex repúblicas soviéticas musulmanas a un pacto estratégico con Moscú, busca un acercamiento con Turquía y con China. Tiene acuerdos de inversiones con Estados Unidos y acuerdos políticos de distinto alcance. Con Azerbaiyán y Georgia, pretende revivir el Corredor del Medio, a través de Asia Central. La actividad comercial en los puertos del Mar Caspio ha crecido mucho. Turquía y Estados Unidos, por vías separadas, aunque en el marco de la OTAN, desafían la dominación de Rusia en su patio interior de Asia Central -en otro escenario de rivalidad con la República Popular China-.
Mientras esto ocurre en el campo de la diplomacia político-militar, la crisis social y política en Europa se aviva como consecuencia de la guerra. La Unión Europea se apresta a un racionamiento del gas, como consecuencia del daño que se autoinflingió al ceder a las presiones de Washington para cerrar el gasoducto Nordstream 2, que fue el detonante final de la guerra de la OTAN. La escasez de gas paralizaría industrias enteras en Europa, como en el caso de la química y la siderurgia, por lo tanto la automotriz. El gobierno alemán ha anunciado la intención de dar prioridad al abastecimiento de la industria en perjuicio del residencial, en medio del duro invierno en el norte de Europa. Alemania enfrenta un desafío estratégico mayor, como es el de reconvertirse de potencia industrial mayormente civil, en potencia mayormente militar –la industria militar alemana se encuentra instalada en terceros países-. Junto con Japón habrá de reclamar una participación más decisiva en el período de guerras que se desarrolla en el momento actual. El frío del invierno alemán será políticamente muy caliente.
Las caídas de Johnson, en Gran Bretaña, y de Draghi, en Italia, están directamente conectadas a la guerra imperialista mundial en presencia. Son, sin embargo, síntomas preliminares de crisis políticas mayores. La guerra imperialista se combina con la implosión de una burbuja financiera sin precedentes, que se fue acumulando desde la crisis mundial de 2007/8. Las deudas públicas y privadas, que han crecido en forma astronómica, se han convertido en definitivamente impagables. Una ola de quiebras es inevitable, así como de defaults de numerosos países. Luego de Sri Lanka se alinean Pakistan y Argentina, y enseguida después Turquía, cuyo inmenso protagonismo en la guerra obedece a la necesidad de conseguir una válvula de escape al desplome económico y político. Compite con Argentina en cuanto a la tasa de inflación anual, aunque a un ritmo aún más vertiginoso. El derrumbe económico ha sido siempre el dínamo de las guerras imperialistas.
Las sanciones económicas descomunales aplicadas por la OTAN a Rusia han llegado a su punto máximo. Eventualmente, el golpe catastrófico que representan para Rusia se hará sentir indudablemente. Pero ahora mismo su poder bélico se ha agotado, mientras que, por el contrario, su impacto destructivo sobre los ‘sancionadores’ se ha acentuado. Alemania ha debido nacionalizar a la principal distribuidora de gas, Uniper, para rescatar a sus accionistas de la quiebra. La Comisión Europea está negociando el levantamiento de las sanciones a la venta de titanio de Rusia para mantener en actividad a la gran compañía aérea Airbus, y lo mismo deberá hacer con el níquel y el paladio. Queda abierto el interrogante acerca de qué exigirá Putin a cambio. La guerra y las sanciones han aumentado la presión sobre la inflación, al punto de generar un dislocamiento económico.
Es fundamental señalar, en este marco, el giro militar que se ha producido en las relaciones entre Estados Unidos y China. Tiene que ver con la guerra de la OTAN contra Rusia. Mientras China denuncia el propósito de Washington de crear una OTAN asiática, éste ataca el “acuerdo estratégico” que han proclamado Pekin y Moscú. La guerra no solamente se extiende al conjunto del planeta. Bautizada como “guerra híbrida” se desenvuelve a un plano superior a la guerra nuclear, porque envuelve a los instrumentos de la Inteligencia Artificial, que puede ejecutar operaciones de destrucción masiva desde los bunkers de los estados mayores y del espacio exterior. La guerra ‘armamentista’ en este terreno se libra sin restricciones ni protocolos. Más prosaicamente, se desarrolla en el océano Índico y en el mar de China un enfrentamiento aéreo creciente, donde la aviación china confronta la violación reiterada del espacio aéreo de China por parte de Estados Unidos. El Pentágono ha amenazado con un ataque, incluso nuclear, contra las Islas Salomón, en caso de que estas lleguen a un acuerdo militar, incluida la posibilidad de una base militar, con China.
En un tiempo relativamente corto, todos estos desarrollos deben llegar a un punto de definición. Existe una grieta entre la marcha objetiva de la crisis, de un lado, y el ritmo de desarrollo de la experiencia de las masas, del otro. Es necesaria una implacable campaña de propaganda y agitación para colmar esa brecha, oponiendo a la guerra imperialista, la lucha de clases por la revolución socialista internacional.
O documento que saiu da cimeira da NATO de Madrid coloca a questão central da definição do “Ocidente”, que é a referência à entidade ao serviço de cujos interesse a aliança militar age; e dos valores ocidentais, aquilo que constitui o núcleo que identifica e distingue os ocidentais dos outros grandes grupos políticos, militares e económicos.
Contém uma frase decisiva, que os líderes europeus deviam esclarecer. O comunicado salienta enfaticamente: “as ambições e políticas coercitivas da República Popular da China desafiam nossos interesses, segurança e valores”.
Presume-se que os valores são os valores ocidentais. Seria importante para os cidadãos dos Estados que fazem parte da NATO, os que vão pagar as consequências destas afirmações, saber quais são para a “cúpula” da NATO representada pelo seu secretário-geral os “nossos valores” e até o que entende NATO por Ocidente.
Estes comunicados são do tipo dos textos bíblicos, exigem uma exegese, porque deliberadamente partem de afirmações que consideram dogmas, logo fora de qualquer crítica ou dúvida, ou até de confrontação com a razão. A partir de construções, nunca explicitadas, desenvolvem uma doutrina que serve para justificar interesses, que se transformam em valores.
Temos de nos entender sobre aquilo que pagamos e em última instância nos pode obrigar a lutar e a morrer.
Originalmente a expressão Ocidente indicava a separação do Império Romano entre a parte ocidental latina e a parte oriental, dominada pelos gregos. O cisma do cristianismo de 1054 também reforçou diferença e causou diferenças determinantes na estrutura social, nas formas dominantes de poder . Por exemplo, a Rússia e a Bulgária foram convertidas a partir de Constantinopla e faziam parte do “Oriente” (há poucos anos a Bulgária foi transferida para o Ocidente com a entrada na NATO e a Rússia foi expulsa da Europa, para onde entraram os Estados Unidos e o Canadá, antigas colónias inglesas, mas já não as antigas colónias espanholas e portuguesas da América — a NATO é uma criação anglo-saxónica!).
Existem várias definições para o Ocidente, a clássica assente na religião e cultura, uma outra que remete para as potências dominantes desde a época colonial, a da dos países da NATO durante a guerra fria, a que se juntaram os que têm suas raízes históricas e culturais ligadas à Europa, a Austrália e a Nova Zelândia, antigas colónias inglesas, mas até o Japão e a Coreia, e ainda Israel.
Durante a Guerra Fria, a expressão “Mundo Ocidental” referia de maneira muito genérica os países capitalistas desenvolvidos. Aceitando como boa esta “geografia” de mundo ocidental, chega-se à conclusão que o principal valor do “Ocidente” é o lucro, e que o modo de atuar do Ocidente agir no mundo para defender os seus interesses é o da conquista de outros territórios em todo o globo e da exploração dos seus povos e riquezas.
Podemos situar o “modo de estar” do Ocidente, nas Cruzadas, no início do segundo milénio e a sua estratégia desenvolveu-se até ao presente com a expansão e conquista de outros continentes a partir do século XV, com a colonização daí resultante do continente americano e de África, e o colonialismo fruto da revolução industrial.
O Ocidente foi o centro do poder do mundo e se há um acordo sobre a sua identidade é a de no Ocidente os valores corresponderem aos interesses e vice-versa. O catolicismo, ou cristianismo romano, criara com as cruzadas a primeira grande empresa expansionista do Ocidente e a concentração do poder com a demagógica invocação de valores de justiça e bondade, sempre violados na prática. Será a matriz de atuação do Ocidente no futuro.
O grande cisma do Ocidente, a Reforma e a Contra-Reforma resultam dos interesses de grupos nacionais se assenhorearem do poder de acumular as riquezas comuns e o poder, em confronto com o papado católico. O nacionalismo do rei Eduardo VIII, que criou a igreja anglicana e o dos príncipes alemães, que apoiaram Lutero, são um belo exemplo de conjugação de interesses e valores que caraterizam o Ocidente, o Ocidente a que se refere o comunicado da NATO e que esta estende segundo os seus interesses, invocando a ameaça dos interesses de outros que, ao longo de mais de seiscentos anos (da viagem de Marco Polo) nunca ameaçaram o Ocidente, o que já não pode ser afirmado pelo Ocidente.
Presumo que o senhor Jens Stoltenberg tem uma ideia do que o seu Ocidente é, e do que é o Ocidente para a sua NATO. Convinha que nos elucidasse.
É que este comunicado marca uma viragem decisiva no interior do Ocidente, protagonizado pela NATO, pelo menos nos cartazes: A concentração do poder numa única entidade, os Estados Unidos. A União Europeia, de novo com a Grã-Bretanha (que saiu sem pagar a conta e entrou pela porta do fundo, pela mão do chefe do gangue da rua da taberna), a Austrália e a Nova Zelândia, mais Israel, são agora uma aliança global sob comando completo dos Estados Unidos. E comando completo significa uma moeda e um exército únicos, uma política de confronto com os outros espaços para manutenção de um domínio ameaçado. A NATO passou a ser um exército imperial à escala planetária para garantir acesso a matérias-primas e para manter o controlo da emissão e circulação da moeda de troca internacional.
O secretário da NATO tem alguma explicação a fornecer aos “ocidentais” sobre esta nova atribuição de funções, sobre esta expansão do negócio com abertura de frentes em todos os mares e continentes?
É curioso que quanto às ameaças da China, esta não tenha retaliado quando o Ocidente chegou ao seu território e inviabilizado a Rota da Seda, cuja versão atualizada o Ocidente quer agora torpedear e destruir! Outros tempos!
O comunicado da NATO saído da cimeira de Madrid tem uma tradução: Para a cabeça do império NATO a China passou a ser o grande competidor, que ameaça os interesses dos Estados Unidos e logo os valores porque se rege.
Também fica implícito na exigência de aumento da cota dos membros da NATO até 2% para compra de armamento que estes novos sistemas de armas não se destinam a defender a Europa, nem os valores ocidentais, mas sim os interesses dos Estados Unidos no Mundo e em particular no Pacífico.
O comunicado da NATO tem ainda uma outra leitura, que os líderes europeus deviam ser chamados a explicar: os Estados Unidos, depois de terem criado condições para provocar a guerra na Ucrânia, depois de terem envolvido a Europa nela, preparam-se para envolver a Europa, em nome do Ocidente e da NATO, num conflito com a China no Oceano Pacífico?
