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domingo, marzo 23, 2025

El nacimiento de un siglo euroasiático

Pepe Escobar

RED VOLTAIRE | 21/05/2014

Un fantasma persigue a Washington, la inquietante visión de una alianza china-rusa combinada con una expansiva simbiosis de comercio e intercambio de bienes a través de gran parte de la masa continental eurasiática a costa de EE.UU.

Y no es ninguna sorpresa que Washington esté ansioso. Esa alianza ya es un hecho en una variedad de maneras: mediante el grupo BRICS de potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica); en la Organización de Cooperación de Shanghái, el contrapeso asiático a la OTAN; dentro del G20 y a través del Movimiento de No Alineados (NAM) de 120 naciones. El comercio y el intercambio de bienes son solo parte del futuro pacto. Las sinergias en el desarrollo de nuevas tecnologías militares también son de interés. Es seguro que Pekín quiere tener una versión del ultrasofisticado sistema de defensa aérea antimisiles ruso al estilo de La guerra de las galaxias después de que se introduzca en 2018. Mientras tanto, Rusia está a punto de vender docenas de cazas jet Sukhoi Su-35 de última generación a los chinos cuando Pekín y Moscú procedan a sellar una cooperación en el terreno de aviación e industria.

Esta semana debería deparar los primeros verdaderos fuegos artificiales en la celebración de un nuevo siglo eurasiático en gestación cuando el presidente ruso Vladimir Putin visite al presidente chino Xi Jinping en Pekín. Recordareis el “Ductistán”: todos esos oleoductos y gasoductos claves que cruzan de un lado a otro Eurasia para formar el verdadero sistema circulatorio de la vida de la región. Ahora parece que también se firmará lo último en acuerdos de Ductistán por valor de 1 billón [millón de millones] de dólares que se ha preparado durante 10 años. En ese acuerdo el gigante energético ruso controlado por el Estado, Gazprom, aceptará suministrar a la gigantesca Corporación Nacional de Petróleo de China (CNPC), controlada por el Estado, 3.750 millones de pies cúbicos de gas natural licuado diarios al menos por 30 años, a partir de 2018. Es el equivalente de un cuarto de las masivas exportaciones de gas de Rusia a toda Europa. La actual demanda diaria de gas de China es de cerca de 16.000 millones de pies cúbicos diarios y las importaciones cubren el 31,6% del consumo total.

Es posible que Gazprom todavía reciba la parte principal de sus beneficios de Europa, pero Asia podría ser su Everest. La compañía utilizará este meganegocio para aumentar las inversiones en Siberia oriental y toda la región será también reconfigurada como centro privilegiado de gas para Japón y Corea del Sur. Si queréis saber por qué ningún país clave de Asia ha estado dispuesto a “aislar” a Rusia en medio de la crisis ucraniana –y desafía al gobierno de Obama– no hay que buscar más allá del Ductistán.

Sale el petrodólar, llega el “gas-o-yuan”

Y luego, hablando de ansiedad en Washington, hay que considerar la suerte del petrodólar, o más bien la posibilidad “termonuclear” de que Moscú y Pekín se pongan de acuerdo en el pago del acuerdo Gazprom-CNPC no en petrodólares sino en yuanes chinos. Apenas se puede imaginar un desplazamiento más tectónico, en el cual el Ductistán se cruza con una creciente cooperación política-económica-energética china-rusa. Junto a ella aparece la futura posibilidad de un impulso, dirigido de nuevo por China y Rusia, hacia una nueva moneda de reserva internacional –en realidad un canasto de monedas– que reemplace el dólar (por lo menos en los sueños optimistas de miembros de los BRICS).

Directamente después de la decisiva cumbre china-rusa vendrá una cumbre de los BRICS en Brasil en julio. Es cuando un banco de desarrollo de los BRICS de 100.000 millones de dólares, anunciado en 2012, nazca oficialmente como potencial alternativa al Fondo Monetario Internacional (FMI) y al Banco Mundial como fuente de financiamiento de proyectos para el mundo en desarrollo.

El “gas-o-yuan” refleja más cooperación de los BRICS a fin de soslayar el dólar, como en el caso de gas natural comprado y pagado en la divisa china. Gazprom incluso considera mercadear bonos en yuan como parte de la planificación financiera de su expansión. Bonos respaldados en yuanes ya se comercializan en Hong Kong, Singapur, Londres y más recientemente en Frankfurt.

Nada podría ser más sensato que el nuevo pacto de Ductistán se pague en yuanes. Pekín pagaría a Gazprom en esa moneda (convertible en rublos); Gazprom acumularía los yuanes y Rusia entonces compraría la miríada de bienes y servicios hechos en China en yuanes convertibles en rublos.

Es de conocimiento común que los bancos de Hong Kong, de Standard Chartered a HSBC –así como otros estrechamente vinculados a China por tratos comerciales– han estado diversificando en yuanes, lo que implica que se convertiría en una de las monedas de reserva de facto incluso antes de que sea totalmente convertible (Pekín trabaja extraoficialmente en un yuan totalmente convertible en 2018).

El trato ruso-chino del gas está inextricablemente vinculado a la relación energética entre la Unión Europea (UE) y Rusia. Después de todo, la parte principal del PIB ruso proviene de ventas de petróleo y gas, así como su influencia en la crisis de Ucrania. Por su parte, Alemania depende de Rusia en un importante 30% de sus suministros de gas natural. Sin embargo, los imperativos geopolíticos de Washington –nutridos con la histeria polaca– han llevado a empujar Bruselas a encontrar maneras de “castigar” a Moscú en la futura esfera energética (pero sin poner en peligro las actuales relaciones en el terreno de la energía).

Hay consistentes rumores en Bruselas estos días sobre la posible cancelación del proyectado gasoducto South Stream, de 16.000 millones de euros, cuya construcción debería comenzar en junio. Una vez terminado bombearía todavía más gas natural ruso a Europa, en este caso bajo el mar Negro (evitando Ucrania) a Bulgaria, Hungría, Eslovenia, Serbia, Croacia, Grecia, Italia y Austria.

Bulgaria, Hungría y la República Checa ya han dejado claro que están firmemente opuestos a cualquier cancelación. Y probablemente no tenga lugar una cancelación. Después de todo, la única alternativa obvia es gas del mar Caspio de Azerbaiyán, y no es probable que esto pase a menos que la UE pueda repentinamente reunir la voluntad y los fondos para un programa urgente a fin de construir el legendario oleoducto Bakú-Tiflis-Ceyhan (BTC), concebido durante los años de Clinton expresamente para soslayar Rusia e Irán.

En todo caso, Azerbaiyán no tiene capacidad para proveer los niveles de gas natural necesarios y otros actores como Kazajistán, plagados de problemas de infraestructura, o el poco fiable Turkmenistán, que prefiere vender su gas a China, ya están fuera del cuadro. Y no hay que olvidar que South Stream, combinado con proyectos energéticos subsidiarios, creará numerosos puestos de trabajo e inversiones en muchas de las naciones de la UE más devastadas económicamente.

A pesar de todo, semejantes amenazas de la UE, por poco realistas que sean, solo sirven para acelerar la creciente simbiosis de Rusia con los mercados asiáticos. Para Pekín especialmente, es una situación en la que ambas partes solo pueden ganar. Después de todo, no hay comparación entre energía suministrada a través de mares vigilados y controlados por la armada de EE.UU. y permanentes y estables rutas terrestres desde Siberia.

Escoge tu propia Ruta de la Seda

Por cierto, el dólar estadounidense sigue siendo la máxima moneda de reserva global, involucrando un 33% de los valores en divisas extranjeras globales a finales de 2013, según el FMI. Era, sin embargo, un 55% en el año 2000. Nadie conoce el porcentaje en yuanes (y Pekín no habla), pero el FMI señala que las reservas en “otras monedas” en los mercados emergentes han aumentado un 400% desde 2003.

Se puede decir que la Fed está “monetizando” un 70% de la deuda del Gobierno de EE.UU. en un intento de impedir que las tasas de interés suban al cielo. El consejero del Pentágono Jim Rickards, así como todo banquero basado en Hong Kong, tiende a creer que la Fed está en quiebra (aunque no lo dirán oficialmente). Nadie puede llegar a imaginar la dimensión del posible futuro diluvio que el dólar de EE.UU. podría sufrir en medio de un monte Ararat de 1,4 trillones de derivados financieros. No hay que pensar, sin embargo, que se trataría del final del capitalismo occidental, es solo la decadencia de la fe económica reinante, el neoliberalismo, que todavía es la ideología oficial de EE.UU., de la abrumadora mayoría de la Unión Europea y de partes de Asia y de Suramérica.

En cuanto a lo que se podría llamar el “neoliberalismo autoritario” del Imperio del Medio, ¿qué es lo que puede no gustar por el momento? China ha demostrado que es una alternativa orientada a los resultados del modelo capitalista “democrático” occidental para naciones que quieren tener éxito. Es construir no una, sino una miríada de nuevas Rutas de la Seda, masivas conexiones de ferrocarriles de alta velocidad, conductos, puertos, y redes de fibras ópticas por inmensas partes de Eurasia. Estas incluyen una carretera del Sudeste Asiático, una carretera de Asia Central, una “carretera marítima” del océano Índico e incluso un ferrocarril a través de Irán y Turquía que llega hasta Alemania.

En abril, cuando el presidente Xi Jinping visitó la ciudad de Duisburg sobre el río Rin, con el mayor puerto tierra adentro del mundo y directamente en el corazón de la industria del acero del Ruhr en Alemania, hizo una audaz propuesta: debería construirse una nueva “Ruta de la Seda económica” entre China y Europa, sobre la base del ferrocarril Chongqing-Xinjiang-Europa que ya va de China a Kazajistán, luego a través de Rusia, Bielorrusia, Polonia, y finalmente Alemania. Son 15 días en tren, 20 días menos que barcos de carga navegando desde el litoral oriental de China. Eso representaría el decisivo terremoto geopolítico en términos de integrar el crecimiento económico a través de Eurasia.

Hay que recordar que, si no hay cambios radicales, China está a punto de convertirse, y mantenerse, en la potencia económica global número uno, una posición que mantuvo durante 18 de los últimos 20 siglos. Pero no lo contéis a los hagiógrafos de Londres, todavía creen que la hegemonía de EE.UU. durará, bueno, eternamente.

Camino a la Guerra Fría 2.0

A pesar de serios problemas financieros recientes, los BRICS han estado trabajando conscientemente para convertirse en una antítesis del original G8 y –después de expulsar a Rusia en marzo– de nuevo un Grupo de 7 o G7. Están ansiosos de crear una nueva arquitectura global para reemplazar la que fue impuesta después de la Segunda Guerra Mundial y se consideran un potencial desafío al mundo excepcionalista y unipolar que Washington imagina para nuestro futuro (con su país como robocop global y la OTAN como su fuerza de robo-policía). El historiador y animador imperialista Ian Morris en su libro War! What is it Good For?, definió a EE.UU. como el decisivo “globocop” y “la última esperanza de la Tierra”. Si ese globocop “se cansa de su rol”, escribe, “no existe un plan B”.

Bueno, existe un plan BRICS, o por lo menos es lo que quieren creer los BRICS. Y cuando los BRICS actúan en este espíritu en la escena global, conjuran rápidamente una curiosa mezcla de temor, histeria y pugnacidad en el establishment de Washington. Tomemos a Christopher Hill como ejemplo. El exsecretario de Estado adjunto para el este de Asia y embajador de EE.UU. en Irak es ahora asesor del Albright Stonebridge Group, una firma consultora muy bien conectada con la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Cuando Rusia estaba “derrotada”, Hill solía soñar con un “nuevo orden mundial” hegemónico estadounidense. Ahora, cuando los mal agradecidos rusos han despreciado lo que “Occidente ha estado ofreciendo” –es decir “un estatus especial con la OTAN, una relación privilegiada con la Unión Europea y cooperación internacional en esfuerzos diplomáticos– están, a su juicio, tratando activamente de resucitar el imperio soviético. Traducción: si no sois nuestros vasallos, estáis contra nosotros. Bienvenidos a la Guerra Fría 2.0.

El Pentágono tiene su propia versión de esto dirigida no tanto contra Rusia como contra China que, afirma su think-tank sobre futuras guerras, ya está en guerra con Washington de numerosas formas. Por lo tanto si no es el Apocalipsis ahora, será el Armagedón mañana. Y sobra decir que cualquier cosa que vaya mal, mientras el gobierno de Obama “gira” descaradamente hacia Asia y los medios estadounidenses se llenan la boca sobre un renacimiento de la “política de contención” de la era de la Guerra Fría en el Pacífico, todo es culpa de China.

Empotrados en el demencial arranque hacia la Guerra Fría 2.0 están algunos risibles hechos en el terreno: el gobierno de EE.UU., con 17,5 billones de dólares de deuda nacional, y suma y sigue, considera un enfrentamiento financiero con Rusia, el mayor productor global de energía e importante potencia nuclear, tal como también promueve un cerco militar económicamente insostenible alrededor de su mayor acreedor: China.

Rusia tiene actualmente un considerable superávit comercial. Los gigantescos bancos chinos no tendrán problema alguno para ayudar a los bancos rusos si los fondos occidentales se agotan. En términos de cooperación inter-BRICS, pocos proyectos superan un oleoducto de 30.000 millones de dólares que se está planificando y que se extenderá de Rusia a India a través del noroeste de China. Las compañías chinas ya discuten ávidamente la posibilidad de participar en la creación de un corredor de transporte de Rusia hacia Crimea, así como un aeropuerto, astillero, y terminal de gas natural líquido en el lugar. Y se prepara otro gambito “termonuclear”: el nacimiento de un equivalente del gas natural a la Organización de Países Exportadores de Petróleo que incluiría a Rusia, Irán, y según se informa al descontento aliado de EE.UU. Catar.

El (no definido) plan a largo plazo de los BRICS involucra la creación de un sistema económico alternativo que incluye un canasto de monedas respaldadas en oro que dejaría de lado el actual sistema financiero global centrado en EE.UU. (No sorprende que Rusia y China estén acumulando todo el oro posible.) El euro –una moneda sana respaldada por grandes mercados líquidos de bonos e inmensas reservas de oro– también sería bienvenido.

No es ningún secreto en Hong Kong que el Bank of China ha estado utilizando una red SWIFT paralela para realizar todo tipo de comercio con Teherán, que sufre un duro régimen de sanciones estadounidenses. Como Washington esgrime Visa y Mastercard como armas en una creciente campaña al estilo de la Guerra Fría contra ella, Rusia se propone implementar un sistema alternativo de tarjetas de pago y crédito que no esté controlado por la industria financiera occidental. Un camino incluso más fácil sería adoptar un sistema de Unión de Pagos chino cuyas operaciones ya han superado a American Express en volumen global.