É isto?
Por fim, quando o seráfico secretário-geral da NATO fala em ameaças ao Ocidente resultantes da invasão russa da Ucrânia está a ludibriar os cidadãos europeus, que não têm que ser instruídos em análises de situações de combate. O exército russo está desde Fevereiro a tentar conquistar uma faixa de cerca de 150 quilómetros num movimento para ocidente. A Rússia dispõe de muito limitada capacidade de projeção de forças a grande distância, tem muito poucos porta-aviões, por exemplo, que são os sistema típico de forças atacantes e dos impérios globais — caso da Inglaterra até à II Guerra Mundial.
É evidente para qualquer oficial de estado-maior, mesmo de uma pequena unidade, que as Forças Armadas russas não têm capacidade para construir e colocar em movimento um rolo compressor que passe sobre a Polónia, a Alemanha, a França, a Espanha e chegue ao Atlântico!
A política da NATO saída da cimeira de Madrid, com o pomposo título de “Novo Conceito Estratégico” assenta nesta falaciosa premissa!
O que os líderes europeus se comprometeram foi a aumentar as despesas para pagar armas dos EUA, da Austrália, da Nova Zelândia, do Japão contra a China!
Carlos Matos Gomes: Coronel (R) e escritor, Capitão na Revolução de 25 de Abril de 1974.
Artículo de Samir Amin, escrito en Marzo de 2014, en momento que se desarrollaba el golpe de Maidan en Ucrania. Su texto explica con claridad los desafíos interiores que enfrenta hoy Rusia.
1.El escenario global actual está dominado por el intento de los centros históricos del imperialismo (EEUU, Europa Occidental y Japón: la Tríada)por mantener su control exclusivo sobre el planeta. La Tríada implementa su dominio a a través de una combinación de:
Las políticas de globalización neoliberal que permiten que el capital financiero transnacional decida solo sobre todos los temas en su exclusivo interés;
Con el control militar del planeta por parte de EE.UU. y de sus aliados subordinados (OTAN y Japón) para aniquilar cualquier intento de cualquier país que no sea de la Tríada de salir de su yugo.
En ese sentido, todos los países del mundo que no pertenecen a la Tríada son enemigos o enemigos potenciales, excepto aquellos que aceptan la sumisión completa a la estrategia económica y política de la Tríada, como las dos nuevas “repúblicas democráticas” de Arabia Saudita y Qatar.
La llamada “comunidad internacional” a la que se refieren continuamente los medios occidentales se reduce efectivamente al G7 más Arabia Saudí y Qatar. Cualquier otro país, incluso cuando su gobierno esté actualmente alineado con la Tríada, es un enemigo potencial ya que los pueblos de esos países pueden rechazar esa sumisión.
2. En ese marco, Rusia es “un enemigo”.
Cualquiera que sea nuestra evaluación de lo que era la Unión Soviética (socialista o algo cercano), la Tríada luchó contra ella simplemente porque era un intento de desarrollarse independientemente del capitalismo/imperialismo dominante.
Después del colapso del sistema soviético, algunas personas (en Rusia en particular) pensaron que “Occidente” no se enemistaría con una “Rusia capitalista” ( y que al igual que Alemania y Japón habían “perdido la guerra pero ganado la paz”).
Olvidaron, estos políticos, que las potencias occidentales apoyaron la reconstrucción de los antiguos países fascistas precisamente para enfrentar el desafío de las políticas independientes de la Unión Soviética. Ahora, habiendo desaparecido este desafío, el objetivo de la Tríada es la sumisión total de Rusia y para lograrlo necesitan destruir su capacidad de resistencia.
3. El desarrollo actual de la tragedia de Ucrania ilustra el objetivo estratégico de la Tríada.
La Tríada organizó en Kiev lo que debería llamarse un “golpe euro/nazi”. Para lograr su objetivo (separar naciones históricamente hermanas: la rusa y la ucraniana), necesitaban el apoyo de los nazis locales.
La retórica de los medios occidentales, que afirman que las políticas de la Tríada apuntan a promover la democracia, es simplemente una mentira. En ninguna parte la Tríada ha promovido la democracia. Por el contrario, estas políticas han estado apoyando sistemáticamente a las fuerzas locales más antidemocráticas o casi fascistas (en algunos casos, abiertamente fascistas) como en Croacia y Kosovo, así como en los estados bálticos y en Europa del Este, y Hungría.
Europa del Este se ha “integrado” en la Unión Europea no como socios iguales, sino como “semicolonias” de las principales potencias capitalistas/imperialistas de Europa occidental y central. La relación entre Occidente y Oriente en el sistema europeo es hasta cierto punto similar a la que rige las relaciones entre Estados Unidos y América Latina.
En los países del Sur Global, la Tríada ha apoyado a las fuerzas antidemocráticas extremas como, por ejemplo, el Islam político ultrarreaccionario y, con su complicidad, se han destruido las sociedades denIrak, Libia,Siria, Afganistán.
4. Por lo tanto, debe apoyarse la política internacional de Rusia (tal como la desarrolla el gobierno de Putin) que está resistiendo el proyecto de colonización de Ucrania (y de otros países de la antigua Unión Soviética, en Transcaucasia y Asia Central).
La experiencia de los estados bálticos no debe repetirse. También debemos apoyar la construcción una comunidad «euroasiática», independiente de la Tríada y sus socios europeos subordinados.
Pero esta política internacional rusa positiva está condenada al fracaso si no cuenta con el apoyo del pueblo ruso. Y este apoyo no puede ganarse sobre la base del “nacionalismo”, ni siquiera de un tipo de “nacionalismo” progresista positivo, no chovinista.
El fascismo en Ucrania no puede ser derrotado por una suerte de nacionlismo ruso. El triunfo sólo puede lograrse si la política económica y social interna promueve los intereses de la mayoría de los trabajadores.
¿Qué quiero decir con una política que favorezca a las clases trabajadoras?
¿Quiero decir “socialismo”, o alguna especie de nostalgia por el sistema soviético? Pienso que este no es el lugar ni el momento para evaluar la compleja experiencia soviética en unas pocas líneas. Por tanto, resumiré mis puntos de vista en unas pocas frases.
La auténtica revolución socialista rusa produjo un socialismo de estado que fue un primer paso posible hacia el socialismo; después de Stalin, el socialismo de estado se movió hacia el capitalismo de estado (explicar la diferencia entre los dos conceptos es importante pero no es el tema de este breve artículo).
A partir de 1991 el capitalismo de Estado fue desmantelado y reemplazado por un capitalismo basado en la propiedad privada, que, como en todos los países del capitalismo contemporáneo, es básicamente el dominio de los monopolios financieros, con una oligarquía (similara la oligarquías de la Tríada) que proviene en ocasiones de la antigua nomenclatura o de algunos recién llegados.
La explosión de auténticas prácticas democráticas creativas iniciada por la revolución rusa (octubre) fue posteriormente domesticada y reemplazada por un patrón autocrático de gestión de la sociedad, aunque siempre otorgando derechos sociales a las clases trabajadoras.
Este sistema llevó a una despolitización masiva y no fue capaz de controlar desviaciones despóticas y alguna veces criminales. Ahora, el nuevo patrón de capitalismo ruso se basa en la continuación de la despolitización y el no respeto de los derechos democráticos.
Tal sistema gobierna no solo a Rusia, sino a todas las demás ex repúblicas soviéticas. No obstante, este patrón de gobierno no es “democracia” en comparación con la democracia burguesa tal como funcionó en algunas etapas anteriores del desarrollo capitalista. Sin embargo, hoy no hay que perder de vista que en las llamadas “democracias de Occidente”, el poder real está restringido al gobierno de los monopolios y opera en su exclusivo beneficio .
Una política orientada a las personas implica, por tanto, alejarse, de la receta “liberal” y de la mascarada electoral asociada a ella, que pretende dar legitimidad a políticas sociales regresivas.
Sugeriría establecer en su lugar un nuevo capitalismo de estado con una dimensión social (digo social, no socialista). Ese sistema abriría el camino a eventuales avances hacia una socialización de la gestión de la economía y por ende a auténticos nuevos avances hacia una re-invención de la democracia que responda a los desafíos de una economía moderna.
Sólo si Rusia se mueve en esa línea, el conflicto entre, por un lado, la política internacional independiente de Moscú y, por otro lado, la actual política interna liberal puede tener un resultado positivo.
Este movimiento es necesario y posible : fragmentos de la clase política dominante podrían alinearse con un programa de este tipo si la movilización y la acción popular lo promueven. En la medida en que avances similares se lleven a cabo también en Ucrania, Transcaucasia y Asia Central, se podrá establecer una auténtica comunidad de naciones euroasiáticas que puedan llegar a convertirse en un actor poderoso para la reconstrucción de un nuevo sistema mundial.
5. Si el poder estatal ruso permanece dentro de los límites estrictos de la receta neoliberal aniquilará las posibilidades de éxito de una política exterior independiente y las posibilidades que Rusia se convierta realmente en un país que actúe como un actor internacional importante.
El neoliberalismo puede producir para Rusia solo una trágica regresión económica y social, un patrón de “desarrollo lumpen” y un estatus de subordinación creciente al orden imperialista global.
Si Rusia proporciona a la Tríada petróleo, gas y algunos otros recursos naturales; sus industrias quedarían reducidas al estado de subcontratación en beneficio de los monopolios financieros occidentales.
En tal posición, los intentos de actuar de manera independiente en el ámbito internacional seguirán siendo extremadamente frágiles, amenazados por “sanciones” que fortalecerán el desastroso alineamiento de la oligarquía económica rusa con los monopolios de la Tríada. La actual huida del “capital ruso” asociada con la crisis de Ucrania ilustra este peligro.
Restablecer el control estatal sobre los movimientos de capital es la única respuesta efectiva a ese peligro.
Marzo de 2014
Samir Amin, falleció el 12 de Agosto de 2018 en Paris.
Lecturas adicionales
Amín, Samir. La implosión del capitalismo contemporáneo . Londres y Nueva York: Pluto y Monthly Review Press, 2013. Amín, Samir. «Qué significa ‘radical’ en el siglo XXI». Revisión de Radical Political Economics 45.3 (septiembre de 2013). Amín, Samir. “El Fraude Democrático y la Alternativa Universalista”. Revista Mensual 63.5 (Octubre 2011). Amín, Samir. “Unidad y Diversidad en el Movimiento al Socialismo”. Revisión mensual (próximamente en la edición de junio de 2014). Amín, Samir. “Rusia en el Sistema Global”. Traducido del árabe al ruso por Said Gafourov.
La guerra de la OTAN por Ucrania es una fase de la guerra híbrida que Occidente está librando contra Rusia y cualquier país que elija un camino económico que no sea la subordinación al imperio estadounidense.
Este análisis es una presentación que la académica Radhika Desai hizo para el International Manifesto Group, titulada “La guerra de EE. UU. por Ucrania”.
El conflicto que Occidente llama la invasión de Rusia a Ucrania, y que Moscú llama sus operaciones militares especiales para la desmilitarización y desnazificación de Ucrania, no es un conflicto entre Ucrania y Rusia; es una fase de la guerra híbrida que Occidente libra desde hace décadas contra cualquier país que opte por un camino económico distinto al de la subordinación a Estados Unidos.
En su fase actual, esta guerra toma la forma de una guerra de la OTAN dirigida por Estados Unidos por Ucrania. En esta guerra, Ucrania es el terreno y un peón, uno que puede ser sacrificado.
Este hecho está oculto por la propaganda occidental de pared a pared que retrata al presidente ruso Vladimir Putin como un loco o un demonio empeñado en recrear la Unión Soviética. Esto evita cualquier pregunta sobre por qué Putin podría estar haciendo esto, sobre la justificación de las acciones rusas.
Estados Unidos, habiendo buscado sin éxito dominar el mundo , libra esta guerra para detener su declive histórico, la pérdida de lo que le queda de poder.
Este declive se ha acelerado en las últimas décadas a medida que el neoliberalismo convirtió su sistema económico capitalista en improductivo, financiarizado, depredador, especulativo y ecológicamente destructivo, disminuyendo enormemente los ya dudosos atractivos de Washington para sus aliados en todo el mundo.
Mientras tanto, la economía productiva de la China socialista tuvo un desempeño espectacular y se convirtió en un nuevo polo de atracción en la economía mundial. Este conflicto, por lo tanto, tiene largas raíces en el capitalismo decadente con sede en los Estados Unidos.
Con el declive económico, habiendo perdido las zanahorias económicas que puede ofrecer a otros países, Estados Unidos ha dependido cada vez más de su estatus imperial y sus capacidades militares.
Sin embargo, el sistema del dólar que constituye el núcleo del imperio estadounidense siempre ha sido inestable, sacudido por la negativa de los aliados a apoyarlo antes de 1971 y sacudido por la serie de financiarizaciones (expansiones de actividad financiera puramente especulativa y depredadora) que ha tenido. confiar desde entonces.
Compensar las insuficiencias de este sistema a través de la fuerza militar ha sido más fácil decirlo que hacerlo.
Estados Unidos nunca ha ganado una guerra importante, aparte de contra países pequeños como Granada y Panamá. Tuvo que aceptar la partición en Corea, fue derrotado en Vietnam y logró poco más que la destrucción en Afganistán, Irak, Libia y Siria. Este récord culminó con la ignominiosa retirada de Afganistán en agosto de 2021.
La relación real entre las fuerzas armadas que gastan sumas astronómicas y su desempeño puede parecer compleja hasta que uno se da cuenta de que su desempeño no es el tema crítico para sus financiadores y partidarios. La expansión de los mercados para ello, a nivel nacional y en el extranjero, es.
Las guerras híbridas de EE.UU. buscan frenar su declive y frenar el auge de las alternativas
Las guerras híbridas de Estados Unidos tienen como objetivo detener estos procesos de declive económico y militar, así como el ascenso de China, que está perdiendo importancia en la economía mundial y los asuntos mundiales.
Washington espera hacer esto al menos de tres maneras:
A ) Primero, Estados Unidos busca expandir las oportunidades para los cuatro sectores de actividad económica en los que las corporaciones estadounidenses conservan una ventaja:
El primero de estos sectores es el complejo militar-industrial, que depende de la expansión de la OTAN y sus requisitos de interoperabilidad para expandir los mercados y las ganancias. Definitivamente puede esperar una bonanza de pedidos, de los EE. UU. y de otros lugares, a medida que se expande la “ayuda” militar a Ucrania y los países aumentan los gastos militares bajo la nueva “unidad” y voluntad de gastar en defensa de los países de la OTAN.
El segundo es el sector de la minería y los combustibles fósiles, que durante mucho tiempo ha sido el pilar de este estado de colonos blancos. Ya se está beneficiando de la expansión de las exportaciones de energía a un mercado cautivo en Europa que ha sido persuadido de dejar de importar energía rusa mucho más barata.
El tercero es el sector de finanzas, seguros y bienes raíces (FIRE), que constituye el puntal crítico del sistema del dólar que, junto con el aparato militar de los EE. UU., respalda su proyecto imperial. Con sus niveles superiores preparados para beneficiarse de cualquier volatilidad, no solo se beneficia de los alborotos en los mercados de divisas o activos, sino que también explotará nuevas oportunidades, como los bonos de guerra ucranianos .
Finalmente, están las industrias que se basan en protecciones de derechos de propiedad intelectual y monopolio, como la tecnología de la información y las comunicaciones y las grandes farmacéuticas. Esperan beneficiarse de cualquier ampliación del ámbito del capital estadounidense, ya que el cumplimiento de los derechos de propiedad intelectual es una demanda crítica de los Estados Unidos.
Un momento de reflexión revelará que todos estos sectores involucran el uso de la fuerza de EE.UU. en todo el mundo.
B) La segunda forma en que las guerras híbridas de EE. UU. buscan detener el proceso de alejamiento del centro de gravedad económico mundial de EE. UU. es tratar de evitar que China y otros países, como Rusia o Irán, escapen a la subordinación a Occidente.
Estados Unidos tiene como objetivo evitar que estas naciones manejen sus economías y se comprometan con otros países, entre ellos, sus vecinos, Occidente y el resto del mundo, en términos de su propia elección. En cambio, deben subordinarse a los EE. UU. oa Occidente en general.
C) Finalmente, Washington busca asegurar su dominio contra el declive resubordinando a los aliados de EE. UU.: europeos, asiáticos orientales y cualquier otro más lejano que pueda capturar.
Tal subordinación no solo funciona en detrimento de la gente de estos países, sino a menudo también en detrimento de muchos elementos del capital.
En otras palabras, el objetivo de EE.UU. es la defensa violenta de todos los aspectos del sistema imperialista del que depende su economía.
El ‘orden internacional basado en reglas’
La pertenencia a la OTAN y la imposición del llamado “orden internacional basado en reglas” (RUBIO) es parte central de esta guerra. Y ambos representan desafíos directos para la ONU y el derecho internacional.
Esa subordinación también se persigue a través del discurso altruista de la democracia y los derechos humanos, cuando, en realidad, lo que se promueve es el neoliberalismo y el autoritarismo (reduciendo la “democracia” a la realización regular de elecciones cada vez más comprometidas).
Esto puede incluir, como vemos en el caso de Ucrania, el fomento de elementos fascistas como apoyo crítico a regímenes que de otro modo serían inviables e impopulares.
Peor aún, en la búsqueda de estos objetivos, EE. UU. viola rutinariamente las cinco de las siete cláusulas del Artículo 2 de la Carta de la ONU que se aplican a las obligaciones de los miembros:
respetar la soberanía de todos los miembros, acatar de buena fe la Carta de las Naciones Unidas, para resolver disputas pacíficamente, abstenerse del uso de la fuerza o de la amenaza del mismo, y ayudar a la ONU, y no a la parte infractora, cuando la ONU actúa contra un miembro errante.
Economía geopolítica de las relaciones internacionales
Aquellos en Occidente que adoptan el punto de vista de “la viruela en todas sus casas” de los conflictos internacionales, asumiendo que todas las partes son igualmente responsables, y esto incluye a muchos marxistas y otros izquierdistas, imaginan que hay algo llamado relaciones internacionales, en el que las relaciones de los países se rige por alguna lógica autónoma, como el equilibrio de poderes o el realismo, en el que todas las entidades son iguales, se comportan igual o lo harían si pudieran.
Olvidan que las primeras teorías, y aún las más relevantes, de las llamadas relaciones internacionales fueron las de Marx y Engels y sus sucesores.
Estos pensadores no teorizaron sobre algunas “relaciones internacionales” que flotan sobre la colcha de retazos del mapa del mundo, un escenario etéreo en el que los estados incorpóreos actuaron con motivos igualmente agresivos, si no con recursos.
Los propósitos de tal “realismo” siempre fueron justificar la agresión de los países imperialistas.
En sus mejores tradiciones, los marxistas han teorizado la economía geopolítica de las “naciones productoras” del mundo, en las que el imperialismo surge de las contradicciones del capitalismo , implica la subordinación económica a las economías capitalistas dominantes y obliga a los estados que lo resisten al aislamiento, si no a la guerra.
Históricamente, tales desafíos han surgido con mayor fuerza en la forma de socialismos realmente existentes que comenzaron a surgir en todo el mundo a partir de la Revolución Bolchevique de 1917.
La nueva guerra fría
Aunque en los últimos años China ha sido el foco de la campaña estadounidense para detener su declive y volver a subordinar al mundo, Rusia nunca ha estado lejos.
La primera nueva guerra fría de la posguerra fría se declaró contra Rusia después de que el conflicto por Ucrania saliera a la luz en 2014, y ahora vuelve a ser el centro de atención.
Al mismo tiempo, China no está ausente de escena, ya que uno de los objetivos más evidentes de Estados Unidos es avergonzar o incomodar a China lo suficiente como para incitarla a romper con Rusia, aunque hasta el momento no lo ha logrado .
China tampoco está ausente en el sentido de que existen similitudes entre Ucrania y Taiwán, y no está claro que estos paralelos beneficien a los EE. UU.
¿Por qué han resurgido nuevas guerras frías después del final de la Primera Guerra Fría ? La razón es simple: la Guerra Fría original, como las nuevas, fue simplemente una fase en la historia del imperialismo, una en la que Estados Unidos enfrentó las formas más fuertes de desafío al imperialismo, desafíos que no podía revertir.
Cuando la Primera Guerra Fría terminó gracias a una ” revolución desde arriba “, en lugar de fallas políticas o económicas lo suficientemente graves como para provocar un colapso, EE. UU. aprovechó la situación al máximo.
La “terapia de choque” proporcionó el marco para la subordinación económica de Rusia. Los rusos todavía recuerdan esa década desastrosa, con una inflación del 2500 % y fuertes caídas en la esperanza de vida, y gran parte de la popularidad aún sustancial de Putin depende de su estabilización económica del país, lo que necesariamente requirió deshacer algunos (pero no todos) de la subordinación a Occidente.
Nuevas guerras frías surgieron tan pronto como se hizo evidente que Rusia y China no iban a convertirse en pálidas imitaciones subordinadas de las economías neoliberales financiarizadas de Estados Unidos.
Estas guerras frías se han intensificado a medida que crece la decadencia del capitalismo.
La guerra híbrida de Estados Unidos contra Rusia
Como máximo, los objetivos de Estados Unidos en su guerra contra Rusia se extienden a desmembrar la Federación Rusa siguiendo el modelo de Yugoslavia.
El imperialismo ha defendido durante mucho tiempo los derechos de las minorías y los de las naciones “oprimidas” como una forma de dividir a los grandes estados. Los estados más pequeños y débiles son más fáciles de eliminar individualmente y de subordinar.
Por supuesto, EE. UU. nunca tuvo la capacidad de lograr esto, incluso en el apogeo de su poder, y hoy su poder está muy disminuido en todas las dimensiones.
Sin embargo, no impide que Estados Unidos lo intente, porque sus clases dominantes no tienen un Plan B, ningún plan para aceptar el papel de una economía “ordinaria”, aunque importante.
La evolución de la estrategia y la legitimidad de dicho plan B tiene que ser el objetivo de cualquier alternativa de izquierda seria en los Estados Unidos. Sin embargo, todavía no está en el horizonte.