Solo giro sobre mí mismo

Es probable que ninguna cantidad de “giros” del gobierno de Obama hacia Asia para contener China (y amenazarla con el control de las vías energéticas marinas de ese país por la Armada de EE.UU.) logre que Pekín se aleje de su estrategia autodenominada de “desarrollo pacífico”, inspirada en Deng Xiaoping, con el propósito de convertirse en una potencia comercial global. El despliegue avanzado de tropas de EE.UU. o de la OTAN en Europa Oriental y otros actos al estilo de la Guerra Fría tampoco disuadirán a Moscú de un cuidadoso juego de malabarismo: asegurar que la esfera de influencia rusa en Ucrania se mantenga fuerte sin comprometer el comercio y el intercambio de bienes, así como los vínculos políticos con la Unión Europea, sobre todo, con el socio estratégico Alemania. Es el Santo Grial de Moscú: una zona de libre comercio de Lisboa a Vladivostok que (no por casualidad) se refleja en el sueño chino de una nueva Ruta de la Seda a Alemania.

Por su parte Berlín, cada vez más alerta respecto a Washington, detesta la noción de que Europa se vea atrapada en las garras de una Guerra Fría 2.0. Los dirigentes alemanes tienen problemas más importantes, incluyendo el intento de estabilizar una bamboleante UE mientras evita un colapso económico en la Europa meridional y central y el avance de los partidos de derecha cada vez más extremistas.

Al otro lado del Atlántico, el presidente Obama y sus altos funcionarios dan toda la impresión de hallarse atrapados en sus propios giros, hacia Irán, hacia China, hacia las zonas fronterizas orientales de Rusia, y (pasando desapercibidos) hacia África. La ironía de todas esas maniobras –militares para comenzar– es que en realidad ayudan a que Moscú, Teherán y Pekín refuercen su propia profundidad estratégica en Eurasia y otros sitios, como se refleja en Siria o, crucialmente, cada vez en más pactos energéticos. También ayudan a reforzar la creciente cooperación estratégica entre China e Irán. La incesante narrativa del “ministerio de la verdad” de Washington sobre todos estos eventos ignora ahora cuidadosamente el hecho de que sin Moscú “Occidente” nunca se habría sentado a discutir un acuerdo nuclear definitivo con Irán o habría conseguido un acuerdo de desarme químico de Damasco.

Cuando las disputas entre China y sus vecinos del Mar del Sur de China y entre ese país y Japón por la islas Senkaku/Diaoyou se sumen a la crisis de Ucrania, la inevitable conclusión será que tanto Rusia como China consideran que sus zonas fronterizas y vías marítimas son de propiedad privada y no van a aceptar tranquilamente los desafíos –sean mediante expansión de la OTAN, cerco militar de EE.UU., o escudos de misiles-. Ni Pekín ni Moscú tienden a la forma usual de expansión imperialista, a pesar de la versión de los eventos que se suministra actualmente a los públicos occidentales. Sus “líneas rojas” siguen siendo de naturaleza esencialmente defensiva, no importa las bravatas que a veces se urlizan en su protección.

Sea lo que sea lo que Washington quiera, tema o intente impedir, los hechos en el terreno sugieren que en los próximos años Pekín, Moscú, y Teherán se acercarán, lenta pero seguramente, creando un nuevo eje geopolítico en Eurasia. Mientras tanto, EE.UU. perplejo parece cómplice en la deconstrucción de su propio orden mundial unipolar mientras ofrece a los BRICS una auténtica oportunidad para tratar de cambiar las reglas del juego.

Rusia y China en modo de giro

En el mundo de los think-tanks de Washington se ha reforzado la convicción de que el Gobierno de Obama debería concentrarse en una reedición de la Guerra Fría mediante una nueva versión de la política de contención para “limitar el desarrollo de Rusia como potencia hegemónica”. La receta: armar a los vecinos de los Estados del Báltico para “contener” a Rusia. La Guerra Fría 2.0 existe porque desde el punto de vista de las elites de Washington la primera nunca ha terminado realmente.

Sin embargo, por mucho que EE.UU. pueda luchar contra la emergencia de un mundo multipolar, con múltiples potencias, los hechos económicos en el terreno apuntan regularmente a semejantes tendencias. Sigue existiendo la pregunta: ¿Será lenta y razonablemente digna la decadencia del “hegemón” o arrastrará consigo a todo el mundo en lo que ha sido llamada “la opción Sansón”?

Mientras contemplamos el desarrollo del espectáculo, sin que haya a la vista una jugada final, hay que recordar que una nueva fuerza crece en Eurasia y que la alianza estratégica china-rusa amenaza con dominar su región vital junto con grandes trechos de su parte interior. Ahora eso es una pesadilla de proporciones “mackinderescas” desde el punto de vista de Washington. Hay que pensar, por ejemplo, en cómo lo vería Zbigniew Brzezinski, el exconsejero nacional de seguridad que se convirtió en mentor en política global del presidente Obama.

En su libro de 1997 El gran tablero de ajedrez, Brzezinski argumentó que “la lucha por la primacía global seguirá jugándose” en el “tablero de ajedrez” eurasiático del cual “Ucrania era un eje geopolítico”. “Si Moscú recupera el control de Ucrania”, escribió entonces, Rusia “recuperará automáticamente los medios para convertirse en un poderoso Estado imperial, abarcando Europa y Asia”.

Esta sigue siendo la mayor parte de la justificación tras la política imperial de contención estadounidense del “exterior cercano” europeo, de Rusia al Mar del Sur de China. Sin embargo, sin una jugada final en el horizonte, no hay que perder de vista un giro de Rusia hacia Asia, China girando por el mundo y los BRICS trabajando intensamente en el intento de realizar un nuevo Siglo Eurasiático.

Fuente: https://www.voltairenet.org/article183954.html

China avanza desde el mar de Sur hasta Medio Oriente y Europa

Raúl Zibechi

19/02/2021

La disputa por el Mar del Sur de China se sigue intensificando, pero el Dragón va colocando sus fichas de forma gradual, implacable e incontenible, como lo muestran los recientes desarrollos de una estrategia largamente diseñada, que parece estar poniendo en práctica con notable coherencia.

Pocos dudan que la confrontación entre China y EEUU es prácticamente inevitable. Pero Pekín no quiere una guerra en su patio trasero, en los mares donde circula el grueso de su comercio y en particular el petróleo que tanto necesita. Por eso va colocando las fichas de Go en la retaguardia de su adversarios, aliados de EEUU como India, para cercarlos y aislarlos.

La primera parte de su estrategia consiste en seguir ahuyentado a la flota estadounidense de los mares estratégicos que rodean China. Por segunda vez en meses, dos grupos de portaaviones recorrieron parte del Mar del Sur, «días después de que un buque de guerra estadounidense navegara cerca de islas controladas por China en las aguas disputadas».

Las anteriores maniobras se habían producido en julio de 2020, con los portaaviones Ronald Reagan y Nimitz, mientras China denunciaba a Estados Unidos por dañar la paz y la estabilidad y declaraba que «continuará tomando las medidas necesarias para salvaguardar firmemente la soberanía y la seguridad nacionales».

Sin embargo, algo está cambiando en la región. El contralmirante Doug Verissimo, comandante del grupo de ataque dirigido por el portaaviones Theodore Roosevelt, comentó a los periodistas: «Estamos viendo una mayor cantidad de aviones, una mayor cantidad de barcos disponibles para el ejército chino y que se utilizan a diario».

Por un lado, el Gobierno de Pekín insiste que ese tipo de operaciones «tienen un significado más simbólico y político que militar, ya que Estados Unidos es plenamente consciente del poder de los misiles balísticos antibuque de China», como reveló el diario oficialista Global Times.

Como prueba de esa superioridad militar en el Mar del sur de China, el Ministerio de Defensa informó que el 4 de febrero el país había llevado a cabo con éxito una interceptación a mitad de camino de un misil balístico de alcance intermedio simulado, que según los funcionarios era puramente defensivo, según la publicación especializada MilitaryWatch Magazine.

Agregó que “la interceptación de misiles balísticos de alcance intermedio también tiene aplicaciones considerables para la guerra espacial y se puede utilizar para derribar satélites enemigos, un campo de creciente preocupación para los Estados Unidos».

Días antes, el 29 de enero, los astilleros chinos lanzaron el quinto transportador y el tercero de los buques de tamaño mediano clase 075, de 40.000 toneladas. Se trata del tercer portahelicópteros (dos se habían botado en septiembre de 2019 y abril de 2020), «lo que significa que los tres se botaron en un período de alrededor de 16 meses», destaca la publicación.

El lanzamiento de estos tres buques en tan poco tiempo, «llevó el tamaño total de la flota de portaaviones china a más de 240.000 toneladas», luego de la puesta en servicio del Liaoning y el Shandong.

Los portaaviones medianos clase 075, similares al francés Charles de Gaulle, el más grande de Europa, pueden acomodar entre 20 y 30 aviones con despegue y aterrizaje vertical como los helicópteros. Pero también pueden ser utilizados como barcos de asalto anfibio, «particularmente útiles para operaciones en los mares del sur y este de China en medio de múltiples disputas territoriales», destaca MilitaryWatch Magazine.

En los astilleros chinos se están construyendo además los dos primeros super-portaaviones del país, pero el primero puede ser botado este mismo año. Ambos desplegarán sistemas de lanzamiento de catapulta electromagnética similar a los barcos de la clase Gerald Ford de la Armada de los Estados Unidos.

Los nuevos portaaviones serán mucho menos costosos que los de EEUU, ya que no serán de propulsión nuclear, siendo menos adecuados para misiones de largo alcance pero idóneos para defender los mares en torno a China, en referencia a los cuatro portaaviones grandes y a las cinco naves de asalto anfibio finalizadas o en construcción.

La estrategia: desplazar a EEUU de Eurasia

El Dragón sigue avanzando en la segunda parte de su estrategia para desplazar a EEUU de Eurasia, extender su influencia hasta Medio Oriente y tener acceso privilegiado al mercado europeo.

Esto es lo que plantea el analista de Asia Times, David Goldman, que en esta ocasión firma con el seudónimo Spengler. En un artículo del 4 de febrero, titulado Una Pax Sínica toma forma en Oriente Medio, sostiene que el Dragón va ganando hegemonía en base a “una alianza emergente entre Pakistán y Turquía», países que tienen dependencia comercial y financiera de China.

Goldman defiende la hipótesis del dominio de China en Medio Oriente desde 2013. Siete años atrás sostuvo que una alianza entre Rusia y China sería el relevo de la decadente dominación de EEUU en la región.

Llama la atención sobre el hecho de que «mientras EEUU se centró en los acuerdos de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán, China maniobró entre los únicos tres estados musulmanes con una importante capacidad militar y potencial económico», en referencia a Turquía, Irán y Pakistán.

Lo que estaría tejiendo China es una triple alianza entre Turquía, Irán y Pakistán, al que denomina bloque sinocéntrico, que «dejará al aliado de Estados Unidos, India, aislado y debilitado», en una estrategia inspirada en los principios del juego Go de cercar las piezas contrarias.

Desde Pekín hasta Europa Central

De este modo, estaría surgiendo una Pax Sinica en el Medio Oriente y Asia Central sin que los planificadores estadounidenses puedan contrarrestarla. La forma de actuar de China, siguiendo los principios del Go, está dando sus frutos por ejemplo en su creciente alianza con los Países de Europa Central y Oriental (PECO).

El 9 de febrero mantuvieron una cumbre con Xi Jinping, en la que participaron jefes de Gobierno y altos representantes de Bosnia y Herzegovina, la República Checa, Montenegro, Polonia, Serbia, Albania, Croacia, Grecia, Hungría, Macedonia del Norte, Eslovaquia, Bulgaria, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania.

Luego de nueve años, esta alianza ha permitido que el volumen del comercio bilateral haya aumentado casi en un 85% y el turismo se multiplicara por casi cuatro. Estos días en los cuales la Unión Europea tiene dificultades para conseguir vacunas, China está ofreciendo millones de dosis de Sinopharm a Bosnia, Hungría y Serbia.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com/20210216/china-avanza-desde-el-mar-de-sur-hasta-medio-oriente-y-europa-1107829013.html

Por qué Rusia está volviendo loco a Occidente

Pepe Escobar

14/02/2021

En el futuro los historiadores podrían escribir que llegó el día en que el imperturbable Ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, decidió que había tenido suficiente: “Nos estamos acostumbrando al hecho de que la Unión Europea está tratando de imponer restricciones unilaterales, restricciones ilegítimas y partimos del supuesto que en esta etapa la Unión Europea es un socio poco confiable”.

Josep Borrell, el jefe de política exterior de la UE, en visita oficial a Moscú, tuvo que tomarlo en serio.

Lavrov, siempre un perfecto caballero, añadió: «Espero que la revisión estratégica que se llevará a cabo pronto se centre en los intereses claves de la Unión Europea y que estas conversaciones contribuyan a que nuestros contactos sean más constructivos».

El ministro ruso se refería a la cumbre de jefes de estado de la UE, del próximo mes, donde debatirán sobre las relaciones entre Rusia y la Unión Europea. Pero Lavrov se preocupó de dejar en claro que no se hace ilusiones, dijo: esperamos que estos «socios poco fiables» se comporten como adultos.

Los dos actores más importantes del espacio euroasiático

En esta conferencia de prensa hay una frase de Lavrov que llamó poderosamente la atención a los corresponsales extranjeros: “El principal problema que todos enfrentamos es la falta de normalidad en las relaciones entre Rusia y la Unión Europea, los dos actores más importantes en el espacio euroasiático. Es una situación malsana, que no beneficia a nadie”.

¿Qué quiso decir Lavrov con esta frase? Volveré a esto en un momento.

En su forma actual, la UE parece irremediablemente adicta a empeorar una “situación malsana”. En Bruselas la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, estropeó ostensiblemente el tema de las vacunas. Básicamente, envió a Borrell a Moscú, para solicitar los derechos de licencia para que empresas europeas produzcan la vacuna Sputnik V, que pronto será aprobada por la UE.

Y, sin embargo, los eurócratas optaron incursionar en la histeria, promoviendo las payasadas del activista de la OTAN y estafador convicto Navalny: una suerte de Guaidó ruso.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, bajo el manto de la «disuasión estratégica», el jefe del STRATCOM estadounidense, el almirante Charles Richard, dejó escapar casualmente que «existe una posibilidad real que una crisis regional con Rusia o China, una crisis que escale rápidamente hacia un conflicto que involucre armas nucleares».

De modo que la culpa de la próxima – y última – guerra ya se atribuye al comportamiento «desestabilizador» de Rusia y China.

¿Acaso, suponen que si estuvieran «perdiendo» una guerra convencional en “un ataque de rabia” transformarían el conflicto en una guerra nuclear? Presentada de esta manera la situación el Pentágono sería víctima de los “malvados rusos y chinos”.