Se puede decir que la fase actual de la guerra híbrida de Estados Unidos para detener o revertir su declive, que toma la forma de una guerra contra Rusia por Ucrania, se activó el 24 de febrero de 2022, cuando Estados Unidos finalmente provocó a Rusia para que lanzara sus fuerzas armadas . operaciones en Ucrania.
Exactamente por qué Putin atacó no está del todo claro: ¿Fue por el aumento de los ataques contra las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk? ¿Por el descubrimiento de planes secretos para atacarlos? ¿Descubrimientos sobre biolabs? ¿ O debido a que el presidente Volodymyr Zelensky mencionó, el 19 de febrero en la Conferencia de Seguridad de Munich, que Ucrania podría querer armas nucleares ?
El papel de liderazgo de Estados Unidos en la carrera armamentista nuclear , y su reciente historial de proliferación de armas nucleares frente a Australia y la venta de cazas con capacidad nuclear a Alemania, ciertamente no dan motivo para la autocomplacencia.
O se podría decir que la nueva fase de esta guerra híbrida comenzó en el otoño de 2021, cuando se calentaron las negociaciones entre la nueva administración demócrata en la Casa Blanca y el Kremlin.
Durante varios meses a fines de 2021, Estados Unidos, por un lado, supuestamente negoció con Rusia sobre sus preocupaciones legítimas de seguridad, mientras que, por el otro, emitió una serie de “predicciones” de agresión rusa en un discurso de alto decibelio, y alentando simultáneamente a Ucrania a intensificar su asalto a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk.
Esta operación involucró un nivel sin precedentes de publicación de “fuentes de inteligencia”, lo que suscitó la preocupación de que la inteligencia de EE. UU., ya muy comprometida en las últimas décadas, más recientemente en Afganistán, esté expuesta a más fallas.
Resultó que una operación para rescatar la reputación de la inteligencia de EE. UU. se estaba apoyando en la operación para asegurarse de que Rusia lanzaría algún tipo de operación.
Por supuesto, predecir lo que está haciendo no es “inteligencia”.
En cualquier caso, la “comunidad de inteligencia” estadounidense, compuesta por más de dos docenas de agencias en competencia y en conflicto, es una broma.
Esta broma se mezcló con el hecho de que los demócratas históricamente han sido el partido dado a la estridente retórica antirrusa, como su forma de mantener bien abastecido el complejo militar-industrial, mientras esperan hacer negocios con China. Aunque durante el último año de presidencia de Biden también se ha cerrado esta opción.
No hace falta decir que la cuestión de las operaciones cuestionables de Hunter Biden en Ucrania (su membresía en el directorio de su gigante energético Burisma, controlado por el mismo oligarca que financia a Zelensky) sigue sin respuesta en este momento. Puede explicar en parte la ira visceral que Biden parece albergar por Putin.
Se podría decir igualmente que el frente ruso de la guerra híbrida de Washington para detener el declive del dominio estadounidense se activó en 2019. En ese año, con la connivencia occidental, justo antes de unas elecciones en las que el descontento ucraniano con el gobierno de Petro Poroshenko posterior a Euromaidán iba a expresarse, se enmendó la constitución ucraniana para comprometer al país como miembro de la OTAN.
O podría decirse que este frente de la guerra híbrida comenzó en 2014, cuando Estados Unidos apoyó la contrarrevolución de Maidan que puso a Ucrania bajo un régimen de derecha dependiente de los neonazis.
O podría haberse activado en 2008, cuando EE. UU. y la OTAN ofrecieron a Ucrania, junto con Georgia, la membresía en la OTAN.
O en 1999, 2004, 2009, 2017 o 2020, cuando se llevaron a cabo rondas anteriores de expansión de la OTAN en violación explícita de las promesas de EE. UU. y Occidente de no expandir la OTAN ni una pulgada más allá de Alemania Oriental .
Por si sirve de algo, incluso se puede decir que este frente de la guerra híbrida se activó en diciembre de 1991, cuando Boris Yeltsin, Leonid Kravchuk y Stanislav Shushkevich, los líderes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, fueron alentados por Estados Unidos y la Occidente para disolver la URSS, a pesar de que la gente había votado en un referéndum a principios de año y el 80 % quería mantenerla unida, con una participación del 80 %.
Esa disolución fue la apertura de la horrible “terapia de choque” infligida al espacio postsoviético, para romper su columna vertebral económica, un acto de agresión si alguna vez hubo uno.
El hecho de que Armenia, Estonia, Georgia (aunque no la provincia separatista de Abjasia u Osetia del Sur), Letonia, Lituania y Moldavia (aunque no Transnistria ni Gagauzia) se negaron a participar en el referéndum muestra cuánto tiempo hace que las líneas de conflicto que siguen vivas hoy fueron dibujados.
En este conflicto de larga duración, Ucrania es el peón de Estados Unidos. Se puede sacrificar, y uno puede argumentar que se está sacrificando mientras hablamos, para que EE. UU. pueda detener su deslizamiento.
Washington busca frenar la autonomía europea
Hoy, los intentos de Washington de frenar su declive implican presionar a sus aliados europeos, e incluso a países más lejanos como India o Turquía, para que se alineen más estrechamente con él; de hecho, para subordinarse a Estados Unidos.
Esto es particularmente necesario ya que el ascenso de China ha provocado que cada vez más de ellos aflojen sus lazos con los EE. UU. y busquen relaciones más estrechas con Beijing.
Los acontecimientos desde el 24 de febrero han permitido a EE. UU. presumir de reunir a la OTAN, lograr que Alemania anule su negativa de larga data a suministrar armas y se comprometa a gastar el 2% del PIB en defensa, y presionar a Suiza para que abandone su neutralidad centenaria.
Estos desarrollos son particularmente dulces ya que los países europeos, particularmente Alemania y Francia, habían afirmado durante mucho tiempo su inclinación a trabajar con Rusia.
En la década de 1960, en el apogeo de la Primera Guerra Fría, esto tomó la forma de la salida de Francia de las estructuras de mando de la OTAN y la Ostpolitik de Willy Brandt. Después del colapso de la URSS, Estados Unidos temía algo peor.
Como explicó Peter Gowan en su artículo de 1999 “ Las potencias de la OTAN y la tragedia de los Balcanes ”:
Primero, la OTAN, la piedra angular militar de la Alianza, había perdido su razón de ser y había movimientos en Europa occidental (y Rusia) para construir un nuevo orden de seguridad en Europa que tendería a socavar el liderazgo estadounidense.
En segundo lugar, la recién unida Alemania parecía estar construyendo un nuevo bloque político con Francia a través del Tratado de Maastricht, con su énfasis en una Política Exterior y de Seguridad Común que conducía a ‘una defensa común’.
Esto parecía ser más que meras palabras, ya que Alemania y Francia estaban en el proceso de construir un cuerpo militar conjunto, el llamado ‘Euro-Cuerpo’ fuera del marco de la OTAN, un movimiento que inquietó profundamente a Washington y Londres.
En tercer lugar, el impulso de Alemania en relación con Yugoslavia parecía estar dirigido no solo a los electorados domésticos alemanes, sino a la construcción de una esfera de influencia alemana en Europa Central, involucrando a Austria, Hungría, Croacia y Eslovenia y, quizás más tarde, atrayendo a Checoslovaquia y , eventualmente y más crucialmente, Polonia.
Fue en el curso de esta guerra que EE. UU. logró que Alemania renunciara a este plan y aceptara en su lugar expandir la OTAN hacia el este, y para Alemania esto significó la expansión de la UE.
Sin embargo, los europeos volvieron a retomar elementos de esta visión en sus movimientos hacia una política de seguridad común y una mayor autonomía en materia militar, así como a través de iniciativas como el gasoducto Nord Stream II con Rusia.
Estas iniciativas solo se habrían fortalecido con Estados Unidos hundiéndose en el lodazal de su propio declive: sea testigo no solo del fracaso de Washington en Afganistán, sino también del asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y el resurgimiento de una inflación, gracias a su insignificante capacidades productivas, que amenaza con ahogar una recuperación ya ínfima de la pandemia de Covid-19.
Así, la desaparición de estas iniciativas europeas parece dramática. Aunque la palabra clave aquí puede ser “aparece”. Cualquiera puede adivinar si los proyectos de autonomía europea están muertos o solo temporalmente eliminados. La confianza de los europeos en la energía rusa no puede desaparecer.
Sacrificar a Ucrania para promover los intereses geopolíticos de EE.UU.
Incluso mientras disfruta de tales aparentes victorias geopolíticas, Estados Unidos se niega a brindar a Ucrania cualquier apoyo real más allá de lo verbal y lo lucrativo: elogia el coraje de los ucranianos y les vende armas.
A pesar de todas las ventajas propagandísticas que obtiene de la guerra, EE. UU. niega incluso una zona de exclusión aérea a Ucrania. No es que uno esté alentando a Washington a proporcionar uno: hacerlo aumentaría enormemente el peligro de una guerra nuclear.
Sin embargo, se puede notar la hipocresía y la irresponsabilidad de alentar a Ucrania a negarse a negociar y, en cambio, persistir en una guerra que no se puede ganar, prolongando el conflicto para que se pueda ganar más propaganda y ventajas comerciales. Ese es el verdadero crimen de guerra, con el que Estados Unidos escapará a menos que se alerte al público.
De hecho, se pone peor: Estados Unidos está alentando a Kiev a negarse a negociar, aunque el resultado de las negociaciones, que debe parecerse a algo como los acuerdos de Minsk, solo puede ser bueno para Ucrania y su gente.
En cambio, EE. UU. está presionando a Kiev para que se entregue a las peores prácticas, incluido armar a los civiles, para incitar a la confusión, el saqueo, el merodeo e incluso el asesinato de ucranianos por parte de ucranianos, asegurando que el conflicto continúe.
De hecho, como he argumentado, Estados Unidos quiere que el conflicto de Ucrania se encone .
Biden llamó a Putin un “criminal de guerra” el 16 de marzo. Si bien el Kremlin, naturalmente, consideró esto “inaceptable e imperdonable”, el punto más importante fue el momento de esta acusación. Llegó justo cuando, después de muchos intentos, y gracias a la efectividad de las operaciones rusas para destruir la infraestructura militar ucraniana, los dos días anteriores habían registrado signos de progreso en las conversaciones entre funcionarios ucranianos y rusos sobre un acuerdo para poner fin al conflicto.
El presidente Volodymyr Zelensky había señalado su aceptación de que Ucrania no formará parte de la OTAN; El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, expresó su esperanza de que “algunas partes de un posible acuerdo de paz con Ucrania”, incluido su estatus neutral, se estuvieran discutiendo seriamente, junto con las garantías de seguridad; y Zelensky también calificó las conversaciones de paz como “más realistas”.
Después de la acusación de Biden, Zelensky exigió más apoyo militar del Congreso de los EE. UU., Biden anunció otros $ 800 millones en ayuda militar, incluidos sistemas antiaéreos de mayor alcance, municiones y drones, que dijo que eran los “sistemas más avanzados” de los Estados Unidos. .”
Biden advirtió que “esta podría ser una batalla larga y difícil”, reiterando el compromiso de Estados Unidos “de dar a Ucrania las armas para luchar y defenderse durante todos los días difíciles que se avecinan”.