Los estrategas de STRATCOM deberían leer con sumo cuidado al analista militar Andrei Martyanov. Este experto ha explicado detalladamente cómo ha cambiado la naturaleza de la guerra, hoy son las armas hipersónicas, y no las armas nucleares, las que decidirán quién gana y quién pierde.

Después de una escrupulosa explicación técnica, Martyanov afirma: “Actualmente, Estados Unidos no tiene opciones en un conflicto. En realidad, no tiene ninguna. Sin embargo, la opción menos mala para los estadounidenses es hablar con los rusos. No con majaderías geopolíticas como que Rusia “abandone” a China. Este es un tonto “sueño húmedo” de las cabezas calientes. Terminar con los acuerdos entre China y Rusia, hoy es totalmente imposible”.

Según Martyanov “rusos y estadounidenses deben resolver pacíficamente las relaciones entre ellos” Para luego invitar a China para que se siente como uno de los Tres Grandes en la mesa de negociaciones. “Esta es la única oportunidad para que Estados Unidos siga siendo relevante en el nuevo mundo”, agrega convencido.

Un poco de historia

Son muy insignificantes las posibilidades que la Unión Europea controle una “situación poco saludable” con Rusia. El estado profundo de aliado estadounidense no ha mostrado ninguna señal que cambie que cambie su agresiva rusofobia.

El camino por delante parece estar ya fijado: sanciones perpetuas; expansión de la OTAN a lo largo de las fronteras de Rusia; formación de un anillo de estados hostiles alrededor de Rusia; interferencia de Estados Unidos, con un ejército de quinto columnistas, en los asuntos internos de Rusia; en fin, una guerra perpetua de información de espectro completo.

Lavrov dejó claro que Moscú no espera cambio alguno. Sin embargo, los hechos sobre el terreno seguirán acumulándose.

Nordstream 2 estará terminado (con sanciones o sin sanciones) y suministrará gas natural a Alemania y a la UE. El estafador condenado Navalny (que tiene un 1% de «popularidad» real en Rusia) permanecerá en la cárcel hasta que cumpla la condena judicial, los ciudadanos de la UE obtendrán el Sputnik V, y …la asociación estratégica Rusia-China seguirá solidificándose.

Rusia escéptica

Las claves históricas para entender la “escéptica posición del pueblo ruso respecto de Europa”, están en el nuevo libro de filosofía política escrito por Glenn Diesen, profesor de la Universidad del Sureste de Noruega y profesor de la Escuela Superior de Economía de Moscú.

Diesen se concentra en lo esencial: geografía, topografía e historia: “Rusia es una gran potencia terrestre sin suficiente acceso a los mares. La geografía, argumenta, condiciona los cimientos de sus políticas conservadoras que podrían ser definidas por: la autocracia, un concepto complejo de nacionalismo y un perdurable papel de la Iglesia Ortodoxa”, algo que implicó una resistencia al secularismo de carácter radical”.

Junto con Diesen debemos recordar que Rusia no tiene fronteras naturales defendibles; ha sido invadida u ocupada por suecos, polacos, lituanos, por la horda de oro mongola, por los tártaros de Crimea, los franceses con Napoleón y por la enorme y sangrienta invasión nazi.

Quizás como ejemplo de la preocupación fundamental del pueblo ruso esta la palabra byezopasnost. ¿Pero que hay tras esta palabra rusa? La respuesta es casi todo.: byez byezopasnost se puede traducir como “seguridad” pero también significa algo más importante: byez es “sin” en castellano y opasnost significa «peligro», sin peligro.

La compleja y singular estructura histórica de Rusia siempre presentó serios problemas.

Rusia tuvo una estrecha afinidad con el Imperio Bizantino. Pero si «llegaba a reclamar la transferencia de la autoridad imperial de Constantinopla a Moscú, se vería obligada a conquistarla». Cosa que no hizo.

Ahora, si se le hubiera ocurrido reclamar la herencia de la Horda Dorada Mongol este habría relegado a Rusia solo a una potencia asiática. Cuestión que tampoco hizo.

En el camino ruso hacia la modernización, la invasión mongola provocó no solo un cisma geográfico, sino que dejó su huella en la política: “La autocracia se convirtió en una necesidad tras el legado mongol y con el tiempo la Rusia de los Zares se constituyeron como un imperio euroasiático con una vasta extensión geográfica, pero mal conectada”.

Un este-oeste colosal

Desde esa época Rusia tiene que ver con Oriente y Occidente. El profesor Diesen nos recuerda Nikolai Berdyaev, una de los pensadores conservadores siglo XX, sostuvo en 1947 que : “la incoherencia y la complejidad del alma rusa es producto que en Rusia confluyen dos corrientes de la historia del mundo, el Este y el Oeste. Ambas se empujan e influyen mutuamente (…) Rusia es una sección completa del mundo, un este-oeste colosal «.

El ferrocarril Transiberiano, construido para solidificar la cohesión interna del imperio ruso y para proyectar poder en Asia, fue un gran cambio de juego: “Con la expansión de los asentamientos agrícolas rusos hacia el este, Rusia estaba reemplazando las antiguas carreteras de Eurasia «.

Por esta razón es curioso constatar cómo el desarrollo ruso hacia el oriente terminó influyendo en la teoría de la “Heartland” de Mackinder. Para este estratega, considerado el padre de la geopolítica moderna, el control del mundo requiere del control del súper-continente euroasiático y por tanto lo que aterrorizaba a Mackinder era que los ferrocarriles rusos, que conectan a Eurasia, iban a socavar con el tiempo la “gran imperio marítimo” de Gran Bretaña

Diesen también nos explica cómo el “eurasianismo”, que surgió en la década de 1920 entre los emigrados en respuesta a la revolución de 1917, fue de hecho una evolución del conservadurismo ruso.

Sin embargo, este eurasianismo nunca se convirtió en un movimiento político unificado. Su núcleo intelectual creía que Rusia no era un mero estado de Europa del Este, pues después de la 13 ª invasión mongol y de las invasiones tártaros, la historia y la geografía de Rusia no podía ser solamente europea.

Para los euroasianistas el futuro requeriría un enfoque más equilibrado y un compromiso con Asia.

Antes , en 1881 y desde otra posición intelectual Dostoievski lo dijo brillantemente:

“Los rusos son tanto asiáticos como europeos. El error de nuestra política durante los dos últimos siglos ha sido hacernos creer que somos verdaderos europeos. Hemos servido demasiado a Europa, hemos participado demasiado en sus querellas domésticas (…) Nos hemos postrado como esclavos ante los europeos y sólo nos hemos ganado su odio y su desprecio. Es hora de dar la espalda a la ingrata Europa. Nuestro futuro está en Asia”.

Ahora Lev Gumilev es posiblemente una “superestrella” para una nueva generación de partidarios del concepto “euroasiático, su obra “La Antigua Rusia y la Gran Estepa” fue la publicación de mayor impacto entre los rusos después de la caída de la URRSS. En el libro, Gumilev demostró que Rusia se había fundado por medio de una coalición natural entre eslavos, mongoles y turcos.

Lo que están ofreciendo Diesen y Gumilev es una especie de tercera vía, que va más allá del nacionalismo pro-europeo y de un internacionalismo hasta cierto punto utópico.

En Kazajstán se ha establecido la “Universidad Lev Gumilev” y Putin se ha referido al historiador como «el gran euroasiático de nuestro tiempo». Por su lado, Diesen nos recuerda que George Kennan, definió a Rusia después de la caída de la URSS como “un país trágicamente herido y espiritualmente disminuido”.

En 2005, Putin fue mucho más agudo y contundente: “el colapso de la Unión Soviética fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo. Y para el pueblo ruso, fue un verdadero drama (…) Los viejos ideales fueron destruidos. Muchas instituciones fueron disueltas o reformadas sin pensarlo … Con un control irrestricto sobre los flujos de información, los oligarcas servían exclusivamente a sus propios intereses corporativos. La pobreza masiva comenzó a aceptarse como la norma. Todo este drama se desarrolló en un contexto de la más severa recesión económica, con unas finanzas inestables y una parálisis en el ámbito social”.

Ante esta crisis la respuesta de Putin fue aplicar la «democracia soberana»

Y así llegamos a la cuestión europea crucial.

En la década de 1990, dirigida por atlantistas, la política exterior rusa se centró en la Gran Europa, un concepto basado en el Hogar Europeo Común de Gorbachov.

Y, sin embargo, la Europa de la posguerra fría, se ha configurado por una incesante expansión de la OTAN y con una Unión Europea que se ha extendido permanentemente hacia el este. Los hechos indiscutibles es que durante tres décadas los contorsionismos liberales desplegaron todo tipo de maniobras para incluir a todas las naciones del Este y excluir a Rusia de Europa.

Diesen tiene el mérito de resumir todo este proceso en una sola frase: “La nueva Europa liberal representó una continuidad británico-estadounidense en términos del dominio de las potencias marítimas, y el objetivo, siguiendo lo que pensaba Mackinder, es impedir una relación germano-rusa provechosa, una relación de suma cero. De esta manera Estados Unidos evita que ambas naciones compartan sus intereses complementarios”.

Entonces, no es de extrañar que Putin, fuera erigido por los medios occidentales como el Espantapájaros Supremo, o «el nuevo Hitler».

En su momento Putin rechazó de plano el papel que quisieron asignarle a Rusia, debía ser mero aprendiz de la civilización occidental, y de su actual corolario; la hegemonía neoliberal. Aun así, se mantuvo por un tiempo bastante complaciente. De hecho, en 2005 Putin declaró: “Rusia fue, es y será una gran potencia europea».

Sin embargo, el objetivo de Putin ha sido desacoplar el liberalismo de la política, rechazando los fundamentos de la hegemonía liberal.

En este sentido se entiende su afirmación: debemos comprender que no hay un modelo democrático único. Más tarde esta noción de Putin se conceptualizó como «democracia soberana». En pocas palabras, la democracia no puede existir sin soberanía, de modo que Rusia debe descartar de plano la «supervisión» occidental para que la democracia soberana funcione realmente.

Diesen observa agudamente que, la URSS estuvo cercana a ser «un eurasianismo radical de izquierda”. En su libro afirma que Sergei Karaganov, conocido como el «Kissinger ruso», demostró «que para la Unión Soviética fue fundamental los procesos de descolonización pues se comprometió tempranamente con el surgimiento de naciones soberanas de Asia, y con los procesos de liberación nacional que privaban a Occidente de capacidad para someter al mundo. Cuestión, que través de la fuerza militar, los occidentales habían hecho desde el siglo XVI hasta la década de 1940”.

Esto política internacionalista de la URSS es reconocida en vastas extensiones del Sur global, desde América Latina y África hasta el sudeste asiático.

Península occidental de Eurasia

Después del final de la Guerra Fría – y del fracaso de la Gran Europa de Gorbachov – el giro de Moscú hacia Asia para construir la Gran Eurasia solo se puede entender como “inevitabilidad histórica”. ¿Veamos por qué?

Los dos centros geoeconómicos de Eurasia son Europa y Asia Oriental. Bueno, Moscú quiere conectarlos económicamente en un súper-continente: ahí es donde la Gran Eurasia se une con la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China (BRI). Para Diesen: se trata de “una transición desde naciones hasta ayer periféricas el centro occidental hacia un nuevo centro con una construcción económica regional”.

Desde una perspectiva, incluso conservadora, Diesen enfatiza, “la economía política de la Gran Eurasia permite a Rusia superar su obsesión histórica con Occidente y establecer un camino propio de Rusia hacia la modernización”.

Esto implica conectar la Rusia europea con Siberia y la Rusia del Pacífico bajo un concepto: una nueva economía política industrializador, por esto la asociación estratégica Rusia-China está activa en los sectores geoeconómicos más importantes: industrias estratégicas, plataformas tecnológicas, corredores de conectividad e instrumentos financieros.

El giro hacia el oriente ha puesto en sobre la mesa, una vez más, el debate sobre un asunto de carácter histórico: el enfrentamiento entre el Heartland (el corazón de la tierra ubicado en Eurasia) y las potencias marítimas.

Las tres primeras grandes potencias euroasiáticas, fueron los escitas, los hunos y los mongoles. La razón clave de su fragmentación y decadencia es que no pudieron alcanzar, ni menos controlar, las fronteras marítimas de Eurasia.

La cuarta gran potencia euroasiática fue el imperio ruso, y su sucesor, la URSS. Una de las razones de su colapso es entre otros factores que tampoco no pudo ni alcanzar ni controlar las fronteras marítimas de Eurasia.

De hecho, Estados Unidos lo impidió aplicando las ideas de sus mejores geopolíticos, Mackinder, Mahan y Spykman. La estrategia de Estados Unidos se conoció como el mecanismo de contención de “Spykman-Kennan”, un modelo belicista que utilizó sistemáticamente los denominados «despliegues avanzados» en la periferia marítima de Eurasia, Europa occidental, Asia oriental y Oriente Medio.

Todos conocemos, a estas alturas, cómo es la estrategia general de Estados Unidos en alta mar. También conocemos las verdaderas razones de su participación en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo declarado fue evitar por todos los medios el surgimiento de una potencia euroasiática.

Estados Unidos como gran potencia hegemónica, fue definido crudamente – y con arrogancia imperial – por el libro » The Grand Chessboard» de Brzezinski en 1997: «Necesitamos prevenir la colusión en Eurasia y debemos mantener la dependencia de seguridad entre las naciones vasallas, también necesitamos mantener afluentes flexibles y protegidos, para evitar que los bárbaros se unan”. El viejo “divide y gobernaras” aplicado al «dominio del sistema- mundo».

Para desesperación de los sospechosos habituales este sistema enunciado por Brzezinski ahora se está derrumbando. Diesen señala: «en el pasado, empujar a Rusia hacia Asia habría relegado a esta nación a la oscuridad económica y la habría eliminado como potencia europea. Pero ahora, con el centro de gravedad geoeconómica desplazándose a China y hacia el Este de Asia, se trata de un juego completamente nuevo”.

La demonización de Rusia-China por parte de Estados Unidos, junto con la mentalidad de sus adeptos instalados en la Unión Europea, sólo están ayudando a acercar a Rusia cada vez más a China. Todo esto ocurre en una coyuntura donde Occidente – que dominó el mundo durante dos siglos- está llegando definitivamente a su fin.

Diesen, quizás con demasiada diplomacia afirma: “Las relaciones entre Rusia y Occidente puede que cambien con el surgimiento de Eurasia. La estrategia hostil de Occidente hacia Rusia está condicionada a la idea de que Rusia no tiene a dónde ir y debe aceptar todo lo que Occidente ofrece. El ascenso de China altera fundamentalmente la relación de Moscú con Occidente pues le permite a Rusia diversificar sus asociaciones”.

Es posible que nos estemos acercando rápidamente al punto en el que la Rusia de la Gran Eurasia presentará a Alemania una oferta del “tómalo o déjalo”. O construimos el Heartland juntos, o nosotros lo construiremos solo con China, y para entonces Alemania quedará como un espectador. Por supuesto, siempre existe una posibilidad, pero ahora muy distante de un eje Berlín-Moscú-Beijing… han pasado cosas más extrañas en la historia.

Mientras tanto, Diesen todavía confía: “las potencias terrestres de Eurasia eventualmente podrían incorporar a Europa, y a otros estados en la periferia, en la Nueva Eurasia. A medida que los intereses económicos se vuelvan hacia el Este las lealtades políticas cambiarán gradualmente y, Europa se podría convertir gradualmente en la península occidental de la Gran Eurasia”.

Este artículo también puede ser leído como una amable invitación para que “reflexione cierto vendedor ambulante de origen peninsular”.

Fuente: https://observatoriocrisis.com/2021/02/12/por-que-rusia-esta-volviendo-loco-a-occidente/

China: economía zombi

Ho-Fung Hung

Red de Geografía Económica 1325/23

A principios de la década de 2010, el economista Justin Lin Yifu, ex-director del Banco Mundial vinculado al gobierno chino, predijo que la economía de China tendría al menos dos décadas más de crecimiento por encima del 8 %. Calculó que, dado que el ingreso per cápita del país en ese momento era aproximadamente del mismo nivel que el de Japón en la década de 1950 y el de Corea del Sur y Taiwán en la década de 1970, no había razón alguna para que China no pudiera replicar los éxitos anteriores de estos otros estados de Asia oriental. El optimismo de Lin fue repetido por los comentaristas occidentales. The Economist proyectó que China se convertiría en la economía más grande del mundo para 2018, superando a Estados Unidos. Otros fantaseaban con que el Partido Comunista se embarcaría en un ambicioso programa de liberalización política. En el New York Times Nicholas Kristof escribió en 2013 que Xi “encabezaría un resurgimiento de la reforma económica, y probablemente también cierta relajación política”. El cuerpo de Mao será sacado de la plaza de Tiananmen bajo su mandato. Liu Xiaobo, el escritor ganador del Premio Nobel de la Paz, será liberado de prisión’. El politólogo Edward Steinfeld también argumentó en 2010 que la aceptación de la globalización por parte de China impulsaría un proceso de “autoritarismo auto-obsolescente” similar al de Taiwán en las décadas de 1980 y 1990.

Diez años después, la ingenuidad de estos pronósticos es evidente. Incluso antes de la aparición de la COVID-19, la economía china se había desacelerado y entró en una crisis de deuda interna, visible en el colapso de importantes promotores inmobiliarios como Evergrande. Después de que Beijing levantase todas las restricciones pandémicas a fines de 2022, el repunte económico ampliamente esperado no se materializó. El desempleo juvenil se disparó por encima del 20%, superando al de todas las demás naciones del G-7 (otra estimación lo sitúa por encima del 45%). Los datos sobre comercio, precios, manufactura y crecimiento del PIB apuntan a condiciones de deterioro, una tendencia que el estímulo fiscal y monetario no ha podido revertir. The Economist ahora afirma que es posible que China nunca alcance a los EEUU, y se reconoce universalmente que Xi no es un liberal, ya que ha redoblado la intervención estatal en el sector privado y las empresas extranjeras mientras silencia las voces disidentes (incluidas las que anteriormente habían sido toleradas por el Partido).

Sería un error pensar que factores externos han alterado radicalmente las perspectivas de China. Más bien, el declive gradual del país comenzó hace más de una década. Aquellos que analizaron de cerca los datos, más allá de los bulliciosos distritos comerciales y los llamativos desarrollos de edificios, detectaron este malestar económico ya en 2008. Entonces escribí que China estaba entrando en una crisis de sobreacumulación típica. Su floreciente sector exportador había acumulado una enorme cantidad de reservas de divisas desde mediados de la década de 1990. En su sistema financiero cerrado, los exportadores deben entregar sus ganancias extranjeras al banco central, que crea el equivalente en RMB para absorber las divisas extranjeras. Esto condujo a la rápida expansión de la liquidez en RMB en la economía, principalmente en forma de préstamos bancarios. Porque el sistema bancario está estrictamente controlado por el partido-estado, con empresas estatales o relacionadas con el estado que sirven como feudos y vacas lecheras de las familias de élite: el sector estatal disfrutó de un acceso privilegiado a los préstamos bancarios estatales, que se utilizaron para impulsar una ola de inversiones. El resultado fue un aumento del empleo, un auge económico temporal y localizado y unas ganancias inesperadas para la élite. Pero esta dinámica también dejó atrás proyectos de construcción redundantes y poco rentables: apartamentos vacíos, aeropuertos infrautilizados, plantas de carbón y acerías excesivas. Eso, a su vez, resultó en una caída de las ganancias, una desaceleración del crecimiento y un empeoramiento del endeudamiento en los principales sectores de la economía.

A lo largo de la década de 2010, el partido-estado realizó periódicamente nuevos préstamos en un intento por detener la desaceleración. Pero muchas empresas simplemente aprovecharon los préstamos bancarios fáciles para refinanciar su deuda existente sin agregar nuevos gastos o inversiones a la economía. Estas empresas eventualmente se convirtieron en adictos a los préstamos; y como con cualquier adicción, se necesitaban dosis crecientes para generar efectos decrecientes. Con el tiempo, la economía perdió su dinamismo a medida que las empresas zombis se mantenían vivas solo con la deuda: un caso clásico de ‘recesión de balance’ que sacudió a Japón después de que terminó su auge a principios de la década de 1990. Sin embargo, justo cuando estos problemas se volvieron cada vez más claros para los expertos a principios de la década de 2010, fueron censurados en los medios oficiales, lo que amplificó la evaluación optimista de Lin. Mientras tanto, en el mundo occidental, una red de banqueros y ejecutivos corporativos de Wall Street tenía motivos para suprimir análisis más escépticos, ya que seguían lucrandose atrayendo inversores a China. La ilusión de un crecimiento ilimitado a alta velocidad fue la consigna en el mismo momento en que la economía entró en su crisis más grave desde el comienzo de la era de la reforma del mercado.

Pekín sabe desde hace mucho tiempo lo que debe hacerse para paliar esta crisis. Un paso obvio sería iniciar una reforma redistributiva para aumentar los ingresos de los hogares y, por lo tanto, el consumo de los hogares, que, como porcentaje del PIB, se encuentra entre los más bajos del mundo. Desde finales de los 90, ha habido llamamientos para reequilibrar la economía china a favor de un modelo de crecimiento más sostenible, reduciendo su dependencia de las exportaciones y la inversión en activos fijos como la construcción de infraestructura. Esto condujo a algunas políticas reformistas y redistributivas bajo el gobierno de Hu Jintao y Wen Jiabao de 2003–13, como la Nueva Ley de Contratos Laborales, la abolición del impuesto agrícola y la redirección de la inversión gubernamental a las regiones rurales del interior. Pero el peso de los intereses creados (empresas estatales, así como los gobiernos locales que prosperan con los contratos de construcción y los préstamos bancarios estatales que alimentan esos proyectos), y la impotencia de los grupos sociales que se beneficiarían de tal política de reequilibrio (obreros, campesinos y hogares de clase media), hizo que el reformismo no arraigara. . Los logros mínimos en la reducción de la desigualdad en el período Hu-Wen se revirtieron debidamente después de mediados de la década de 2010. Más recientemente, Xi ha dejado meridianamente claro que su ‘programa de prosperidad común’ no es un retorno al igualitarismo de la era de Mao, ni siquiera una restauración del bienestarismo. Es, más bien, una afirmación del papel paternalista del estado frente al capital: aumentar su presencia en los sectores de tecnología e inmobiliario, y alinear el espíritu empresarial privado con los intereses más amplios de la nación.

El partido-estado se ha estado preparando para las repercusiones sociales y políticas de esta terrible situación. En los discursos políticos oficiales, ‘seguridad’ se ha convertido en la palabra más pronunciada, eclipsando a ‘economía’. El liderazgo actual cree que puede sobrevivir a una recesión económica reforzando su control sobre la sociedad, erradicando las facciones de élite autónomas y adoptando una postura más asertiva en el escenario internacional en medio de una creciente tensión geopolítica, incluso si tales medidas sirven para agravar sus problemas de desarrollo. Esto ayuda a explicar la abolición de los límites del mandato presidencial en 2018, la centralización del poder en manos de Xi, la incesante campaña para erradicar las facciones del Partido en nombre de la lucha contra la corrupción, la construcción de un estado de vigilancia cada vez mayor y el cambio de los pilares de la legitimación estatal: más allá de los efectos del crecimiento económico y hacia el fervor nacionalista. El actual debilitamiento de la economía y el endurecimiento del autoritarismo no son tendencias fácilmente reversibles. Son, de hecho, el resultado lógico del desarrollo desigual y la acumulación de capital de China durante las últimas cuatro décadas. Esto significa que están aquí para quedarse.

Ho-Fung Hung es Profesor de Economía Política en la Universidad John Hopkins. Es autor de The China Boom: Why China Will Not Rule the World (Columbia University Press, 2018) y de Clash of Empires: From «Chimerica» to the «New Cold War» (Cambridge University Press, 2022), entre otros libros.

Fuente: https://www.europe-solidaire.org/spip.php?article67402

Juego de sombras: la alianza euroasiática está más cerca de lo que se cree

Pepe Escobar

REBELIÓN | 04/09/2020

Hemos visto cómo China está planeando meticulosamente todos sus decisivos movimientos geopolíticos y geoeconómicos hasta el 2030 y más allá.

Lo que están a punto de leer a continuación proviene de una serie de conversaciones con analistas de inteligencia, y puede ayudar a bosquejar los lindes del actual gran tablero de ajedrez de la política mundial

En China, está claro que el camino a seguir apunta a impulsar la demanda interna, y ha dirigir toda su política monetaria para consolidar la construcción de industrias nacionales de nivel mundial.

Paralelamente, en Moscú se discute: ¿Rusia debe seguir el mismo camino?

Según un analista de inteligencia ruso, «Rusia no debería importar nada, salvo las tecnologías que necesita hasta que pueda crearlas por sí misma y exportar sólo el petróleo y el gas que se requiere para pagar las importaciones. China necesita recursos naturales, lo que hace que Rusia y China sean aliados insuperables. Una nación debería ser tan autosuficiente cuanto le sea posible».

La estrategia del Partido Comunista de China (PCCH) fue delineada por el Presidente Xi en la reunión del Comité Central del 31 de julio. .. y fue en contra de un ala neoliberal el partido que han soñado con la conversión del partido en una organización socialdemócrata al estilo occidental y supeditada a los intereses del capital occidental – ¿colaboracionistas?.

Comparar la velocidad del desarrollo económico de China con el de los Estados Unidos es como comparar un Maserati Gran Turismo (con un motor V8 ) con un Toyota Camry.

China, proporcionalmente, tiene una reserva de generaciones jóvenes muy bien educados; una migración rural-urbana acelerada; una rápida erradicación de la pobreza; gran capacidad de ahorro de su población; un sentido cultural de gratificación diferida; una sociedad -confucionista- con disciplina social y con una inteligencia racionalmente educada.

El proceso de que China comercie cada vez más consigo misma será más que suficiente para mantener el necesario impulso para un desarrollo sostenible.

El factor hipersónico

Mientras tanto, en el frente geopolítico, el consenso en Moscú (desde el Kremlin hasta el Ministerio de Relaciones Exteriores) es que la administración Trump no es «capaz de llegar a un acuerdo», un eufemismo diplomático que se refiere a un grupo de embusteros que tampoco es «capaz de actuar legalmente». Otro eufemismo que se aplica, por ejemplo, a la ruptura de los acuerdos por parte de Trump

El Presidente Putin ha dicho en el pasado reciente que negociar con el Equipo Trump es como jugar al ajedrez con una paloma chiflada: un pájaro que camina por sobre el tablero de ajedrez, caga indiscriminadamente, derriba piezas, declara la victoria y luego huye.

En contraste, el gobierno ruso invierte su tiempo en construir una alianza euroasiática uniendo a Alemania, Rusia y China.

Este escenario se aplicará en Alemania después del Frau Merkel. Según un analista estadounidense, «lo único que frena a Alemania es que pueden perder sus exportaciones de coches a los Estados Unidos. Pero esto puede suceder de inmediato debido a la tasa de cambio dólar-euro, con el euro cada vez más fuerte».

En el frente nuclear, y yendo mucho más allá de la actual situación en Bielorrusia (ya que no habrá ningún Maidan en Minsk) Moscú ha dejado muy claro que cualquier ataque con misiles de la OTAN será interpretado como un ataque nuclear.

El sistema de misiles defensivos de Rusia -incluyendo los ya probados S-500, y los nuevos S-600- podrían ser un 99% efectivos. Esto significa que los rusos tendrían que absorber algún tipo de castigo. Por esta razón Rusia ha construido una extensa red de refugios antinucleares, en las grandes ciudades, para proteger al menos a 40 millones de personas.

Los analistas rusos explican que el enfoque defensivo de China está en la misma línea. Pekín estaría desarrollando – si no lo ha hecho ya – un escudo defensivo, con capacidad para contraatacar un ataque de misiles nucleares estadounidenses.

Los mejores analistas rusos, como Andrei Martyanov, saben que las tres principales armas de una posible próxima guerra serán; los misiles, los submarinos (ofensivos y defensivos) y las herramientas de guerra cibernética.

El arma clave hoy en día – y los chinos lo entienden notoriamente – son los submarinos nucleares. Los rusos han observado que China está construyendo una flota de submarinos – con misiles hipersónicos – mucho más rápido que los EEUU. Las flotas de superficie están obsoletas. Una miríada de submarinos chinos puede acabar fácilmente con una fuerza de ataque de un portaaviones. Las fuerzas de ataque de los portaaviones estadounidenses tienen muy poco valor en las actuales circunstancias.

Lo que estimula a China a obtener la mayor parte de sus recursos energéticos por tierra desde Rusia se explica por una estratégica: esta será la ruta segura en el caso que los mares queden bloqueados – al tráfico comercial – por una guerra entre Estados Unidos, por un lado y Rusia y China por el otro.

Incluso si los oleoductos son bombardeados, estos pueden ser reparados en muy poco tiempo. De ahí la importancia que tiene para China la serie de proyectos conjuntos con empresa Gazprom de Rusia.

El factor Ormuz

Un secreto muy bien guardado en Moscú es que justo después de las sanciones alemanas impuestas en relación con Ucrania, un importante operador mundial de energía se acercó a Rusia con una oferta para desviar a China no menos de 7 millones de barriles al día de petróleo más una inmensa cantidad de gas natural. Pase lo que pase, la propuesta sigue sobre la mesa de un asesor de petróleo y gas del Presidente Putin.