Es una señal de las difíciles decisiones que ha tenido que tomar Europa en este conflicto que incluso el portavoz estadounidense más leal del otro lado del Atlántico, The Guardian de Gran Bretaña, tuvo que objetar: “declarar a alguien criminal de guerra no es tan simple como decir las palabras .”
Mientras tanto, es útil considerar la propia Ucrania. Se ha prestado atención al racismo de los reporteros, columnistas de opinión y legisladores, e incluso de muchos ciudadanos comunes de los países occidentales que favorecen a los refugiados de Ucrania, junto con el racismo de algunos ucranianos, que siguen subrayando lo “europeos” que son, sus país, y sus ciudades son. Sin embargo, por inaceptable que sea, no agota el racismo que está presente en el conflicto de Ucrania.
Quienes denuncian con razón el mencionado racismo no parecen darse cuenta de que, en última instancia, el racismo es también el premio de consolación que los blancos pobres reciben de las élites blancas, el premio que permite a estos últimos consolidar el apoyo entre los primeros, cuya subordinación económica continúa o incluso empeora. .
Lo que los ucranianos pueden esperar tener en el abrazo de Occidente, si alguna vez logran salir del conflicto en el que Occidente los ha metido, será una versión aún menor de las fortunas disfrutadas, o deberíamos decir sufridas, por otros países de el antiguo Este comunista y el espacio postsoviético.
Bajo las tiernas mercedes del FMI, el Banco Mundial, la UE y EE. UU., lo que quede de la industria de Ucrania será destruido para eliminar la competencia con las corporaciones occidentales.
Se harán cargo de las partes más lucrativas de la economía ucraniana, comprarán sus tierras y explotarán sus recursos naturales y mano de obra barata in situ.
Privados de economías que funcionen correctamente, a la gente de estos países se le ofrecerá el dudoso privilegio de viajar por todo el continente europeo para que, ex situ, puedan ganar salarios bajos como trabajadores agrícolas y del sector de servicios, y sí, se consideran blancos y europeo como premio de consolación.
Incluso eso tiene un valor dudoso ya que su subordinación económica seguramente engendrará, y ya ha engendrado, nuevas formas de racismo.
Las promesas de ingreso en la OTAN en 2008, seguidas de ofertas de ingreso en la UE, solo han ofrecido a los ucranianos los dudosos privilegios de disminuir su seguridad para mejorar las capacidades de agresión internacional de Occidente y permitir la devastación de sus economías por parte de la UE.
Desafortunadamente, al carecer de fuerzas progresistas y de izquierda bien organizadas, los ucranianos no han podido revertir el golpe organizado por Occidente después de la llamada revolución Euromaidan, o más bien contrarrevolución, de 2014.
Los habitantes de Crimea, que querían ser parte de Rusia desde la desintegración de la Unión Soviética, aprovecharon esta oportunidad para irse y se reintegraron a Rusia.
Mientras tanto, las provincias orientales del Donbas más industrializado de Ucrania se separaron en revoluciones populares diseñadas para preservar sus economías de la devastación organizada por la UE, y sus idiomas y culturas del ataque neonazi y nacionalista de un gobierno de Kiev que se había vuelto dependiente de estas fuerzas. .
La masacre de sindicalistas en Odessa en 2014 fue una clara señal de lo que se esperaba. Y el asalto continuo desde Kiev, tanto por parte de los regulares del ejército ucraniano como de las fuerzas neonazis, durante los últimos ocho años aseguró una guerra civil implacable.
Mientras tanto, Estados Unidos presionó a Kiev para garantizar que no se implementaran los Acuerdos de Minsk, negociados por alemanes y franceses.
Los ucranianos difícilmente podrían dejar de notar estos tristes acontecimientos, y las elecciones cinco años después del golpe de Estado de 2014 expulsaron al régimen corrupto, depredador y vicioso de Euromaidán.
Esto dio origen a Zelensky, un excomediante, porque había prometido, entre otras cosas, hacer frente a la corrupción, implementar los acuerdos de Minsk, poner fin a la guerra civil y mejorar los lazos con Rusia.
Sin embargo, la esperanza suscitada por su elección pronto se extinguió. Los EE. UU. no tardaron mucho en poner bajo su control al políticamente sin timón de Zelensky, y desde entonces su gobierno se ha estado comportando mucho más como el régimen estándar de Euromaidán en Kiev.
Zelensky aplicó políticas económicas que respaldaban un capitalismo oligárquico peor que el de Rusia, continuó la guerra civil en el este y, en los últimos meses, apoyó al máximo a Occidente en su campaña orquestada para aumentar las tensiones con Rusia, incluso intensificando el asalto a Donetsk y Repúblicas Populares de Lugansk.
Las consecuencias de la guerra económica de Occidente contra Rusia
¿Cómo se desarrollará el conflicto? La campaña de sanciones de Estados Unidos obtuvo algunas victorias tempranas. Sin embargo, a pesar de convertir a Rusia en el país más sancionado del mundo, tomando el relevo de Irán, y a pesar de la implacable propaganda para deslegitimar a Putin, parece poco probable que logre motivar a los rusos a rebelarse contra él.
De hecho, durante los últimos ocho años, Moscú ha desarrollado una resiliencia considerable contra las sanciones. Las sanciones agrícolas, por ejemplo, han llevado a Rusia a cambiar su sector agrícola y se ha convertido en uno de los principales exportadores agrícolas del mundo.
Además, los precios del petróleo y el gas están por las nubes, lo que significa que Moscú tendrá un flujo constante de ingresos.
En segundo lugar, también está China como socio comercial y de inversión, y los lazos de Beijing con Moscú solo se han fortalecido a lo largo de los años, particularmente porque el comportamiento de Estados Unidos se ha vuelto más poco confiable y errático.
En tercer lugar, las sanciones son un arma de doble filo. También perjudican a los sancionadores.
Con los precios del petróleo y el gas por las nubes, la inflación también está aumentando. Rusia es un importante exportador de fertilizantes y alimentos.
Los bancos occidentales están cooperando con los esfuerzos rusos para pagar los cupones de sus bonos a pesar de la congelación de las reservas de su banco central.
Como he argumentado, la congelación de las reservas del banco central ruso , la verdadera madre de todas las sanciones, solo socavará el sistema financiero centrado en EE. UU. del que depende el papel internacional del dólar estadounidense, haciendo que alternativas como el euro y el yuan más atractivo.
Finalmente, Rusia aún no ha anunciado contramedidas, más allá de su demanda de que Occidente pague su gas en rublos.
Si las naciones de los EE. UU. y la UE pueden robar efectivamente las propiedades de los ciudadanos y las entidades rusas, ¿qué impedirá que Rusia se apodere de las de los ciudadanos y las entidades de estos países?
En general, las sanciones están transformando el proceso gradual del cambio en la economía mundial lejos de los EE. UU. y hacia la división del mundo en un campo centrado en EE. UU. en declive y decadencia y uno centrado en China que avanza.
En este escenario, por lo que puedo decir de fuentes que no suscriben la histeria anti-Putin azuzada por Occidente, y por lo que ha sido posible analizar mientras las operaciones rusas aún están en curso, Moscú está realmente buscando lo que busca. dice: desmilitarización y desnazificación y una Ucrania neutral.
Putin no puede ni por asomo pensar que puede ocupar Ucrania, y no hay evidencia de que lo desee. Tampoco parece que “tomar Kiev” sea parte de sus planes.
Como veo el conflicto sobre el terreno, los rusos se están enfocando metódicamente en destruir la capacidad militar de Ucrania. Lo que Occidente llama la ralentización del avance ruso se debe a eso.
Hay alguna razón para creer que esto se complica por el hecho de que las fuerzas neonazis que se han infiltrado en el ejército tienen como política sistemática el uso de civiles como escudos humanos.
Los rusos también se están concentrando en los bastiones de los neonazis, como la ciudad de Mariupol, en el sureste del país. Si la operación dura más de lo esperado por los propios rusos, puede deberse a las complejidades de la desnazificación.
Putin se ha resistido durante mucho tiempo a tomar las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk. Sin embargo, ahora puede que tenga que asumir una mayor responsabilidad por ellos de lo que hubiera elegido.
Entonces, la pérdida adicional de territorio para Ucrania es inevitable. La única pregunta es cuánto.
Para entender cómo y por qué ocurrirá esto, solo necesitamos considerar cómo llegó a ser el territorio de Ucrania de 2014.
Sin embargo, es muy posible que los rusos no puedan lograr sus objetivos declarados o que los estropeen. Después de todo, el ejército ruso y su comando no son infalibles.
Mientras se logra la desmilitarización, la desnazificación puede seguir siendo un objetivo difícil de alcanzar, particularmente en vista de la normalización de la presencia neonazi en Ucrania por parte de Occidente. (Zelensky invitó a miembros del regimiento neonazi Azov a hablar junto a él en un discurso en video al parlamento griego, por ejemplo).
La moral de las tropas rusas a las que se les ordena luchar contra un pueblo que no solo es metafóricamente sino a menudo literalmente sus primos no está asegurada. Y puede aumentar la oposición dentro de Rusia a una guerra que es angustiosa por las mismas razones.
No conozco un solo ruso que no esté angustiado por este conflicto.
El camino a la paz: detener el imperialismo estadounidense y abolir la OTAN
Permítanme concluir planteando la pregunta candente de este conflicto: ¿Cuál es el camino hacia la paz?
La respuesta es inequívoca: detener el imperialismo estadounidense, acabar con la OTAN e implementar cualquier versión del acuerdo de Minsk que sea posible hoy, después de que se haya hecho tanto daño.
Solo si EE. UU. y sus aliados reconocen las legítimas preocupaciones de seguridad de aquellos a los que ha atacado incesantemente durante décadas, si no más de un siglo, se puede crear una base justa para la paz mundial, a partir de las cenizas de los compromisos de la posguerra que condujeron a una Carta de la ONU a la que EE.UU. ahora nos remite hipócrita y descaradamente, pero que hace mucho tiempo rompió.
Más positivamente, se puede hacer mucho peor que la posición de cinco puntos respaldada por China :
China sostiene que la soberanía y la integridad territorial de todos los países deben ser respetadas y protegidas y los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas deben cumplirse en serio. Esta posición de China es coherente y clara, y se aplica igualmente a la cuestión de Ucrania.
China aboga por una seguridad común, integral, cooperativa y sostenible. China cree que la seguridad de un país no debe ser a expensas de la seguridad de otros países, y menos aún debe garantizarse la seguridad regional mediante el fortalecimiento o incluso la expansión de bloques militares.
La mentalidad de la Guerra Fría debe descartarse por completo.
Deben respetarse las legítimas preocupaciones de seguridad de todos los países.
Dadas las cinco rondas consecutivas de expansión hacia el este de la OTAN, las demandas legítimas de seguridad de Rusia deben tomarse en serio y abordarse adecuadamente.
China ha estado siguiendo de cerca los desarrollos de la cuestión de Ucrania. La situación actual no es la que queremos ver. La principal prioridad ahora es que todas las partes ejerzan la moderación necesaria para evitar que la situación actual en Ucrania empeore o incluso se salga de control.