En el caso de que eso ocurriera, China se aseguraría de todos los recursos naturales que necesita. Bajo esta hipótesis, la lógica rusa sería evitar las sanciones alemanas cambiando sus exportaciones de petróleo a China, que desde el punto de vista ruso es más avanzada en tecnología de consumo que Alemania. Por supuesto este escenario no ha impedido la inminente conclusión de Nord Stream 2 .

Los servicios de inteligencia le han dejado muy claro a los industriales alemanes que si Alemania perdiera su fuente rusa de petróleo y gas natural, y el Estrecho de Ormuz fuera bloqueado por Irán (en caso de un ataque americano) la economía alemana podría simplemente colapsar.

Ha habido serios debates entre los servicios de inteligencia sobre la posibilidad de que una “sorpresa de Octubre” patrocinada por EEUU, que actuando con una bandera falsa acuse a Irán del inicio de una guerra . La «máxima presión» del Equipo Trump sobre Irán no tiene absolutamente nada que ver con el Tratado de Control de Armas atómicas . Lo que importa es que, incluso indirectamente, la asociación estratégica entre Rusia y China ha dejado muy claro que Teherán será protegido como un activo estratégico – y como un nodo clave de la integración de Eurasia.

Los analistas de inteligencia centran su preocupación en un escenario -bastante improbable – de un colapso del gobierno de Teherán. Lo primero que Washington haría en este caso es tirar del interruptor del sistema de compensación SWIFT. El objetivo sería aplastar la economía rusa. Si este escenario llegara a ocurrir, China podría perder a sus dos aliados clave en un solo movimiento, y luego tener que enfrentarse a Washington solo, en una etapa que todavía no poder asegurarse todos los recursos naturales necesarios.

Esta situación sería una verdadera amenaza existencial. Esto explica la lógica detrás de la creciente interconexión de la asociación estratégica Rusia-China, la aceleración al máximo la fusión de los sistemas de pago Mir ruso y CHIPS chino, los más de 400.000 millones de dólares del acuerdo China-Irán de 25 años de duración y las medidas para eludir el dólar estadounidense en el comercio internacional.

Bismarck ha regresado

Otro posible acuerdo secreto ya discutido en los más altos niveles de inteligencia es la posibilidad de un Tratado de Reaseguros ( inspirado en el canciller Bismarck) a ser establecido entre Alemania y Rusia. La consecuencia inevitable sería una alianza de facto Berlín-Moscú-Pekín que abarcaría la Iniciativa del Cinturón y la Carretera (BRI), junto con la creación de un nueva moneda euroasiática (¿digital?) para la alianza euroasiática, que incluiría actores importantes pero periféricos como Francia e Italia.

Bueno, el eje Beijing-Moscú ya está en funcionamiento. Berlín-Pekín es un trabajo en progreso. El eslabón todavía desconocido es Berlín-Moscú.

Este cambio mundial representaría no sólo la última pesadilla para las elites angloamericanas – rebasados por Mackinder- sino también el paso de la antorcha geopolítica de los imperios marítimos al corazón de Eurasia.

Ya no es una ficción. Ahora está sobre la mesa.

Por un momento, hagamos un pequeño viaje en el tiempo y vayamos al año 1348. Los mongoles están en Crimea, sitiando la ciudad de Kaffa – un puerto comercial en el Mar Negro controlado por los genoveses. Repentinamente, el ejército mongol es reducido por la peste bubónica. Sus generales lanzan los cadáveres contaminados sobre las murallas de la ciudad de Crimea.

Que pasa cuando los barcos comenzaron a navegar de nuevo de Kaffa a Génova. Transportaron la plaga a Italia. En 1360, la Peste Negra estaba literalmente por todas partes, desde Lisboa a Nóvgorod, desde Sicilia a Noruega. Se calcula que hasta el 60% de la población de Europa pudo haber muerto, más de 100 millones de personas.

Algunos historiadores argumentan que el Renacimiento se retrasó un siglo entero, debido a la plaga.

La Covid-19, por supuesto, está lejos de ser una plaga medieval. Pero sería adecuado preguntarse.

¿Qué Renacimiento podría estar retrasando la actual pandemia ?

Bueno, podría estar adelantándose el Renacimiento de Eurasia. Esto ocurre justo cuando el antiguo hegemón está implosionando internamente, «distraído por la distracción», para citar a T.S. Eliot.

Detrás de la niebla, de los juegos de sombras, ya está en marcha los movimientos trascendentes que reorganizan la gran masa terrestre euroasiática.

Fuente: https://rebelion.org/juego-de-sombras-la-alianza-euroasiatica-esta-mas-cerca-de-lo-que-se-cree/

Irán y China firman un acuerdo de cooperación comercial por 25 años

Aurore Bayoud

27/03/2021

Los ministros de Asuntos Exteriores de China e Irán, ambos países sometidos a sanciones de Estados Unidos, firmaron el sábado un histórico acuerdo de cooperación de 25 años, en la última expansión de la emblemática iniciativa de la Ruta de la Seda de Beijing. Durante la firma, la autoridad iraní expresó su esperanza de que el déficit en el intercambio comercial entre Irán y China fomentado por las sanciones estadounidenses “sea compensado en 2021”.

China e Irán sellaron hoy en Teherán su estratégica alianza con la firma de un acuerdo de cooperación económica de una duración de 25 años. El presidente chino, Xi Jinping, y su homólogo iraní, Hassan Rohani, acordaron así establecer una hoja de ruta para “las inversiones recíprocas en los ámbitos del transporte, los puertos, la energía, la industria y los servicios.”

“El Gobierno y el pueblo de Irán se esfuerzan como siempre por ampliar las relaciones con países fiables e independientes como China”, reaccionó entonces el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, que calificó de “correcto y razonable” el acuerdo de cooperación propuesto. “Irán decide de forma independiente sus relaciones con otros países, no es como algunos países que cambian su posición con una llamada telefónica”, declaró por su parte Ali Larijani, consejero del ayatolá.

“Prosperidad” para las dos naciones

Aunque no han trascendido detalles del pacto, su eje principal es la dimensión económica y comercial, así como la participación de Irán en la iniciativa china de crear una nueva Ruta de la Seda.

El pacto prevé por ejemplo inversiones chinas de alrededor de 400.000 millones de dólares en los sectores iraníes de la energía y las infraestructuras, según los medios estatales de Irán. A cambio, Teherán, gran productor de hidrocarburos, garantiza a Beijing un suministro estable de petróleo y gas a precios competitivos.

El Ministerio de Exteriores de Irán indicó en un comunicado que el documento “promoverá aún más la asociación estratégica integral entre Irán y China y creará prosperidad para las dos naciones”, que celebran medio siglo de relaciones diplomáticas.

Irán se vuelve la prioridad de China para las vacunas

Hassan Rohani pidió también más importaciones de vacunas contra el coronavirus a Irán, el país más afectado por la pandemia en Medio Oriente. “En cuanto a la vacuna contra el coronavirus, es necesario aumentar la cooperación entre los dos países, y queremos que se suministren más vacunas de China”, declaró la autoridad iraní. “Les proporcionaremos más vacunas e Irán es nuestra prioridad para las vacunas”, contestó el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi.

Pero este pacto interviene sobre todo para contrarrestar las sanciones estadounidenses a Irán. En efecto, China es el principal socio comercial de Irán, y era uno de los mayores compradores de petróleo iraní antes de que el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, volviera a imponer amplias sanciones unilaterales en 2018, tras abandonar un acuerdo nuclear multilateral con Teherán.

“Bajo la nueva Administración, los estadounidenses quieren reconsiderar su política y volver al acuerdo nuclear y China da la bienvenida a su iniciativa”, dijo así Wang. “China siempre se ha opuesto a las sanciones unilaterales de Estados Unidos. La presión máxima es ilegal e inhumana y carece de apoyo internacional”, agregó Wang.

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha por su parte expresado su voluntad de regresar al acuerdo, pero exige a Irán volver a cumplir con todos sus compromisos, mientras que Teherán pone como condición que Washington elimine primero sus sanciones.

Una polémica por falta de transparencia

Esta hoja de ruta comenzó a trazarse con la visita en enero de 2016 a Teherán del presidente chino, Xi Jinping, durante la que se firmaron 17 acuerdos de cooperación y se habló de aumentar los intercambios a 600.000 millones de dólares en una década.

Sin embargo, la falta de transparencia en torno al convenio despertó cierta polémica el año pasado en Irán, después de que el expresidente Mahmud Ahmadineyad denunciara que se estaba negociando un “nuevo acuerdo de 25 años con un país extranjero” sin el conocimiento del pueblo iraní.

Así, con la etiqueta “Irán no está a la venta”, circularon en las redes sociales denuncias sobre la supuesta cesión a China de hidrocarburos y de alguna isla del golfo Pérsico, lo que fue negado por las autoridades del país persa.

El ministro de Asuntos Exteriores fue entonces abucheado en el Parlamento cuando aseguró a los legisladores que no había “nada secreto” en el acuerdo propuesto, que prometió que se anunciaría públicamente “una vez que se haya finalizado”. Pero el Gobierno aún no ha cumplido esa promesa y se han hecho públicos pocos detalles.

Con AFP, Reuters y EFE

Fuente: https://amp.france24.com/es/medio-oriente/20210327-iran-china-acuerdo-comercial-petroleo

La eterna marcha hacia el Este

Gabriel Merino

29/03/2022 | Publicado en la Red de Geografía Económica 366/21 (https://groups.google.com/g/redgeoecon/c/aJiyGjv3H0w)

El secular y obsesivo avance hacia el Este de EEUU y la OTAN es parte necesaria y fundamental que explica el conflicto, aunque no la única.

Una obsesión de las potencias occidentales es el avance hacia el Este y la conquista del “Espacio Euroasiático”. Especialmente desde el inicio de su supremacía mundial a fines del siglo XVIII, luego de tres siglos de ascenso a través del colonialismo y del poder militar de los beligerantes estados modernos europeos. La acumulación sin fin de capital necesita y se retroalimenta de la acumulación sin fin de poder político-militar, esta es la naturaleza del imperialismo capitalista moderno que inventó Occidente.

Primero, fue la Francia de Napoleón Bonaparte. A principios del siglo XIX, a partir de desatar sus fuerzas sociales con la revolución burguesa de fines del siglo XVIII, intentó una invasión a Rusia que le significó la pérdida de más del 80% de su fuerza inicial. Después del triunfo de Rusia sobre la Francia imperial napoleónica, que los rusos denominaron «Guerra Patriótica», el imperio inglés buscó contener, a través de una estrategia envolvente y dominantemente indirecta, al imperio ruso como prioridad geoestratégica –lo que dio lugar al llamado «Gran Juego»– y asegurar así la hegemonía británica (secundada por Francia). La Guerra de Crimea (1853-56) o la formación de Afganistán como «estado tapón» entre la expansión rusa hacia el Sur, en busca de una salida al Océano Índico, y las posesiones coloniales inglesas en el territorio actual de India y Pakistán, fueron expresiones importantes de este conflicto secular.

Más tarde, en el siglo XX, durante la transición del sistema mundial de 1914-1945 y el «Caos Sistémico», sería Alemania, convertida en potencia, la que buscó en la expansión continental –ante su falta de colonias en relación a los imperialismos competidores– un nuevo estatus en la jerarquía del poder mundial y la conquista de la hegemonía. Sin embargo, el triunfo soviético en la Segunda Guerra Mundial, que los rusos denominan la «Gran Guerra Patriótica», echó por tierra la geoestrategia germana que, entre otras cosas, incluía convertir a Ucrania en su granero.

Luego de la derrota de la Unión Soviética en la Guerra Fría y su disolución a partir de 1991, avanzar hacia el Este también sería una premisa geoestratégica fundamental de las fuerzas globalistas en EEUU y el Reino Unido, en pleno momento unipolar y belle époque neoliberal. Esto fue acompañado, con cierta precaución, por los grupos dominantes de Francia y Alemania, que tampoco planteaban insubordinarse a su condición de protectorado militar estadounidense. Sería en 1997 cuando esta premisa comenzó a ponerse en marcha más decididamente.

El eterno obstáculo de esta tendencia histórica de los últimos 200 años es Rusia. La zarista, la soviética y, ahora, la eurasianista liderada por Vladimir Putin; que siempre aparece en el lugar del «eterno mal» en la simbología geopolítica occidental o, en las versiones más edulcoradas, como una suerte de «oso salvaje» al que la civilización europea debe domesticar.

Moscú, por su parte, se piensa en términos geopolíticos como una gran fortaleza asediada, vulnerable por todos los flancos salvo el Ártico (hasta ahora, por el cambio climático). Por ello, para gran parte del pensamiento estratégico ruso la clave es dominar los territorios periféricos y extender lo más posible dicho dominio, para amortiguar las distintas amenazas proveniente de sus flancos y, en particular, de Occidente. Así también se justificó históricamente su propio expansionismo imperial.

El Inicio

Cuando comenzó a ponerse en marcha la nueva marcha hacia el Este, en un famoso artículo publicado en el New York Times en 1997, George Kennan formuló una crítica central que se convertiría en profecía:

Expandir la OTAN sería el error más fatídico de la política estadounidense en toda la era posterior a la Guerra Fría. Se puede esperar que tal decisión estimule las tendencias nacionalistas, antioccidentales y militaristas en la opinión rusa; tener un efecto adverso en el desarrollo de la democracia rusa; restaurar la atmósfera de la Guerra Fría en las relaciones Este-Oeste e impulsar la política exterior rusa en direcciones que decididamente no son de nuestro agrado.

Kennan fue uno de los referentes diplomáticos e intelectuales de EEUU en la Guerra Fría y quien protagonizó la política de contención contra la URSS. Para él, EEUU como potencia marítima debía rodear la «Isla continente» de Eurasia y articular a las principales estructuras económicas del mundo aislando a la gran potencia terrestre. Distinto era avanzar hacia el corazón continental y tocar las puertas de Moscú luego de su caída. Era una provocación innecesaria y contraproducente.

Pero esa posición quedó en clara minoría. Fueron las ideas de Zbigniew Brzezinski -publicadas, entre otros lugares, en su famoso libro El tablero de ajedrez mundial en 1997- las que condensaron en buena medida el pensamiento dominante en el establishment globalista estadounidense de los años noventa y su pretensión de avanzar hacia un imperio global. La transnacionalización del poder económico -liderada por las redes financieras con centro en Wall Street y Londres y sus empresas globales- requería la extensión de un poder político-militar global.

En relación al espacio euroasiático, para Brzezinski, Ucrania constituye un pivote geopolítico y su propia independencia transforma a Rusia: sin Ucrania, Rusia no es una potencia euroasiática ni un polo de poder con proyección mundial, apenas se trata de una potencia regional asiática. Por lo tanto, resulta clave quitar a Ucrania de la esfera de influencia rusa y ubicarla en la esfera de influencia occidental, para evitar una reconstrucción del espacio medio de Eurasia que haga resurgir un polo de poder alternativo: «La extensión de la órbita euroatlántica vuelve imperativa la inclusión de los nuevos Estados independientes exsoviéticos y en particular de Ucrania», escribiría en otro libro, publicado en 2004 (The Choice: Global Domination or Global Leadership, Basic Books). La intelectualidad globalista en plena unipolaridad incluso iba más allá de Ucrania, al igual que buena parte de los hacedores de la política exterior, y proyectaba una fractura de Rusia en tres, con la parte occidental integrada a la UE. Jaque mate al «Espacio Medio».

En 1997 se estableció que una vez más, como en los últimos 200 años, Occidente marcharía sobre el Este. El primer gran hecho bélico de este proceso fue la guerra de la OTAN contra Yugoslavia en 1999, en apoyo a los rebeldes separatistas de Kosovo en nombre del principio de autodeterminación de los pueblos, que la propia OTAN no le reconoce a Donetsk, Lugansk y Crimea en función del principio de integridad territorial. Principio, este último, que no respetó en Yugoslavia o no respeta actualmente en las Islas Malvinas bajo ocupación británica; es decir, las reglas parecieran no valer realmente sino que aparecen como recursos argumentativos que varían según la necesidad. La guerra en la exYugoslavia, cuyo centro era Serbia, cercana a Moscú, incluyó un masivo bombardeo de Belgrado por parte de la OTAN, como el que hoy realiza Rusia sobre Kiev y otras ciudades (aunque ahora a un nivel mayor). Sin embargo, este hecho bélico de central importancia para Europa no está presente en el relato occidental, que se remite a la Segunda Guerra Mundial para referirse a la última guerra en la península euroasiática.

En 1999, con una Rusia devastada por la crisis del año anterior, y cuando empezaba a despuntar la figura de Vladímir Putin frente al desencanto neoliberal y atlantista, comienzan a incorporarse países a la OTAN, rompiendo el pacto no formalizado entre James Baker, Secretario de Estado de la administración de G. Bush, y Mijail Gorvachov, de no avanzar más allá de la Alemania reunificada. Desde entonces, y con la guerra que cambió definitivamente las relaciones de fuerzas a favor de la OTAN (ya convertida claramente en una alianza expansionista), ingresaron 14 países a la alianza encabezada por Washington: República Checa, Hungría y Polonia en 1999; los países bálticos Lituania, Estonia y Letonia, más Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia en 2005; Croacia y Albania en 2009; y finalmente Montenegro en 2017.

Como se observa, la OTAN avanzó no sólo en países que pertenecían a la esfera del Pacto de Varsovia, sino también países que formaban parte de la Unión Soviética y que se encuentran en la frontera de la Federación Rusa, lo cual es considerado como una amenaza de seguridad existencial por Moscú. Especialmente cuando dichas incorporaciones incluyen armamentos con capacidad de transportar cargas nucleares que apuntan a su capital y cubren ese trayecto en pocos minutos. Las líneas rojas se habían quebrado.

No es casual que, en respuesta, en 1997 se inicie un importante acercamiento entre Rusia y China, quienes van a afirmar que es necesario avanzar hacia un orden multipolar frente a la unipolaridad y el unilateralismo de los EEUU. Este acercamiento marcará un quiebre en la dinámica de conflicto entre ambas potencias desde los años sesenta, que Washington supo aprovechar para aislar a Moscú y derrotar a la URSS en la Guerra Fría. Tampoco pareció casual el bombardeo estadounidense de la embajada China en Belgrado durante la mencionada Guerra en la exYugoslavia, donde Beijing se oponía al accionar de la OTAN. Tiempo más tarde, en el año bisagra de 2001, estas potencias reemergentes de Eurasia conformarían la Organización para la Cooperación de Shanghai junto a los países de Asia central, los primeros pasos de la actual «asociación sin límites» entre China y Rusia que cambió el tablero geopolítico mundial.

La búsqueda por incorporar Ucrania a la OTAN

Las ideas y planes para incorporar a Ucrania a la OTAN como parte de un rediseño estratégico más amplio que se expusieron en 1997, establecía que ese proceso debía darse entre 2005 y 2010. Y así fue. La «Revolución naranja» prooccidental de 2004, desarrollada en Kiev y en el oeste del país, allanó el camino para la victoria de la coalición liberal-nacionalista, expresada en la figura de Víktor Yúshenko, sobre Víktor Yanúcovich del partido de las regiones rusófilas y rusófonas del sureste. Como observa Jean-Marie Chauvier para Le Monde Diplomatique de enero de 2005, el gobierno de George W. Bush (aunque bajo un giro neoconservador más focalizado en Oriente Medio) invirtió 65 millones de dólares en favor de Víctor Yúshenko. Mientras que la fundación del magnate globalista George Soros prestó su marco a la ex secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, que convocó a 280 ONG ucranianas para garantizar el giro atlantista.

En abril de 2008, con Kiev bajo un gobierno prooccidental y meses antes de que la caída del Lehman Brothers desate la gran crisis financiera global, Bush presentó la propuesta de incorporar a Ucrania y Georgia a la OTAN, en una cumbre de la alianza en Bucarest. Frente a ello, el presidente ruso Vladimir Putin respondió lo que ya era harto conocido: «Consideramos la llegada de un bloque militar a nuestras fronteras, cuyas obligaciones de membresía incluyen el Artículo 5, como una amenaza directa a la seguridad de nuestro país».

Pocos meses después, en agosto de 2008 se desató la guerra en Georgia, donde las fuerzas armadas rusas y las proclamas repúblicas prorrusas de Osetia del Sur y de Abjasia, se enfrentaron a las fuerzas prooccidentales que dominaban dicho país caucásico. La guerra se disparó cuando el presidente de Georgia, Mijeíl Saakashvili, envalentonado por el apoyo de la OTAN, ordenó a sus fuerzas armadas retomar el control del enclave rebelde de Osetia, independiente de facto desde 1992. Sin embargo, la intervención rusa, a pesar de la debilidad mostrada entonces por sus fuerzas amadas, echó por tierra el plan de EEUU y de las fuerzas georgianas prooccidentales de incorporarse a la OTAN.

Moscú comenzaba a mostrar capacidad y decisión para defender sus líneas rojas. En el mundo poscrisis de 2008, Rusia aparecía como una potencia emergente euroasiática que se había recuperado de la debacle de los años noventa y buscaba recobrar su influencia en los territorios que habían sido parte de la URSS, a través de distintas iniciativas económicas y políticas apoyadas por su poderío militar como gran potencia nuclear y segundo vendedor de armas del mundo, luego de EEUU.

Así como la crisis de 2008 marca un momento de quiebre para el avance de la globalización financiera neoliberal y un síntoma de la crisis de la hegemonía estadounidense, el lanzamiento de los BRIC en 2009 (conformado por Brasil, Rusia, India y China, a quienes luego se le uniría Sudáfrica) señalaría un importante paso hacia un orden multipolar y un avance de las tendencias que demandan una distribución del poder y de la riqueza mundial.

Pero el establishment globalista estadounidense (y británico) no iba a dejar de presionar para lograr sus objetivos estratégicos en el rediseño de Eurasia. Una nueva avanzada se inició en 2013, con el golpe de estado apoyado por masivas protestas prooccidentales contra el debilitado gobierno ucraniano de Yanukóvich (representante del Partido de las Regiones y aliado de Rusia). El golpe se produjo tras su rechazo al acuerdo de asociación con la Unión Europea y el compromiso con Rusia, sellado con un paquete de 15 000 millones de dólares. En las protestas pudo verse en persona a Victoria Nuland, entonces Secretaria para Asuntos Europeos y Euroasiáticos del Departamento de Estado de EE. UU (donde actualmente se desempeña como Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos). Nuland cobró cierta fama cuando en pleno conflicto se filtró un audio en donde debatía con el entonces embajador de los EEUU en Ucrania sobre cómo garantizar el éxito de las protestas y a quién colocarían como sucesor de Yanukóvich. En dicha conversación afirmó en relación a la posición de Europa: «Fuck the European Union».

Frente a ello, la Federación de Rusia y las fuerzas filorusas de Ucrania respondieron recobrando el poder formal a través de un referéndum de la estratégica península de Crimea, donde se encuentra la base naval rusa de Sebastopol y la mayoría de sus habitantes son rusos. Por otro lado, la insurgencia prorrusa de Donetsk y Lugansk, apoyadas por Moscú, se declararon como repúblicas populares independientes, aunque Rusia no las reconoció oficialmente hasta este año. A partir de allí se desató un cruenta guerra civil, donde por el lado de las fuerzas ucranianas comenzaron a cobrar protagonismo los grupos neonazis, como el «regimiento de Azov», incorporado formalmente a la Guardia Nacional y a las estructuras militares; aunque no por ello puede afirmarse que todo el gobierno de Kiev es neonazi.

EEUU y aliados pasaron, a partir de ese momento, a la guerra económica contra Rusia a partir de sanciones, un elemento clave de esta guerra mundial híbrida y fragmentada. Las sanciones golpearon duramente a la economía rusa, cuyo PIB nominal cayó alrededor de un 40% en dólares nominales entre 2014 y 2016, aunque no lograron derribar al gobierno de Vladimir Putin, ni hacer retroceder a Rusia, que incluso pudo recuperar paulatinamente su economía. Ello evidenció, junto con la capacidad militar de Rusia mostrada en Siria, el nuevo mapa del poder en Eurasia y el mundo, la dependencia Europea de los hidrocarburos y materias primas rusas y el colchón estratégico que le da China a Moscú, acelerando la interdependencia económica.

Es clave entender que no se trata solamente de un conflicto local o sólo entre dos estados. En el trabajo publicado en la revista Geopolítica(s) en 2016, titulado «Tensiones mundiales, multipolaridad relativa y bloques de poder en una nueva fase de la crisis del orden mundial», observo que a partir de aquellos sucesos en Ucrania se dispara, en realidad, un conflicto global y estructural, con Eurasia como tablero principal. En ese tablero, ya en Siria la intervención de Rusia en defensa del gobierno de Bashar Al-Assad, junto a Irán y Hezbolá, frustró los planes de cambio de régimen apoyados por las potencias que conducen la OTAN. A pesar de sus superioridad militar, desde la guerra en la exYugoslavia que EEUU y sus aliados no pueden imponerse, ganar sus guerras y avanzar, aunque el saldo sea catastrófico: sólo en las guerras de Irak y Afganistán hubo 900 000 muertos y Libia, que ostentaba el mayor índice de Desarrollo Humano de África, se convirtió en una carnicería y un desastre humanitario.

Todo un símbolo de este declive relativo del polo de poder estadounidense-británico y aliados fue la retirada de la OTAN en Afganistán, en el corazón de Eurasia donde China junto a Rusia y poderes emergentes avanza en al construcción de otro mapa geoeconómico y geopolítico. Por ello es que Ucrania se vuelve una pieza clave.

Biden y el foco sobre Ucrania

Con la asunción de Joseph Biden se esperó un recrudecimiento del conflicto en este territorio pivote de Eurasia. No sólo por la llegada de Blinken y Nuland al Departamento de Estado, sino porque el propio Biden fue un protagonista central de la geoestrategia globalista-neorrealista de avanzar sobre el control de las periferias euroasiáticas hasta las fronteras de China y Rusia, e incluso amenazar su integridad territorial azuzando todos sus conflictos internos.

En agosto de 2021 se produce una reunión clave de la OTAN en Kiev, a la que asisten representantes de 46 países (16 aliados extra-OTAN), en la cual se firma la «Plataforma de Crimea», exigiéndole a Rusia la «devolución» de dicha península estratégica e históricamente disputada. En esa reunión quedó completamente claro que no se iban a admitir ningunas de las demandas de Moscú y de las autoproclamadas fuerzas prorrusas, como la neutralidad de Ucrania, el reconocimiento de la soberanía rusa sobre Crimea o la mayor autonomía para las provincias independentistas del Donbás, según lo estipulado en los acuerdos de Minsk; acuerdos que EEUU nunca aceptó en la práctica, a pesar de los esfuerzos de Francia y Alemania por sostenerlos junto a Rusia y un sector minoritario de la parte prooccidental de Ucrania.

En paralelo, pese a las presiones de Washington y del Reino Unido, en septiembre de 2021 se termina la construcción del gasoducto NordStream 2 que une a Rusia con Alemania por el Báltico, sin pasar por ningún estado tapón. A partir de allí, el gasoducto debía entrar en etapa de certificación para comenzar a operar, lo que iba a aumentar la interdependencia entre Rusia y Alemania, con inevitables consecuencias geopolíticas que chocan con otro imperativo geoestratégico central del establishment globalista anglosajón: mantener divididos a Berlín y Moscú.

Un mes después The Washington Post publica que, según informes de inteligencia, Rusia iba a invadir Ucrania. Bajo dicho argumento se refuerza la presencia militar e inteligencia de EEUU y el Reino Unidos en el terreno y aumenta la provisión de entrenamiento y armamento a las fuerzas armadas ucranianas, las cuales intensificaron sus acciones sobre los rebeldes del Donbás; foco de guerra civil en donde se contabilizaban 14 000 muertos hasta enero de 2022.

Por lo que se observa ahora, a partir de la dinámica de la guerra y del movimiento de tropas cerca del Donbás, y con el apoyo externo mencionado, las fuerzas armadas ucranianas se preparaban para una embestida masiva con el objetivo de terminar con los planes de las repúblicas insurgentes apoyadas por Moscú. Ahora, dichas fuerzas se encuentran atrapadas y rodeadas por las fuerzas rusas en el este ucraniano, mientras Zelensky clama a la OTAN por un apoyo que no llega. «Nos dejaron solos», afirmó.

En comienzos del mes de febrero se conocieron documentos que buscaban evitar la guerra. EEUU revisaría la instalación de misiles si Moscú daba un paso atrás en Ucrania. Pero se negaba a la petición de Rusia de establecer un compromiso formal de la neutralidad de Ucrania. Si bien Francia y Alemania podían acordar, su subordinación estratégica pareció impedir que se opongan a Washington.

El 19 de febrero y frente a las maniobras de Moscú en las fronteras, Zelenski afirmó que a falta de las «garantías de seguridad» para Ucrania, Kiev se podría retirar del Memorándum de Budapest de 1994, y reconsiderar su renuncia a poseer armas nucleares. A los dos días, el 21 de febrero, Rusia le respondió reconociendo la independencia de Donetsk y Lugansk. El 24 de febrero inició la incursión bélica masiva sobre el territorio ucraniano para «defender» estar regiones prorrusas, y «desmilitarizar» y «desnazificar» dicho país.

Hoy la humanidad ve estupefacta cómo, nuevamente en estos poco más de 200 años, hay una guerra en el corazón de Europa. En realidad, esta guerra comenzó en 2014, abriendo una nueva fase de la crisis del orden mundial, y ahora pasó a un nuevo nivel y formato. El secular y obsesivo avance hacia el Este de EEUU y la OTAN es parte necesaria y fundamental que explica el conflicto, aunque no la única.