La seguridad de la vida y la propiedad de los civiles debe garantizarse de manera efectiva y, en particular, deben prevenirse las crisis humanitarias a gran escala.
China apoya y alienta todos los esfuerzos diplomáticos que conduzcan a una solución pacífica de la crisis de Ucrania. China da la bienvenida al diálogo directo y la negociación más temprano posible entre Rusia y Ucrania.
La cuestión de Ucrania ha evolucionado en un contexto histórico complejo. Ucrania debería funcionar como un puente entre Oriente y Occidente, no como una frontera en la confrontación de las grandes potencias.
China también apoya a la UE y Rusia para que entablen un diálogo en pie de igualdad sobre cuestiones de seguridad europea y apliquen la filosofía de la seguridad indivisible, a fin de formar finalmente un mecanismo de seguridad europeo equilibrado, eficaz y sostenible.
China cree que el Consejo de Seguridad de la ONU debe desempeñar un papel constructivo en la resolución del problema de Ucrania y dar prioridad a la paz y la estabilidad regionales y la seguridad universal de todos los países.
Las medidas adoptadas por el Consejo de Seguridad deberían ayudar a enfriar la situación y facilitar la resolución diplomática en lugar de alimentar las tensiones y provocar una mayor escalada.
En vista de esto, China siempre ha desaprobado la invocación deliberada del Capítulo VII de la Carta de la ONU que autoriza el uso de la fuerza y las sanciones en las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Mientras libra una guerra de poder contra Rusia en Ucrania, la alianza militar de la OTAN liderada por Estados Unidos planea rodear a China y expandirse a la región de Asia-Pacífico, colaborando con Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
La engañosamente llamada Organización del Tratado del Atlántico Norte se está expandiendo a la región de Asia-Pacífico.
La OTAN ha librado guerras en Libia, Afganistán y la ex Yugoslavia. Ahora, la alianza militar liderada por Estados Unidos tiene la mira puesta tanto en Rusia como en China.
Ex altos funcionarios del Departamento de Estado admitieron que “Estados Unidos y sus aliados de la OTAN están involucrados en una guerra de poder con Rusia ” en Ucrania.
Mientras inunda Ucrania con armas y entrena a combatientes de extrema derecha para matar a los rusos, la OTAN amenaza simultáneamente a China y expande su presencia en Asia-Pacífico con la esperanza de contener a Beijing.
En una conferencia de prensa el 5 de abril, el secretario general Jens Stoltenberg anunció que las potencias occidentales planean “profundizar la cooperación de la OTAN con nuestros socios de Asia-Pacífico, incluso en áreas como control de armas, cibernético, híbrido y tecnología”.
Stoltenberg se quejó de que “China no ha estado dispuesta a condenar a Rusia” por su guerra en Ucrania , y dejó en claro que Beijing es el próximo objetivo de la OTAN.
La OTAN celebró una reunión de los ministros de Relaciones Exteriores de sus estados miembros en su sede en Bruselas el 6 y 7 de abril, donde se comprometieron a aumentar su apoyo militar a Ucrania y escalar la guerra de poder contra Rusia .
Esta reunión contó con representantes de varios estados europeos que no son miembros de la OTAN, incluidos Georgia, Finlandia y Suecia.
Pero aún más destacable fue la presencia de numerosos países de Asia-Pacífico en la reunión de la OTAN en Bruselas: Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
No hace falta decir que estas naciones de Asia y el Pacífico están lejos de la región del Atlántico Norte.
Ronald Reagan designó a Japón, Corea del Sur y Australia como “principales aliados no pertenecientes a la OTAN” de los Estados Unidos en 1987.
Japón y Australia son miembros del Diálogo de Seguridad Cuadrilateral o Quad, una alianza anti-China creada por Washington para tratar de aislar y desestabilizar a China.
El ejército estadounidense todavía tiene 55.000 soldados estacionados en Japón, donde han estado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Washington también tiene 28.000 soldados en Corea del Sur, que han permanecido allí desde principios de la década de 1950.
Japón y Corea del Sur se unieron a las potencias occidentales para imponer sanciones a Rusia por su intervención militar en Ucrania.
A medida que Estados Unidos intensifica su nueva guerra fría contra China, la OTAN amplía su cooperación militar con estas potencias de Asia y el Pacífico.
Así como la OTAN violó repetidamente sus promesas y se expandió hacia las fronteras de Rusia , rodeando militarmente a Moscú, el objetivo de Washington es rodear a Beijing con fuerzas militares antagónicas.
En 2021, el principal medio de comunicación japonés Nikkei reveló que el Comando del Indo-Pacífico de EE. UU. está gastando $ 27,4 mil millones durante seis años para militarizar la región, incluso “estableciendo una red de misiles de ataque de precisión a lo largo de la llamada primera cadena de islas ”.
Nikkei explicó: “La primera cadena de islas consiste en un grupo de islas que incluyen Taiwán, Okinawa y Filipinas, que China considera la primera línea de defensa”.
El Comando Indo-Pacífico de EE. UU. escribió claramente en su “Iniciativa de disuasión del Pacífico” que su objetivo es “concentrar los recursos en capacidades militares vitales para disuadir a China”.
En otras palabras, este es un plan estadounidense para rodear a China, amenazándola en cualquier momento con una instalación masiva de misiles.
La OTAN va a jugar un papel cada vez más importante en este plan para rodear y amenazar militarmente a Pekín.
El cártel militar liderado por Estados Unidos se jacta en su sitio web de su estrecha alianza con Japón . Y el ministro de Relaciones Exteriores de Japón, Yoshimasa Hayashi, ha declarado abiertamente que el país de Asia oriental está cooperando con la OTAN en relación con Ucrania .
En julio de 2021, un alto funcionario del gobierno de Corea del Sur viajó a Bruselas “para conversar sobre desafíos de seguridad comunes y la asociación de la OTAN con Seúl”.
El cartel militar reveló que discutieron “el ascenso de China, así como las oportunidades para una cooperación más fuerte entre la OTAN y la República de Corea, incluso en las áreas de defensa cibernética y control de armas”.
Luego, en octubre, el primer viceministro de Asuntos Exteriores de Corea del Sur también visitó la sede de la OTAN.
El secular y obsesivo avance hacia el Este de EEUU y la OTAN es parte necesaria y fundamental que explica el conflicto, aunque no la única.
Una obsesión de las potencias occidentales es el avance hacia el Este y la conquista del “Espacio Euroasiático”. Especialmente desde el inicio de su supremacía mundial a fines del siglo XVIII, luego de tres siglos de ascenso a través del colonialismo y del poder militar de los beligerantes estados modernos europeos. La acumulación sin fin de capital necesita y se retroalimenta de la acumulación sin fin de poder político-militar, esta es la naturaleza del imperialismo capitalista moderno que inventó Occidente.
Primero, fue la Francia de Napoleón Bonaparte. A principios del siglo XIX, a partir de desatar sus fuerzas sociales con la revolución burguesa de fines del siglo XVIII, intentó una invasión a Rusia que le significó la pérdida de más del 80% de su fuerza inicial. Después del triunfo de Rusia sobre la Francia imperial napoleónica, que los rusos denominaron «Guerra Patriótica», el imperio inglés buscó contener, a través de una estrategia envolvente y dominantemente indirecta, al imperio ruso como prioridad geoestratégica –lo que dio lugar al llamado «Gran Juego»– y asegurar así la hegemonía británica (secundada por Francia). La Guerra de Crimea (1853-56) o la formación de Afganistán como «estado tapón» entre la expansión rusa hacia el Sur, en busca de una salida al Océano Índico, y las posesiones coloniales inglesas en el territorio actual de India y Pakistán, fueron expresiones importantes de este conflicto secular.
Más tarde, en el siglo XX, durante la transición del sistema mundial de 1914-1945 y el «Caos Sistémico», sería Alemania, convertida en potencia, la que buscó en la expansión continental –ante su falta de colonias en relación a los imperialismos competidores– un nuevo estatus en la jerarquía del poder mundial y la conquista de la hegemonía. Sin embargo, el triunfo soviético en la Segunda Guerra Mundial, que los rusos denominan la «Gran Guerra Patriótica», echó por tierra la geoestrategia germana que, entre otras cosas, incluía convertir a Ucrania en su granero.
Luego de la derrota de la Unión Soviética en la Guerra Fría y su disolución a partir de 1991, avanzar hacia el Este también sería una premisa geoestratégica fundamental de las fuerzas globalistas en EEUU y el Reino Unido, en pleno momento unipolar y belle époque neoliberal. Esto fue acompañado, con cierta precaución, por los grupos dominantes de Francia y Alemania, que tampoco planteaban insubordinarse a su condición de protectorado militar estadounidense. Sería en 1997 cuando esta premisa comenzó a ponerse en marcha más decididamente.
El eterno obstáculo de esta tendencia histórica de los últimos 200 años es Rusia. La zarista, la soviética y, ahora, la eurasianista liderada por Vladimir Putin; que siempre aparece en el lugar del «eterno mal» en la simbología geopolítica occidental o, en las versiones más edulcoradas, como una suerte de «oso salvaje» al que la civilización europea debe domesticar.
Moscú, por su parte, se piensa en términos geopolíticos como una gran fortaleza asediada, vulnerable por todos los flancos salvo el Ártico (hasta ahora, por el cambio climático). Por ello, para gran parte del pensamiento estratégico ruso la clave es dominar los territorios periféricos y extender lo más posible dicho dominio, para amortiguar las distintas amenazas proveniente de sus flancos y, en particular, de Occidente. Así también se justificó históricamente su propio expansionismo imperial.
El Inicio
Cuando comenzó a ponerse en marcha la nueva marcha hacia el Este, en un famoso artículo publicado en el New York Times en 1997, George Kennan formuló una crítica central que se convertiría en profecía:
Expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión estimule las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa; tener un efecto adverso en el desarrollo de la democracia rusa; restaurar la atmósfera de la Guerra Fría en las relaciones Este-Oeste e impulsar la política exterior rusa en direcciones que decididamente no son de nuestro agrado.
Kennan fue uno de los referentes diplomáticos e intelectuales de EEUU en la Guerra Fría y quien protagonizó la política de contención contra la URSS. Para él, EEUU como potencia marítima debía rodear la «Isla continente» de Eurasia y articular a las principales estructuras económicas del mundo aislando a la gran potencia terrestre. Distinto era avanzar hacia el corazón continental y tocar las puertas de Moscú luego de su caída. Era una provocación innecesaria y contraproducente.
Pero esa posición quedó en clara minoría. Fueron las ideas de Zbigniew Brzezinski -publicadas, entre otros lugares, en su famoso libro El tablero de ajedrez mundial en 1997- las que condensaron en buena medida el pensamiento dominante en el establishment globalista estadounidense de los años noventa y su pretensión de avanzar hacia un imperio global. La transnacionalización del poder económico -liderada por las redes financieras con centro en Wall Street y Londres y sus empresas globales- requería la extensión de un poder político-militar global.
En relación al espacio euroasiático, para Brzezinski, Ucrania constituye un pivote geopolítico y su propia independencia transforma a Rusia: sin Ucrania, Rusia no es una potencia euroasiática ni un polo de poder con proyección mundial, apenas se trata de una potencia regional asiática. Por lo tanto, resulta clave quitar a Ucrania de la esfera de influencia rusa y ubicarla en la esfera de influencia occidental, para evitar una reconstrucción del espacio medio de Eurasia que haga resurgir un polo de poder alternativo: «La extensión de la órbita euroatlántica vuelve imperativa la inclusión de los nuevos Estados independientes exsoviéticos y en particular de Ucrania», escribiría en otro libro, publicado en 2004 (The Choice: Global Domination or Global Leadership, Basic Books). La intelectualidad globalista en plena unipolaridad incluso iba más allá de Ucrania, al igual que buena parte de los hacedores de la política exterior, y proyectaba una fractura de Rusia en tres, con la parte occidental integrada a la UE. Jaque mate al «Espacio Medio».
En 1997 se estableció que una vez más, como en los últimos 200 años, Occidente marcharía sobre el Este. El primer gran hecho bélico de este proceso fue la guerra de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, en apoyo a los rebeldes separatistas de Kosovo en nombre del principio de autodeterminación de los pueblos, que la propia OTAN no le reconoce a Donetsk, Lugansk y Crimea en función del principio de integridad territorial. Principio, este último, que no respetó en Yugoslavia o no respeta actualmente en las Islas Malvinas bajo ocupación británica; es decir, las reglas parecieran no valer realmente sino que aparecen como recursos argumentativos que varían según la necesidad. La guerra en la exYugoslavia, cuyo centro era Serbia, cercana a Moscú, incluyó un masivo bombardeo de Belgrado por parte de la OTAN, como el que hoy realiza Rusia sobre Kiev y otras ciudades (aunque ahora a un nivel mayor). Sin embargo, este hecho bélico de central importancia para Europa no está presente en el relato occidental, que se remite a la Segunda Guerra Mundial para referirse a la última guerra en la península euroasiática.
En 1999, con una Rusia devastada por la crisis del año anterior, y cuando empezaba a despuntar la figura de Vladímir Putin frente al desencanto neoliberal y atlantista, comienzan a incorporarse países a la OTAN, rompiendo el pacto no formalizado entre James Baker, Secretario de Estado de la administración de G. Bush, y Mijail Gorvachov, de no avanzar más allá de la Alemania reunificada. Desde entonces, y con la guerra que cambió definitivamente las relaciones de fuerzas a favor de la OTAN (ya convertida claramente en una alianza expansionista), ingresaron 14 países a la alianza encabezada por Washington: República Checa, Hungría y Polonia en 1999; los países bálticos Lituania, Estonia y Letonia, más Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia en 2005; Croacia y Albania en 2009; y finalmente Montenegro en 2017.
Como se observa, la OTAN avanzó no sólo en países que pertenecían a la esfera del Pacto de Varsovia, sino también países que formaban parte de la Unión Soviética y que se encuentran en la frontera de la Federación Rusa, lo cual es considerado como una amenaza de seguridad existencial por Moscú. Especialmente cuando dichas incorporaciones incluyen armamentos con capacidad de transportar cargas nucleares que apuntan a su capital y cubren ese trayecto en pocos minutos. Las líneas rojas se habían quebrado.
No es casual que, en respuesta, en 1997 se inicie un importante acercamiento entre Rusia y China, quienes van a afirmar que es necesario avanzar hacia un orden multipolar frente a la unipolaridad y el unilateralismo de los EEUU. Este acercamiento marcará un quiebre en la dinámica de conflicto entre ambas potencias desde los años sesenta, que Washington supo aprovechar para aislar a Moscú y derrotar a la URSS en la Guerra Fría. Tampoco pareció casual el bombardeo estadounidense de la embajada China en Belgrado durante la mencionada Guerra en la exYugoslavia, donde Beijing se oponía al accionar de la OTAN. Tiempo más tarde, en el año bisagra de 2001, estas potencias reemergentes de Eurasia conformarían la Organización para la Cooperación de Shanghai junto a los países de Asia central, los primeros pasos de la actual «asociación sin límites» entre China y Rusia que cambió el tablero geopolítico mundial.
La búsqueda por incorporar Ucrania a la OTAN
Las ideas y planes para incorporar a Ucrania a la OTAN como parte de un rediseño estratégico más amplio que se expusieron en 1997, establecía que ese proceso debía darse entre 2005 y 2010. Y así fue. La «Revolución naranja» prooccidental de 2004, desarrollada en Kiev y en el oeste del país, allanó el camino para la victoria de la coalición liberal-nacionalista, expresada en la figura de Víktor Yúshenko, sobre Víktor Yanúcovich del partido de las regiones rusófilas y rusófonas del sureste. Como observa Jean-Marie Chauvier para Le Monde Diplomatique de enero de 2005, el gobierno de George W. Bush (aunque bajo un giro neoconservador más focalizado en Oriente Medio) invirtió 65 millones de dólares en favor de Víctor Yúshenko. Mientras que la fundación del magnate globalista George Soros prestó su marco a la ex secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, que convocó a 280 ONG ucranianas para garantizar el giro atlantista.
En abril de 2008, con Kiev bajo un gobierno prooccidental y meses antes de que la caída del Lehman Brothers desate la gran crisis financiera global, Bush presentó la propuesta de incorporar a Ucrania y Georgia a la OTAN, en una cumbre de la alianza en Bucarest. Frente a ello, el presidente ruso Vladimir Putin respondió lo que ya era harto conocido: «Consideramos la llegada de un bloque militar a nuestras fronteras, cuyas obligaciones de membresía incluyen el Artículo 5, como una amenaza directa a la seguridad de nuestro país».
Pocos meses después, en agosto de 2008 se desató la guerra en Georgia, donde las fuerzas armadas rusas y las proclamas repúblicas prorrusas de Osetia del Sur y de Abjasia, se enfrentaron a las fuerzas prooccidentales que dominaban dicho país caucásico. La guerra se disparó cuando el presidente de Georgia, Mijeíl Saakashvili, envalentonado por el apoyo de la OTAN, ordenó a sus fuerzas armadas retomar el control del enclave rebelde de Osetia, independiente de facto desde 1992. Sin embargo, la intervención rusa, a pesar de la debilidad mostrada entonces por sus fuerzas amadas, echó por tierra el plan de EEUU y de las fuerzas georgianas prooccidentales de incorporarse a la OTAN.
Moscú comenzaba a mostrar capacidad y decisión para defender sus líneas rojas. En el mundo poscrisis de 2008, Rusia aparecía como una potencia emergente euroasiática que se había recuperado de la debacle de los años noventa y buscaba recobrar su influencia en los territorios que habían sido parte de la URSS, a través de distintas iniciativas económicas y políticas apoyadas por su poderío militar como gran potencia nuclear y segundo vendedor de armas del mundo, luego de EEUU.
Así como la crisis de 2008 marca un momento de quiebre para el avance de la globalización financiera neoliberal y un síntoma de la crisis de la hegemonía estadounidense, el lanzamiento de los BRIC en 2009 (conformado por Brasil, Rusia, India y China, a quienes luego se le uniría Sudáfrica) señalaría un importante paso hacia un orden multipolar y un avance de las tendencias que demandan una distribución del poder y de la riqueza mundial.
Pero el establishment globalista estadounidense (y británico) no iba a dejar de presionar para lograr sus objetivos estratégicos en el rediseño de Eurasia. Una nueva avanzada se inició en 2013, con el golpe de estado apoyado por masivas protestas prooccidentales contra el debilitado gobierno ucraniano de Yanukóvich (representante del Partido de las Regiones y aliado de Rusia). El golpe se produjo tras su rechazo al acuerdo de asociación con la Unión Europea y el compromiso con Rusia, sellado con un paquete de 15 000 millones de dólares. En las protestas pudo verse en persona a Victoria Nuland, entonces Secretaria para Asuntos Europeos y Euroasiáticos del Departamento de Estado de EE. UU (donde actualmente se desempeña como Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos). Nuland cobró cierta fama cuando en pleno conflicto se filtró un audio en donde debatía con el entonces embajador de los EEUU en Ucrania sobre cómo garantizar el éxito de las protestas y a quién colocarían como sucesor de Yanukóvich. En dicha conversación afirmó en relación a la posición de Europa: «Fuck the European Union».
Frente a ello, la Federación de Rusia y las fuerzas filorusas de Ucrania respondieron recobrando el poder formal a través de un referéndum de la estratégica península de Crimea, donde se encuentra la base naval rusa de Sebastopol y la mayoría de sus habitantes son rusos. Por otro lado, la insurgencia prorrusa de Donetsk y Lugansk, apoyadas por Moscú, se declararon como repúblicas populares independientes, aunque Rusia no las reconoció oficialmente hasta este año. A partir de allí se desató un cruenta guerra civil, donde por el lado de las fuerzas ucranianas comenzaron a cobrar protagonismo los grupos neonazis, como el «regimiento de Azov», incorporado formalmente a la Guardia Nacional y a las estructuras militares; aunque no por ello puede afirmarse que todo el gobierno de Kiev es neonazi.
EEUU y aliados pasaron, a partir de ese momento, a la guerra económica contra Rusia a partir de sanciones, un elemento clave de esta guerra mundial híbrida y fragmentada. Las sanciones golpearon duramente a la economía rusa, cuyo PIB nominal cayó alrededor de un 40% en dólares nominales entre 2014 y 2016, aunque no lograron derribar al gobierno de Vladimir Putin, ni hacer retroceder a Rusia, que incluso pudo recuperar paulatinamente su economía. Ello evidenció, junto con la capacidad militar de Rusia mostrada en Siria, el nuevo mapa del poder en Eurasia y el mundo, la dependencia Europea de los hidrocarburos y materias primas rusas y el colchón estratégico que le da China a Moscú, acelerando la interdependencia económica.
Es clave entender que no se trata solamente de un conflicto local o sólo entre dos estados. En el trabajo publicado en la revista Geopolítica(s) en 2016, titulado «Tensiones mundiales, multipolaridad relativa y bloques de poder en una nueva fase de la crisis del orden mundial», observo que a partir de aquellos sucesos en Ucrania se dispara, en realidad, un conflicto global y estructural, con Eurasia como tablero principal. En ese tablero, ya en Siria la intervención de Rusia en defensa del gobierno de Bashar Al-Assad, junto a Irán y Hezbolá, frustró los planes de cambio de régimen apoyados por las potencias que conducen la OTAN. A pesar de sus superioridad militar, desde la guerra en la exYugoslavia que EEUU y sus aliados no pueden imponerse, ganar sus guerras y avanzar, aunque el saldo sea catastrófico: sólo en las guerras de Irak y Afganistán hubo 900 000 muertos y Libia, que ostentaba el mayor índice de Desarrollo Humano de África, se convirtió en una carnicería y un desastre humanitario.
Todo un símbolo de este declive relativo del polo de poder estadounidense-británico y aliados fue la retirada de la OTAN en Afganistán, en el corazón de Eurasia donde China junto a Rusia y poderes emergentes avanza en al construcción de otro mapa geoeconómico y geopolítico. Por ello es que Ucrania se vuelve una pieza clave.