El propio Henry Kissinger, uno de los cerebros imperiales estadounidenses, protagonista en la estrategia para enfrentar la crisis de hegemonía de los años setenta, advertía el 24 de febrero de 2014 que Ucrania es un país fracturado:

Occidente es mayoritariamente católico; Oriente (el este) es en gran parte ortodoxo ruso. El occidente habla ucraniano; el oriente habla principalmente ruso. Cualquier intento de un ala de Ucrania de dominar a la otra, como ha sido el patrón y la tendencia histórica, conduciría eventualmente a una guerra civil o una ruptura. Tratar a Ucrania como parte de una confrontación Este-Oeste hundiría durante décadas cualquier posibilidad de llevar a Rusia y Occidente, es decir a Rusia y Europa, a un sistema internacional cooperativo.

Frente a ello, Kissinger observaba que «Una política sabia de EEUU hacia Ucrania buscaría una manera de que las dos partes internas del país cooperen entre sí. Debemos buscar la reconciliación, no la dominación de una facción.» Con ese propósito recomendaba que Ucrania no debería unirse a la OTAN, aunque podría unirse la Unión Europea; Kiev debería reforzar la autonomía e independencia política en Crimea y respetar la total autonomía e independencia de sus elecciones internas; y eliminar cualquier duda o ambigüedad sobre el «estatus» oficial de la flota rusa en el Mar Negro en Sebastopol. Las propuestas tenían como fin «evitar un enfrentamiento violento». Propuestas muy en línea con los acuerdos de Minsk que EEUU nunca quiso reconocer realmente.

El establishment globalista no escuchó al antiguo hombre de estado. Por el contrario, en sus principales medios -The Washington Post, CNN, Financial Times, etc.– en 2014 se comenzó a hacer referencia a una nueva guerra fría y se instó a no ceder en sus aspiraciones sobre Ucrania. La crisis de acumulación pos2008, y el rediseño del capitalismo transnacionalizado, imponía como salida, según estas perspectivas, la subordinación de los poderes emergentes y una lucha por poner las reglas de juego del siglo XXI, como definió la administración Obama.

Analizar el comportamiento de Washington y la OTAN no «justifica» la guerra, ni tiene por objetivo legitimar o criticar el accionar de Rusia. El objetivo es tratar de entender el conflicto y romper la trampa propagandística de ver buenos y malos -en lugar de intereses geopolíticos, económicos y estrategias en lucha- que tiene como fin alinearnos en uno de los bandos en pugna. El desafío de los pueblos del Sur y de Nuestra América es construir nuestras propias miradas y fortalecer nuestras voces.

Gabriel Merino es investigador del CONICET, Profesor de la UNLP y co-coordinador del Grupo de Trabajo de CLACSO “China y el mapa del poder mundial”.

Fuente: https://www.lahaine.org/mundo.php/

La fabricación de chips se vuelca al sudeste asiático

Jorge Castro

02/04/2021

Los “chips” (semiconductores) son el insumo básico de la Cuarta Revolución Industrial (CRI), que es el proceso histórico de digitalización plena de la manufactura y los servicios; y tres cuartas partes de la producción mundial de microprocesadores ha estado concentrada tradicionalmente en EE.UU. y Europa (UE). De pronto, en los últimos 10 años, la fabricación de “chips” se ha volcado a los países asiáticos, y primordialmente a China.

El porcentaje de EE.UU. en la producción global de semiconductores o circuitos integrados era 37% del total en 1990, y cayó a 12% en 2020, en tanto que la parte de la UE constituía 35% del total en la primera fecha, y declinó a 9% el año pasado.

Por su parte China carecía de esa industria hace 30 años, y ahora dispone de 15% del total mundial, que sería 24% en los próximos 5 años.

Si se le suma las plantas productoras de microprocesadores que posee la taiwanesa TSMC, así como la de la surcoreana Samsung, y la de las múltiples compañías japonesas, el Sudeste Asiático controla hoy el 75% de la producción de semiconductores del mundo.

La inversión extranjera directa (IED) destinada a la expansión de la industria de los circuitos integrados ha seguido el camino de su fabricación del Atlántico al Pacífico; y el resultado ha sido que la República Popular recibió 84 inversiones en nuevas plantas y proyectos (“greenfield”) de fabricación de semiconductores en los últimos 5 años, en tanto que EE.UU. atrajo 39 inversiones menos en ese periodo.

Hay que agregar que construir una planta de “chips” en EE.UU es un tercio más oneroso que hacerlo en el Sudeste Asiático, mientras que sus costos de operación son 50% superiores a los emprendimientos realizados en China.

La recuperación generalizada de la economía global en 2021 arrastra a todos los sectores prácticamente sin excepción, y en primer lugar a la industria automotriz.

Esto ha provocado una súbita y enorme carencia de “chips” en todos los mercados del sistema global, debido al retraso de la producción respecto a las exigencias extraordinarias de la demanda.

Por eso la manufactura automotriz norteamericana ha experimentado suspensiones en gran escala en los últimos tres meses, ante todo en General Motors (GM) y Ford, tanto en sus plantas de Detroit como en las de Michigan.

Las sanciones establecidas por el gobierno de Trump contra la empresa china Huawei – líder mundial en el desarrollo de la 5-G – han tenido el objetivo estratégico de cerrarle el acceso a las tecnologías estadounidenses de producción de microprocesadores.

La persecución estratégica llevada a cabo por Washington contra Huawei en los últimos dos años se debe al hecho de que esta empresa representa la punta de lanza del desafío tecnológico de la República Popular a la principal superpotencia del mundo. Donald Trump no ha equivocado su objetivo. La persecución a Huawei ha sido un acto de lucidez.

Para eso ha golpeado a la principal proveedora de Huawei que es SMIC, con sede en la República Popular, que utiliza para su producción tecnología estadounidense, y es la única capaz de producir la categoría más sofisticada tecnológicamente de semiconductores de hasta 10 nanómetros (nm.), cruciales en términos de seguridad en la producción de equipos militares.

Por su parte TSMC (Taiwán) ha comenzado a fabricar este año “chips” con un tamaño de 3 nanómetros, que son 70% más veloces y eficientes que los actuales de 5 nm., aptos para ser utilizados en la Inteligencia artificial y la 5-G.

La República Popular no se encuentra en condiciones hoy de producir con tecnología propia estos equipos de “chips” de 10/5/3 nm.; y no podría hacerlo antes de 10 años.

De ahí que la fabricación de “chips” de alta gama con tecnología propia se haya convertido en el núcleo del programa establecido por el presidente Xi Jinping para lograr la plena autonomía tecnológica y científica de China en la próxima década, obviamente en relación a EE.UU., su rival geopolítico global, y la otra superpotencia del sistema.

El Banco Mundial estima que 40% del asombroso crecimiento chino a partir de 1978 (creció 9,9% anual acumulativo en los últimos 40 años) se debió a la utilización intensiva de tecnología estadounidense.

China creció ocupando el papel del aprendiz y del país más atrasado – y por eso el de más rápida expansión -, en relación a EE.UU.

Ahora, la política de plena autonomía científica y tecnológica de Xi Jinping aspira a cubrir ese bache histórico con la potencia norteamericana; y su objetivo es hacerlo en un plazo no mayor a 10 años.

Planea realizarlo a través de SMIC que ahora cotiza en el mercado bursátil de Shanghai, lo que ocurrió en diciembre del año pasado.

El primer día de cotización de SMIC recibió US$7.600 millones, lo que implica un excedente de 246% respecto a la estimación inicial realizada por la propia compañía. Un dato estratégico esencial es que Huawei adquiere más de 70% de su producción.

Lo que sucede en el mundo con la fabricación de semiconductores indica que el tiempo juega a favor de la República Popular y en general del Sudeste Asiático; y el tiempo, señaló Mao TseTung, es el factor estratégico central, muy por encima del espacio.

La derrota del imperio británico en Afganistán (Archivo)

Friedrich Engels​

09/09/2021 | Publicado en sinpermiso.info el 19/08/2021

Este artículo de Friedrich Engels, escrito en 1858, relata la derrota del ejército británico en Afganistán. Parece increíble que esta narración resulte tan actual a la vista de los sucesos ocurridos durante estas semanas y, más aún, como la agresión imperialista repite los mismos o parecidos errores. Fue derrotado el ejército británico; fue una catástrofe la invasión soviética en los años 80 del siglo pasado y lo ha sido la presencia militar norteamericana, con la participación de tropas españolas. No se puede oprimir a un pueblo ni se le puede imponer un gobierno corrupto sostenido por la presencia militar extranjera. Se puede estar muy en contra de la política de los talibanes pero el destino de Afganistán tiene que estar en manos de los afganos y afganas.

La posición geográfica de Afganistán y el carácter particular de su pueblo confieren al país una importancia política que no hay que subestimar en los problemas de Asia Central.

Afganistán ha estado sucesivamente sometido a la dominación mongola y persa. Antes de la llegada de los ingleses a las orillas del Indo las invasiones extranjeras que barrieron las llanuras del Indostán provenían siempre de Afganistán.

La conquista británica

El 20 de febrero de 1839 el ejército británico franqueaba el Indo. Estaba formado por alrededor de 12.000 hombres acompañados de más de 40.000 civiles, sin contar las nuevas tropas reclutadas por el Sha. El paso de Bolan fue atravesado en marzo. La falta de provisiones y de forraje para los animales comenzó a notarse; los camellos morían por centenares y una gran parte del equipaje se perdió. El 7 de abril, el ejército llegó al paso de Khojak, lo atravesó sin resistencia y el 25 de abril penetró en Kandahar, que los príncipes afganos, hermanos de Dost Mohammed, habían abandonado.

Después de un reposo de dos meses Sir John Keane, el comandante británico, avanzó con el principal cuerpo del ejército hacia el norte dejando una brigada en Kandahar bajo las órdenes de Nott. Ghazni, la plaza fuerte inexpugnable de Afganistán, fue conquistada el 22 de julio; un desertor informó al ejército de que la puerta de Kabul era la única que no estaba amurallada. Fue derribada y la ciudad fue tomada al asalto.

Después de este desastre el ejército reunido por Dost Mohammed (el líder afgano) se dispersó inmediatamente y Kabul abrió también sus puertas el 6 de agosto. El Sha Soojah fue instalado en el trono, pero la verdadera dirección del gobierno quedó en manos de McNaghten, que pagó todos los gastos del Sha Soojah a cargo del Tesoro indio.

Primeras resistencias

La conquista de Afganistán parecía resuelta y una parte considerable de las tropas fue repatriada. Pero los afganos no estaban nada satisfechos de ser gobernados por los kafir feringhee (los infieles europeos) y a lo largo de los años 1840 y 1841 se sucedieron las insurrecciones en todas las regiones del país. Las tropas anglo-indias estaban obligadas a combatir sin cesar. McNaghten declaró que esto era la situación normal de la sociedad afgana y escribió a Inglaterra que todo estaba controlado y que la autoridad del Sha estaba enraizando.

Las advertencias de los oficiales militares quedaron sin efecto. Dost Mohammed se rindió a los ingleses en octubre de 1840 y fue enviado a la India; todas las insurrecciones del verano de 1841 fueron reprimidas con éxito.

La bancarrota

En octubre, McNaghten, nombrado gobernador de Bombay, tuvo la intención de partir hacia la India con otro cuerpo del ejército. Pero la tempestad estalló. La ocupación de Afganistán costaba al Tesoro indio 1,25 millones de libras por año; había que pagar a 16.000 soldados, los anglo-indios y a los del Sha Soojah; otros 3.000 se encontraban en el Sind y el paso de Bolan. Los fastos reales del Sha Soojah, los salarios de los funcionarios y todos los gastos de su corte y su gobierno eran pagados por el Tesoro indio. En fin, los jefes afganos estaban subvencionados, o mejor dicho sobornados, por la misma fuente para que se sintieran a gusto.
McNaghten fue informado de la imposibilidad de mantener ese ritmo de gastos. Intentó restringirlos, pero la única manera de conseguirlo era reduciendo las asignaciones de los jefes.

El mismo día que intentó hacerlo, los jefes fomentaron una conspiración con el objetivo de exterminar a los ingleses; McNaghten en persona favoreció la concentración de fuerzas insurreccionales que, hasta entonces, habían luchado divididas contra los invasores, sin unidad ni coordinación. No hay ninguna duda de que en ese momento el odio de los afganos a la dominación británica había llegado a su apogeo.

En Kabul, los ingleses estaban dirigidos por el general Elphinstone, un viejo hombre indeciso y completamente desamparado que continuamente daba órdenes contradictorias. Las tropas ocupaban una especie de campamento fortificado tan extenso que las tropas apenas llegaban a vigilar las murallas, y aún menos a destacar hombres para controlar los alrededores. Las defensas eran tan imperfectas que se podía atravesar a caballo el foso y el parapeto. Como si esto no fuera suficiente, el campamento estaba dominado, casi a tiro de mosquete, por pequeñas elevaciones. Para coronar lo absurdo de estas disposiciones, todas las provisiones y el material médico se encontraban en dos fuertes distintos a cierta distancia del campamento, que además estaban separados por jardines rodeados de muros y por otro pequeño fuerte que los ingleses no ocupaban. La ciudadela de Bala Hissar de Kabul hubiera ofrecido cuarteles de invierno sólidos y espléndidos a todo el ejército, pero, para dar gusto al Sha Soojah, no estaba ocupada.

La insurrección

El 2 de noviembre de 1841 estalló la insurrección. La casa de Alexander Burnes fue atacada y él asesinado. El general inglés no hizo nada y la impunidad reforzó la insurrección. Elphinstone, completamente desamparado, abandonado a toda suerte de consejos contradictorios, pronto alcanzó la confusión que Napoleón describió en tres palabras: orden, contraorden, desorden. La ciudadela de Bala Hissar no siempre estaba ocupada. Algunas compañías fueron enviadas contra los miles de insurgentes y fueron abatidos, lo que aún envalentonó más a los afganos.

El 3 de noviembre fueron ocupados los fuertes próximos al campamento. El 9, el fuerte de intendencia (defendido por sólo 80 hombres) fue tomado por los afganos y los ingleses se quedaron sin provisiones para comer. El 5, Elphinstone habló ya de comprar el derecho a salir del país. De hecho, a mitad de noviembre, su indecisión e incapacidad habían desmoralizado de tal manera a las tropas que ni los europeos ni los cipayos (tropas indias al servicio de los ingleses) estaban en condiciones de encontrarse con los afganos en el campo de batalla.

Se iniciaron las negociaciones. En ellas, McNaghten fue asesinado en una conferencia con los jefes afganos. La nieve empezaba a cubrir el suelo, las provisiones eran escasas. Por fin el uno de enero se firmó la capitulación. Todo el dinero, 190.000 libras esterlinas, tuvo que ser entregado a los afganos con otros pagos suplementarios de 140.000 libras. Hubo que dejar en el país toda la artillería y las municiones con la excepción de seis cañones de seis y tres piezas de artillería. Todo Afganistán debía ser evacuado. Como contrapartida, los jefes afganos prometieron salvoconductos, provisiones y bestias de carga.