Biden y el foco sobre Ucrania
Con la asunción de Joseph Biden se esperó un recrudecimiento del conflicto en este territorio pivote de Eurasia. No sólo por la llegada de Blinken y Nuland al Departamento de Estado, sino porque el propio Biden fue un protagonista central de la geoestrategia globalista-neorrealista de avanzar sobre el control de las periferias euroasiáticas hasta las fronteras de China y Rusia, e incluso amenazar su integridad territorial azuzando todos sus conflictos internos.
En agosto de 2021 se produce una reunión clave de la OTAN en Kiev, a la que asisten representantes de 46 países (16 aliados extra-OTAN), en la cual se firma la «Plataforma de Crimea», exigiéndole a Rusia la «devolución» de dicha península estratégica e históricamente disputada. En esa reunión quedó completamente claro que no se iban a admitir ningunas de las demandas de Moscú y de las autoproclamadas fuerzas prorrusas, como la neutralidad de Ucrania, el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea o la mayor autonomía para las provincias independentistas del Donbás, según lo estipulado en los acuerdos de Minsk; acuerdos que EEUU nunca aceptó en la práctica, a pesar de los esfuerzos de Francia y Alemania por sostenerlos junto a Rusia y un sector minoritario de la parte prooccidental de Ucrania.
En paralelo, pese a las presiones de Washington y del Reino Unido, en septiembre de 2021 se termina la construcción del gasoducto NordStream 2 que une a Rusia con Alemania por el Báltico, sin pasar por ningún estado tapón. A partir de allí, el gasoducto debía entrar en etapa de certificación para comenzar a operar, lo que iba a aumentar la interdependencia entre Rusia y Alemania, con inevitables consecuencias geopolíticas que chocan con otro imperativo geoestratégico central del establishment globalista anglosajón: mantener divididos a Berlín y Moscú.
Un mes después The Washington Post publica que, según informes de inteligencia, Rusia iba a invadir Ucrania. Bajo dicho argumento se refuerza la presencia militar e inteligencia de EEUU y el Reino Unidos en el terreno y aumenta la provisión de entrenamiento y armamento a las fuerzas armadas ucranianas, las cuales intensificaron sus acciones sobre los rebeldes del Donbás; foco de guerra civil en donde se contabilizaban 14 000 muertos hasta enero de 2022.
Por lo que se observa ahora, a partir de la dinámica de la guerra y del movimiento de tropas cerca del Donbás, y con el apoyo externo mencionado, las fuerzas armadas ucranianas se preparaban para una embestida masiva con el objetivo de terminar con los planes de las repúblicas insurgentes apoyadas por Moscú. Ahora, dichas fuerzas se encuentran atrapadas y rodeadas por las fuerzas rusas en el este ucraniano, mientras Zelensky clama a la OTAN por un apoyo que no llega. «Nos dejaron solos», afirmó.
En comienzos del mes de febrero se conocieron documentos que buscaban evitar la guerra. EEUU revisaría la instalación de misiles si Moscú daba un paso atrás en Ucrania. Pero se negaba a la petición de Rusia de establecer un compromiso formal de la neutralidad de Ucrania. Si bien Francia y Alemania podían acordar, su subordinación estratégica pareció impedir que se opongan a Washington.
El 19 de febrero y frente a las maniobras de Moscú en las fronteras, Zelenski afirmó que a falta de las «garantías de seguridad» para Ucrania, Kiev se podría retirar del Memorándum de Budapest de 1994, y reconsiderar su renuncia a poseer armas nucleares. A los dos días, el 21 de febrero, Rusia le respondió reconociendo la independencia de Donetsk y Lugansk. El 24 de febrero inició la incursión bélica masiva sobre el territorio ucraniano para «defender» estar regiones prorrusas, y «desmilitarizar» y «desnazificar» dicho país.
Hoy la humanidad ve estupefacta cómo, nuevamente en estos poco más de 200 años, hay una guerra en el corazón de Europa. En realidad, esta guerra comenzó en 2014, abriendo una nueva fase de la crisis del orden mundial, y ahora pasó a un nuevo nivel y formato. El secular y obsesivo avance hacia el Este de EEUU y la OTAN es parte necesaria y fundamental que explica el conflicto, aunque no la única.
El propio Henry Kissinger, uno de los cerebros imperiales estadounidenses, protagonista en la estrategia para enfrentar la crisis de hegemonía de los años setenta, advertía el 24 de febrero de 2014 que Ucrania es un país fracturado:
Occidente es mayoritariamente católico; Oriente (el este) es en gran parte ortodoxo ruso. El occidente habla ucraniano; el oriente habla principalmente ruso. Cualquier intento de un ala de Ucrania de dominar a la otra, como ha sido el patrón y la tendencia histórica, conduciría eventualmente a una guerra civil o una ruptura. Tratar a Ucrania como parte de una confrontación Este-Oeste hundiría durante décadas cualquier posibilidad de llevar a Rusia y Occidente, es decir a Rusia y Europa, a un sistema internacional cooperativo.
Frente a ello, Kissinger observaba que «Una política sabia de EEUU hacia Ucrania buscaría una manera de que las dos partes internas del país cooperen entre sí. Debemos buscar la reconciliación, no la dominación de una facción.» Con ese propósito recomendaba que Ucrania no debería unirse a la OTAN, aunque podría unirse la Unión Europea; Kiev debería reforzar la autonomía e independencia política en Crimea y respetar la total autonomía e independencia de sus elecciones internas; y eliminar cualquier duda o ambigüedad sobre el «estatus» oficial de la flota rusa en el Mar Negro en Sebastopol. Las propuestas tenían como fin «evitar un enfrentamiento violento». Propuestas muy en línea con los acuerdos de Minsk que EEUU nunca quiso reconocer realmente.
El establishment globalista no escuchó al antiguo hombre de estado. Por el contrario, en sus principales medios -The Washington Post, CNN, Financial Times, etc.– en 2014 se comenzó a hacer referencia a una nueva guerra fría y se instó a no ceder en sus aspiraciones sobre Ucrania. La crisis de acumulación pos2008, y el rediseño del capitalismo transnacionalizado, imponía como salida, según estas perspectivas, la subordinación de los poderes emergentes y una lucha por poner las reglas de juego del siglo XXI, como definió la administración Obama.
Analizar el comportamiento de Washington y la OTAN no «justifica» la guerra, ni tiene por objetivo legitimar o criticar el accionar de Rusia. El objetivo es tratar de entender el conflicto y romper la trampa propagandística de ver buenos y malos -en lugar de intereses geopolíticos, económicos y estrategias en lucha- que tiene como fin alinearnos en uno de los bandos en pugna. El desafío de los pueblos del Sur y de Nuestra América es construir nuestras propias miradas y fortalecer nuestras voces.
Gabriel Merino es investigador del CONICET, Profesor de la UNLP y co-coordinador del Grupo de Trabajo de CLACSO “China y el mapa del poder mundial”.
«El agresor estratégico es la potencia que impulsa al propio adversario y lo obliga a convertirse en agresor operativo. La agresión estratégica comienza antes de la guerra, mientras que la agresión operativa marca el paso inicial».
Von Lohausen
Esta guerra se podía haber evitado. No se ha querido. Desde hace años Rusia viene advirtiendo que su seguridad como nación y Estado está en peligro. Es más, los dirigentes rusos definen la situación como de crisis existencial de su país. De que EEUU y la OTAN querían esta guerra, no hay ninguna duda. Los últimos meses han significado para la dirección rusa que sus intereses estratégicos no iban a ser tenidos en cuenta y que iban a continuar el cerco y el acoso. Sin tener en cuenta esto no se puede entender lo que está pasando.
Respeto. Cuando vienen tiempos como estos, hay que poner mucha atención a lo que dicen los militares. El jefe de la Marina alemana, vicealmirante Kay-Achim Schonbach, hizo unas declaraciones, no hace mucho tiempo, que le costaron el cargo. Lo que dijo fue de sentido común y de realismo político militar: lo que necesita Rusia es respeto entendido en un sentido amplio; reconocimiento de sus intereses estratégicos y de seguridad. La paradoja es que todo el mundo asume que no hay seguridad en Europa si no es con el concurso de Rusia, pero, a renglón seguido, no solo no se reconocen estos intereses, sino que se la va aislando, cercando y poniéndola a la defensiva.
La percepción del Kremlin es que Occidente no la reconoce ni como Estado, ni como civilización, ni como potencia político militar. Por esto, es bueno explicar los hechos históricamente. Durante años Rusia ha sido demonizada y Putin criminalizado. La razón es que se puso fin a la época de Yeltsin y se reconstruyeron de nuevo las estructuras estatales e institucionales de la Federación Rusa, se recompuso la economía y se fortaleció el aparato militar, tecnológico y de seguridad. Hay que hacer la pregunta: ¿cuál es el objetivo político de la estrategia militar de la OTAN y de Biden? El mismo objetivo que con China; es decir, aniquilar al actual equipo dirigente y poner otro más favorable a los intereses hegemónicos de los EEUU.
¿Cuál es el signo de la época, la tendencia de fondo? La transición a un mundo multipolar que pone en cuestión la hegemonía de EEUU y sus aliados europeos organizados en la OTAN. Dicho de otro modo, vivimos la rebelión de Oriente. El conflicto de Ucrania es parte ya y la señal de profundos cambios en la estructura de poder mundial. No tener en cuenta esto es perderse definitivamente y hacer el juego a los intereses de la Administración Biden.
Hay diseñados dos escenarios operativos o de decisión geopolítica. El principal está en el Mar de China. El otro está situado en Europa y los que tienen el poder han decidido que se debe resolver en Ucrania. Ser ingenuos con los EEUU es inadmisible y supone cerrar los ojos ante la reciente historia de Afganistán, Irak, Libia, Siria… Cuando tiene el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU, EEUU interviene militarmente; cuando no, también. Las razones son las de siempre: la puesta en peligro de los intereses estratégicos de los EEUU que virtualmente es todo el mundo. Desde el punto de vista político militar, el único imperio existente es el de EEUU con más de 700 bases militares en 80 países y gastando, junto con la OTAN el 60% del gasto militar mundial. Frente a eso, Rusia es poca cosa, pero no está dispuesta a ser un aliado subalterno de una superpotencia que lucha desesperadamente por su hegemonía.
Desde hace años vengo señalando que el mundo que hemos conocido está cambiando radicalmente y que en su centro está el declive relativo de EEUU. Mi temor era que lo que se conoce como la «trampa de Tucídides» llegara y lo hiciera pronto. Como se sabe, con esta denominación se hace referencia a los procesos de conflictos y guerras que va unidos a la decadencia de las potencias hegemónicas y su sustitución por otras emergentes. En eso estamos ya.
Insisto, esta guerra se podía y se debería haber evitado. ¿Dónde está la clave? En que la Unión Europea no es un sujeto autónomo en las relaciones internacionales que sepa definir con claridad sus intereses estratégicos y que construya una alianza sólida económica, política y militar con Rusia. Retorna la guerra a Europa y vuelve la prodigiosa habilidad de EEUU para crear conflictos militares siempre lejos de sus fronteras.
Para terminar, una idea. EEUU sigue siendo una superpotencia y, con mucho, la más fuerte desde el punto de vista económico, político y político-militar. Lo que estamos viendo son diversos movimientos operativos de una estrategia preventiva a nivel global cuyo objetivo último es China. Este conflicto que comienza es solo el principio.