El desastre

El 5 de enero los ingleses abandonaron el país, 4.500 soldados y 12.000 civiles. Una jornada de marcha fue suficiente para disipar los últimos vestigios de orden y los soldados y civiles se empezaron a mezclar creando una confusión horrorosa y haciendo imposible toda resistencia. El frío, la nieve y la falta de alimento tuvieron el mismo efecto que la retirada de Napoleón de Moscú en 1812. En esa ocasión los cosacos se mantuvieron a una distancia respetable, pero los tiradores de elite afganos, furiosos, armados de mosquetes de largo alcance, ocupaban todas las alturas y hostigaban a los ingleses. Los jefes que habían firmado la capitulación de los ingleses no podían ni querían retener a las tribus de las montañas. El paso de Koord-Kabul fue la tumba de casi todo el ejército y los pocos supervivientes, menos de doscientos europeos, cayeron en la entrada del paso de Jugduluk. Sólo un hombre, el doctor Brydon, consiguió llegar a Jalalabad y contó la historia. Muchos oficiales fueron hechos prisioneros por los afganos; Jalalabad estaba ocupada por la brigada de Sale. Se le exigió la capitulación, pero rechazó abandonar la ciudad, como también hizo Nott en Kandahar. Ghazni también cayó; ni un solo hombre sabía utilizar la artillería y los cipayos también sucumbieron al clima.

Una expedición de castigo

Durante este tiempo, cerca de la frontera, las autoridades británicas que habían conocido el desastre de Kabul, concentraron en Pesawar tropas destinadas a relevar a los regimientos de Afganistán. Pero los medios de transporte eran escasos y gran número de cipayos cayeron enfermos. En febrero el general Pollock tomó el mando y a finales de marzo de 1842 recibió refuerzos.

Atravesó el paso de Khyber y avanzó para llevar ayuda de la ciudad de Sale a Jalalabad. Días más tarde Sale había derrotado al ejército afgano que la rodeaba. Lord Ellenborough, gobernador general de las Indias, ordenó un repliegue a las tropas, pero Nott y Pollock encontraron una buena excusa aduciendo falta de medios de transporte. Finalmente, a principios de julio, la opinión pública en la India obligó a Lord Ellenborough a hacer alguna cosa para restaurar el honor de la nación y el prestigio del ejército británico; en consecuencia, autorizó el avance sobre Kabul a partir de Kandahar y Jalalabad.

A mediados de agosto Pollock y Nott se pusieron de acuerdo respecto a sus movimientos y el 20 de agosto Pollock emprendió el camino hacia Kabul. Llegó a Gandamuck; el 23 venció a destacamentos afganos, el 8 de septiembre alcanzó el paso de Jugduluk, el 13 venció a las tropas reunidas por el enemigo en Tezeen y el 15 destrozó el campamento bajo los muros de Kabul.

Nott evacuó Kandahar el 7 de agosto y marchó con todas sus tropas hacia Ghazni. Después de algunos combates poco importantes, el 30 de agosto derrotó a una parte importante del ejército afgano y el 6 de septiembre ocupó Ghazni abandonada por el enemigo. Destruyó todas las fortificaciones y la ciudad; el 17 de septiembre venció de nuevo a los afganos en la plaza fuerte de Alydan y el 17 de septiembre llegó cerca de Kabul y logró entrar en contacto con Pollock.

El Sha Soojah hacía tiempo que había sido asesinado por ciertos jefes afganos y desde entonces no había gobierno real en Afganistán. Futteh Jung, su hijo, no era rey más que de nombre. Pollock envió un destacamento de caballería para liberar a los prisioneros, pero éstos habían logrado sobornar a sus guardianes.

La derrota

Como represalia, el bazar de Kabul fue destruido y, en esta ocasión, los soldados saquearon una parte de la ciudad y masacraron a un gran número de habitantes. El 12 de octubre, los ingleses abandonaron Kabul y volvieron a la India pasando por Jalalbad y Pesawar. Futteh Jung, abandonando su función, les siguió. Dost Mohammed, liberado de su prisión, recuperó su reino. Así se acabó la tentativa de los ingleses de instalar un príncipe fabricado por ellos en Afganistán.

Traducción: Miguel Salas

Fuente: https://www.sinpermiso.info/textos/la-derrota-del-imperio-britanico-en-afganistan

BRICS11, un giro estratégico

Pepe Escobar

Red de Geografía Económica 1372/23 | https://groups.google.com/g/redgeoecon/c/vejl5qBU–0

Se está perfilando una imagen relativamente precisa de lo que realmente ocurrió en la mesa de Johannesburgo

El presidente chino, Xi Jinping, definió como “históricas” todas las decisiones clave de la XV Cumbre de los BRICS celebrada en Sudáfrica. Esto puede considerarse una subestimación. El sur global, o la mayoría global, o el “globo global” (copyright del presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko), por no hablar del atónito Occidente colectivo, tardarán tiempo en comprender plenamente la enormidad de las nuevas apuestas estratégicas.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, por su parte, describió las negociaciones sobre la expansión de los BRICS como bastante difíciles. En la actualidad se está perfilando una imagen relativamente precisa de lo que realmente ocurrió en la mesa de Johannesburgo.

La India quería 3 nuevos miembros. China quería hasta 10. Finalmente se llegó a un compromiso, con 6 miembros: Egipto, Irán, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Argentina y Etiopía. De este modo, desde ahora los BRICS son 11. Y esto es sólo el principio.

A partir de la presidencia rotatoria rusa de los BRICS, el 1 de enero de 2024, se incluirán progresivamente más socios, y con gran certeza se anunciará una nueva ronda de miembros de pleno derecho en la cumbre de los BRICS11 que se celebrará en Kazán en octubre de 2024. Así pues, es posible que pronto avancemos hacia el BRICS20, camino del BRICS40. El G7, a efectos prácticos, se desliza hacia el olvido.

Pero lo primero es lo primero: Rusia apoyó a Egipto en la decisiva mesa de Johannesburgo.China apostó por la magia del golfo Pérsico, Irán, EAU y los saudíes. La India, por una serie de razones muy complejas, no se sentía precisamente cómoda con 3 miembros árabes/musulmanes (Arabia Saudita, EAU, Egipto).

Rusia apaciguó los temores de Nueva Delhi. Por supuesto, Irán-China ya están inmersos en una asociación estratégica, y Riad ya acepta el pago de la energía en yuanes. Brasil y China apoyaron a Argentina, vecino problemático de Brasil, que corre el riesgo de tener un gobierno derechista con su economía totalmente dolarizada, pero también un proveedor clave de materias primas para Pekín. Sudáfrica apoyó a Etiopía.

Todo lo anterior respeta los principios geográficos e imprime la noción de que los BRICS representan al sur global. Pero va mucho más allá, mezclando estrategia astuta y realpolitik realista.

India se tranquilizó porque el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, presente en Johannesburgo para negociar en nombre de Putin y muy respetado por Nueva Delhi, comprendió perfectamente que una nueva moneda única de los BRICS está muy lejos.

Lo que realmente importa, a corto y mediano plazo, es ampliar el comercio dentro de los BRICS en sus monedas nacionales. Así lo subrayó la presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo, Dilma Rousseff, en su informe a los anfitriones de la cumbre sudafricana, incluso cuando el presidente brasileño, Lula da Silva, volvió a insistir en la importancia de crear un grupo de trabajo para debatir una moneda BRICS.

Lavrov comprendió que Nueva Delhi está absolutamente aterrorizada por las sanciones secundarias de EEUU, en caso de que su papel en los BRICS sea demasiado ambicioso. El primer ministro Modi está esencialmente dividido entre los BRICS y la obsesión imperial, completamente artificial, incrustada en la terminología Indo-Pacífico, que enmascara una nueva contención de China.

Los psicópatas neoconservadores straussianos a cargo de la política exterior estadounidense ya están furiosos porque la India compra grandes cantidades de petróleo ruso con descuento. El apoyo de Nueva Delhi a una nueva moneda de los BRICS sería interpretado en Washington como una guerra comercial sin cuartel, a la que seguirían sanciones demenciales.

En cambio, a Mohammed bin Salman de Arabia Saudita no le importa, es uno de los principales productores de energía, no un consumidor como la India, y una de sus prioridades es cortejar plenamente a su principal cliente energético, Pekín, y preparar el camino para el petroyuan.

Sólo hace falta un movimiento estratégico

Pasemos ahora a las apuestas estratégicas. A efectos prácticos, en términos euroasiáticos, el BRICS11 está en camino de apoderarse de la Ruta Marítima del Norte, el Corredor de transporte internacional Norte-Sur, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), el Golfo Pérsico, el Mar Rojo y el Canal de Suez. Esto combina varios corredores terrestres con varios nodos de las Rutas Marítimas de la Seda. Todo ello con un solo movimiento estratégico en el tablero geopolítico/geoeconómico.

Mucho más que un aumento del PIB colectivo del BRICS11 hasta el 36% del total mundial (ya mayor que el del G7), con el grupo abarcando ahora el 47% de la población mundial, el principal avance geopolítico y geoeconómico es cómo el BRICS11 está a punto de hacer literalmente saltar la banca en los frentes del mercado de la energía y las materias primas.

Al incorporar a Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, el BRICS11 brilla instantáneamente como una potencia en petróleo y gas. Controla ya el 39% de las exportaciones mundiales de petróleo, el 45,9% de las reservas probadas y al menos el 47,6% de todo el petróleo producido en el mundo, según InfoTEK.

Con la posible incorporación de Venezuela, Argelia y Kazajistán como nuevos miembros en 2024, el BRICS11 podría controlar hasta el 90% de todo el petróleo y el gas comercializado en el mundo.

Corolario inevitable: operaciones liquidadas en divisas locales eludiendo el dólar estadounidense. Y conclusión inevitable: el petrodólar en coma. El Imperio del caos y el saqueo perderá su almuerzo de menú gratuito, así como el control de los precios mundiales del petróleo y medios para imponer la “diplomacia” mediante un tsunami de sanciones unilaterales.

Ya en el horizonte, la simbiosis directa BRICS11-OPEP+ es inevitable. La OPEP+ está dirigida de hecho por Rusia y Arabia Saudita. Se avecina una reorientación geoeconómica que sacudirá el terreno y que abarcará desde las rutas surcadas por las cadenas mundiales de suministro y las nuevas carreteras de los BRICS hasta la interconexión progresiva de la BRI, la Visión Saudita 2030 y la expansión portuaria masiva en los EAU.

Con la elección de Etiopía, el BRICS amplía su alcance africano en el ámbito de la minería, los minerales y los metales. Etiopía es rica en oro, platino, tantalio, cobre, niobio y ofrece un vasto potencial en la exploración de petróleo y gas natural. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, por cierto, también se dedican a la minería. Todo ello augura una integración rápida y progresiva del Norte de África y Asia Occidental.

La diplomacia llega lejos

La nueva crisis de los 11 BRICS, en el ámbito energético, es un agudo contrapunto histórico a la crisis del petróleo de 1973, tras la cual Riad empezó a revolcarse en petrodólares. En la actualidad, Arabia Saudita bajo Mohammed bin Salman está operando un cambio tectónico, en proceso de alinearse estratégicamente con Rusia-China-India-Irán.

Golpe diplomático que ni siquiera empieza a describirlo. Se trata de la segunda etapa del acercamiento entre Riad y Teherán, iniciado por Rusia y finalizado por China, sellado recientemente en Pekín. El liderazgo estratégico ruso-chino, trabajando pacientemente en sincronía, nunca perdió el rumbo.

Ahora compárenlo con las ‘estrategias’ colectivas de Occidente, como la limitación del precio del petróleo impuesta por el G7. Esencialmente, la ‘coalición de voluntarios’ del G7 autoimpuso un tope de precios al crudo ruso importado por mar. El resultado de esto es que tuvieron que empezar a comprar muchos más productos petrolíferos a las naciones del sur global, que hicieron caso omiso del tope de precios y aumentaron debidamente sus compras de crudo ruso. Adivinen quiénes son los dos primeros: China y la India, miembros de los BRICS.

Después de revolcarse en varias etapas de negación, el Occidente colectivo puede —o no— darse cuenta de que es un sueño de tontos intentar ‘desacoplar’ la parte de la economía mundial gobernada por Occidente de China, sea lo que sea lo que vomite Washington. BRICS11 muestra ahora, gráficamente, cómo el ‘sur global/mayoría global/global globe’ está menos alineado con Occidente que en cualquier otro momento de la historia reciente.

Por cierto, el presidente del G77, el líder cubano Díaz-Canel, estuvo en la cumbre de los BRICS representando de facto al nuevo Movimiento de Países No Alineados: el G77 incorpora en realidad no menos de 134 naciones. La mayoría son africanas. Xi Jinping se reunió en persona en Johannesburgo con los líderes de la mayoría de ellas.

El Occidente colectivo, presa del pánico, considera a todos ellos “peligrosos”. Así que el último refugio es, como era de esperar, retórico: “desacoplamiento”, “des-riesgo” e idioteces similares.

Pero esto también puede resultar peligroso en la práctica. Como en la primera cumbre trilateral celebrada en Camp David el 18 de agosto entre el Imperio y dos vasallos asiáticos, Japón y Corea del Sur. Eso puede interpretarse como el primer paso hacia una OTAN asiática político-militar aún más tóxica que el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD) o la AUKUS, obsesionada por contener simultáneamente a China, Rusia y Corea del Norte.

La derrota colectiva del Norte Global

La ONU cataloga a 152 naciones del mundo como países en desarrollo. El BRICS11 se dirige a ellos, ya que superan al Norte Global en todos los aspectos, desde el crecimiento de la población hasta la contribución global al crecimiento del PIB mundial medido según la paridad del poder adquisitivo (PPA).

En los últimos 10 años, desde el anuncio de la BRI primero en Astana y luego en Yakarta, las instituciones financieras chinas han prestado casi 1 billón de dólares para proyectos de conectividad de infraestructuras en todo el sur global. El próximo foro de la BRI en Pekín señalará un impulso renovado. Esa es la simbiosis de la BRI-BRICS.

En el G20 en 2022, China fue la primera nación en presionar para que se incluyera a la Unión Africana, de 55 miembros. Es posible que eso ocurra en la cumbre del G20 del mes que viene en Nueva Delhi; en ese caso, la representación del sur global estará cerca de la paridad con la del norte global.

Las afirmaciones de que Pekín estaba organizando una conspiración maligna para convertir al BRICS en un arma contra el G7 son infantiles. La realpolitik —y los indicadores geoeconómicos— están dictando los términos, configurando el impacto de lo nuevo: la irreversible irrelevancia del G7 con el ascenso del BRICS11.

Sputnik

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